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Jorge Gómez Jiménez |
Seis autores latinoamericanos estrenan en Madrid La cruzada de los niños de la calle Cuando redacto esta información está a punto de estrenarse en el Teatro María Guerrero, de Madrid, la obra teatral La cruzada de los niños de la calle, debida a la pluma de seis autores latinoamericanos coordinados por el dramaturgo español José Sanchis Sinisterra, que estará en cartel hasta el 30 de enero para seguir de gira por Europa y posteriormente por diversos países latinoamericanos. La importancia de este acontecimiento, a mi modo de ver, radica en que puede y debe remover conciencias ante el drama de esos niños que, abandonados, pululan por las calles de grandes ciudades, sin horizonte ni futuro, y siempre pasto de los intereses más condenables como son la prostitución infantil, la droga o el tráfico de órganos. La presentación del espectáculo se hizo en rueda de prensa en la sala Margarita Xirgu del Centro Dramático Nacional, con asistencia de los responsables de Teatro del Ministerio de Educación y Cultura y la concurrencia de numerosos medios de comunicación. Asimismo estuvieron presentes la mayoría de los autores que han realizado este proyecto y que son Claudia Barrionuevo, de Costa Rica; Dolores Espinoza, de México; Christiane Jatahy, de Brasil; Víctor Viviescas, de Colombia; Arístides Vargas, de Ecuador; e Iván Nogales, de Bolivia. Asistió también el coordinador del trabajo, José Sanchis Sinisterra; así como el escenógrafo, el portugués José Manuel Castanheira; el director de escena, el brasileño Aderbal Freire-Filho; y el director de producción, el español José Manuel Garrido, entre otros. El reparto también está formado por actores y actrices de uno y otro lado del Atlántico; en total son diez pero interpretan un total de dieciocho personajes: Fidel Almansa (España), Estela Alvarado (Ecuador), Pilar Aranda (México), Carlos Bernal (Colombia), Ivonne Brenes (Costa Rica), Manuel Caro (Colombia), Nieves Mateo (España) Santiago Roldós (Ecuador), Saida Mahmut (España) y Orlando Valenzuela (Colombia).
Se nos explicó a los periodistas que el diseño del texto se ha ido realizando en cuatro reuniones que han sido financiadas por diversas instituciones, tanto públicas como privadas. La primera fue celebrada en Madrid en noviembre de 1998 en la que se formó el equipo de dramaturgos y se sentaron las primeras bases de lo que sería el texto dramático. La segunda reunión fue en Cartagena de Indias (Colombia) en febrero de 1999; en ella se sentaron las líneas maestras y el hilo conductor del texto para que los dramaturgos trabajaran hasta la siguiente reunión. La tercera fue en Río de Janeiro (Brasil) en mayo de 1999, y la cuarta en Madrid, en julio pasado, y en ella se realizó una primera versión del texto cuya lectura pública se hizo en la Casa de América. Los ensayos dieron comienzo a finales de noviembre.
Para dar arranque a este interesante proyecto, Sanchis Sinisterra tomó como anécdota la leyenda francesa que cuenta cómo en 1212, un joven pastor tuvo una visión en la que Jesús le mandaba crear un ejército para apoyar la conquista de Tierra Santa. Stephen, el pastor, reclutó a un grupo de seguidores formado por 50.000 niños y adultos pobres, que marcharon a París para convencer al rey francés Felipe II de que les llevara a la Cruzada. La leyenda del flautista de Hamelin, que cuenta cómo 130 niños siguen a un misterioso flautista, posiblemente provenga de ésta y ello inspiró al británico Robert Browning para escribir su El flautista de Hamelin (1842). Desde aquí se plantaron diversos objetivos para llegar a lo que ahora es la función teatral La cruzada de los niños de la calle: realizar un espectáculo que se inspire en el tema de los niños de la calle y que contenga al mismo tiempo aspectos sociales y artísticos; divulgar el problema social de los niños de la calle a través de una cobertura mediática que se ha ido produciendo en las diferentes fases del proyecto; concienciar a los gobiernos e instituciones del grave problema que suponen los niños de la calle, que según estadísticas recientes parece que son 80 millones, y de la urgente necesidad de abordar esta cuestión que representa una de las facetas más dramáticas del panorama social, político y moral de muchos países de América Latina; y la realización del texto dramático a través de la contribución de un dramaturgo de cada uno de los seis países participantes que tiene como propósito no sólo acercarse al proyecto desde diferentes aspectos estéticos, sino estimular la cooperación en el terreno artístico y humanitario entre los diferentes países.
Un rumor da canciones y voces sale de las alcantarillas. Los niños se han ido marchando de sus casas, de sus familias, de sus explotadores, de las calles, en definitiva, de donde vivían. Sólo dejan un zapato como testigo. La niña que estuvo como testigo en la matanza de la Candelaria les está convocando a todos, y todos los niños de la calle empiezan su cruzada subterránea, siguiendo a la chiquilla, como siguieron ratas y niños al flautista de Hamelin. La niña es hermana, madre y líder de todos ellos, buscando a Espoleta, el que falta para completar la familia de la calle. Porque Espoleta, que tenía ocho años, no pudo morir cuando el policía disparó, porque Espoleta dio el salto de estrella y seguramente aún está vivo... y por eso las calles se vacían de pequeños. Ya no hay ojos para vender a nueve mil dólares el par, ni niñas púberes en los prostíbulos, ni jorobaditos que lleven la droga. Todos van camino a Río de Janeiro, son cientos de miles de niños los que se han hecho fuertes tras la niña que busca a Espoleta. Los padres, los explotadores, los municipales y los gobiernos empiezan a atemorizarse de "esos mocosos que cantan como si estuviéramos en carnaval". Ellos toman la decisión y buscan un mar que se pueda abrir para pasar a un lugar en donde nadie tenga que dormir en la calle.
España no está muy dada en la actualidad a ofrecer un teatro que remueva conciencias, un teatro de denuncia. La aparente "comodidad" de pertenecer a la mal llamada sociedad del bienestar, ha hecho -por mucho que a algunos nos pese- que la cartelera se haya convertido, salvo raras excepciones, en una exposición de títulos fáciles de ver: desde los musicales que llenan los teatros de la Gran Vía, procedentes como calcos de Londres o Nueva York, en los que empresarios y productores ponen mucho dinero pero que, calculadora en mano, aseguran cómodamente el taquillaje, hasta arqueológicas piezas de teatro clásico en las que (¡que me perdonen nuestros autores del Siglo de Oro!) se cuentan historias que nada tienen que ver con los problemas que acucian al hombre y a la mujer de hoy: la explotación en el trabajo por parte de las multinacionales, aunque vivan con automóvil, teléfono móvil y chalet en la sierra; la discriminación ante los emigrantes, los que proceden de países árabes, que hace siglos nos dieron su cultura; o los de países hispanos que finalizada la Guerra Civil española, con la toma del poder del dictador Franco, abrieron sus puestas a tantos españoles que huían de la represión. En una ciudad como Madrid, repleta de teatro comercial, donde sólo algunas salas de las llamadas "alternativas" inciden a veces en el teatro de denuncia, creo que viene muy bien y es importante representar La cruzada de los niños de la calle. La respuesta de la crítica y muy especialmente del público serán el baremo para calcular hasta qué punto las conciencias europeas, aunque sean del sur, son capaces de digerir lo que ocurre con esos "niños de la calle".
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