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Poemas de Lorenzo Peirano

domingo 26 de junio de 2016
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Nota del editor

“Poemas”, de Lorenzo Peirano

Editorial Mago, de Chile, publicó el año pasado en su colección “Poeta Raúl Zurita” esta antología que recorre la obra poética de Lorenzo Peirano desde 1982 hasta 2014, en la que es posible apreciar la evolución del autor. Hoy ofrecemos a nuestros lectores una selección de los textos allí incluidos.

(1982-1989)

Donde los demás trabajan

Donde los demás trabajan
hay una inclinación de grietas.

Donde yo trabajo
¿Qué hay?

Donde el azufre es más azufre
y la hostilidad se contorsiona,
hay hombres que trabajan
y no piden, no piden
como yo…

 

Has bebido agua de cementerio

Has bebido agua de cementerio
y has caminado por la última calle.

Las calumnias te hielan
y desorientan tus huesos.

Ya no hay campos que ames
ni familias, ni sangre.

Has bebido y lo has olvidado.

Tu inclinación son las redes
y tu desnudez es hablar.

 

El luto

El luto es la tinta con que debemos escribir,
el luto de los inservibles,
de las mujerzuelas,
del perdido que recibe niebla
cuando deja el bar más insignificante de Santiago.

El luto es la tinta con que debemos escribir
porque en las hueseras tenemos un espacio,
y entregamos al Hijo del Hombre
con obscenas risotadas.

Si nos desentendemos de los gritos
un grito enorme nos remece,
si nos desentendemos del dolor
un dolor oscuro nos perfora.

El luto llega con torrenciales argumentos,
rompe la paciencia,
asoma aullidos y toma su lugar.

El luto es la tinta con que debemos escribir,
y si lo olvidamos,
hay cementerios que nos recuerdan el mandato.


(1990-1995)

Ha recibido

No hay nadie para atestiguar
lo que existe por su mano,
apenas el sigilo,
la tarántula de ausencia.

Y sin embargo, permanece
casi inagotable,
casi pudoroso en su retrato.

Ha recibido
(viendo el lunar
de un esqueleto)
su primera
y no última tristeza.

 

Abril de 1993

En la carretera yo encontré
aquel pequeño libro
que contenía, entre otras cosas,
el nombre de los dedos:

Pulgar, medio.

En la carretera de alquitrán
recién entregada a los destinos,
yo esperaba un automóvil
conducido por los muertos.

 

Los oráculos tentaba

Los oráculos tentaba
y veía singulares naipes
que rebotan.

Después
el ensayo de mi carta:

“He pactado con criaturas sigilosas,
he venido a ti,
y por sobre los zarzales
el humo de hogueras o cigarros”.


(1995-2014)

Con su bastón golpea mi padre

I

Con su bastón golpea mi padre
los guardapolvos, los muebles
antiguos. Se acerca por el pasillo,
habla solo…

Debajo de la cama
estoy a salvo.

El anciano lanza carcajadas
furiosas, se detiene
y pregunta:
“¿Estás aquí?”

 

II

Era la cuerda tensa de mi infancia,
era el rostro alargado de mi padre.

¿Qué sufrimiento lo aquejaba?

Lo vi caer convulso en medio de la calle.

 

III

Muchas veces anduvo por el extranjero,
muchas veces quizás por la Vía Salaria.

¿Quién abandonó a mi padre?
¿Quién lo dejó en el Cementerio de los Mártires Anónimos?

Finalmente un puerto que visité hace años.
Allí también, como mi padre, abracé a una mujer,
y respiré el aire rancio y salado de la noche.

 

La manda

A Álvaro Ruiz

El largo de su cabello gris,
la barba crecida. Este hombre
se arrastra a voluntad,
entre dolores, entre cuerpo
y alma. Se arrastra a voluntad.

Expulsó de su boca
el trozo de corazón asesinado.
Ya olvidó la noche dionisíaca,
el mal de ojo. Ausente se encuentra
el manto de la luna.

Entre los arbustos
yacen otros días. Este hombre
se arrastra a voluntad. No sé
su nombre. Y nadie tiene
la respuesta

No puedo hablarle. Deja
un rastro allá en las hojas,
en las piedras de la tierra…

 

Verano de 2013

A Horacio Eloy

Y vendrá, sin saber por qué,
un ser lastimado
por la historia de otros hombres.

El vendaje enrojecido,
la ropa descuidada,
el afecto luminoso
de los perros de la calle.

Sin saber por qué
beberá en el desmonte,
a la sombra de un espino.

 

De lo amargo ha surgido mi virtud

De lo amargo ha surgido mi virtud.

Al rojo vivo las azadas, los instrumentos
de labranza. No puedo sino decir
cosas relativas a un secreto, a un tiempo
desdichado.

Pido perdón ante el viejo camino ensombrecido
de la tarde. Aún quedan restos del jardín.

Pido misericordia, una oración.

Aunque los demonios no lo aprueben
apago un cigarrillo sobre una moneda.

He presenciado incontables funerales
donde los ataúdes pesaban más que Dios.

Sin preocuparse
los muchachos se alejan de sus padres
porque jamás han cargado un ataúd.

Lorenzo Peirano
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