Poemas
Ricardo Edmundo Sánchez
Chile 1973
"Ayer 11 a las 12,20 horas, en la localidad
de Antofagasta, un extremista identificado
como Guillermo Godoy ultimó con un revólver
al Comisario Señor Carrasco
y al SubComisario Dávila Rodríguez,
del Cuerpo de Carabineros...
Fue juzgado según la Ley Marcial
dispuesta por las Fuerzas Armadas
y fusilado inmediatamente".
(De un comunicado oficial
dado en Santiago de Chile el 12/IX/1973)
Quisiera haberte visto llegar, estremecido
ante aquel retén de carabineros
y de justicia popular henchido,
con disparos certeros
eliminar a dos traidores oficiales
...y caer prisionero.
Y aún quisiera haberte visto,
indómito araucano,
kamikaze1 imprevisto,
tras el sumario juicio,
dispuesto a caer ametrallado
sereno ante el suplicio.
Pensando en el supremo instante,
que ya has dado, valiente,
lo que de ti pidió tu patria amada.
Cuántos paisanos tuyos, desde el alma
hubieran querido hacer lo mismo;
pero les ha faltado el arma,
¡aunque les sobre el heroísmo!
Pero habrá revancha, pero vendrá un mañana
¡para nuestra Gran Patria Latinoamericana!
Por eso te saludo
¡Oh! roto2 insigne, fusilado hoy día,
desde esta mi Córdoba argentina,
que opuso pechos como el tuyo
y jamás doblegó su rebeldía
de frente a la metralla asesina.
Y yo presiento
que dos segundos antes
que en tu pecho te abrieran
una estrella de Chile
y un reguero
como de rojos copihues3
salpicara tu tierra de poetas,
desafiando a la homicida soldadesca
con tu mirada fiera,
lanzaste al viento para que no se pierda
el grito de los guasos4 de Carrera
¡Viva Chile, mierda!
Pero habrá revancha, pero vendrá un mañana
¡para nuestra Gran Patria Latinoamericana!
- kamikaze: aviador suicida japonés de la segunda guerra mundial. Regresar.
- roto: nombre popular del peón chileno. Regresar.
- copihues: flor nacional de Chile. Regresar.
- guasos (o huasos): equivalente al gaucho argentino. Regresar.
El amigo caído
La mañana estaba destemplada
aunque el sol se insinuaba brillante,
detrás de la vidriera estaba Mario
deshojando impunemente su salud,
el amigo alegre e inconstante
de aquella jubilosa juventud.
El vidrio del boliche que se veía
empañado de mugre marrón,
desdibujaba la imagen, pero se advertía,
su mirada ausente y perdida
bordeando la amargura de la sin razón.
Su sobretodo ajado y sucio, su espalda abatida,
el rostro macilento y la barba canosa y crecida.
En la mano le temblaba un vaso
de vino negro y cómplice,
que le traía, quizás,
el calor de alguna lejana primavera,
pero que mostraba su vida en el ocaso,
como la tragedia de algún sueño que muriera.
Que habrá sido de tu risa y de tu canto
de tus padres, de tu mujer, tus proyectos,
en que vuelta recóndita de tu vida
perdiste el rumbo y viajaste por el llanto,
para hundirte cobarde en esa copa
que besas como se besa en la partida,
como quien acaricia embelesado
el cuello de una novia muy querida.
Luego de mirarte —largamente— estremecido,
rebelde insulté contra el destino,
que estúpido y ciego te había herido,
frustrando tu existencia y hundiéndote en el vino.
Me hizo mal este encuentro —amigo mío—
no sé qué hay en mi garganta que se anuda,
sentí que de pronto hacía más frío
y seguí caminando con la duda,
si debía haberte saludado
estrechar tu mano con la mía
palmear tu hombro y quizás haberte abrazado.
Pero tu corazón encierra —seguramente—
tu orgullo escondido en algún rincón,
por eso me fui con los puños apretados,
para no ofender tu vergüenza y aumentar tu aflicción.
Como un sonámbulo marché por las calles,
abrumado por tu condición,
apurando el paso para llegar a casa
y abrazar a los míos sobre el corazón,
porque al verte, Mario, hundido en el dolor,
de pronto he comprendido lo que vale el amor.
Dios quiera que regreses triunfador
de esta lucha con la vida
que libras contra la adversidad,
que alguna primavera vuelva a darte una flor
y algún día vuelvas a reír
como en tu mocedad.
Córdoba
Te conocí, viniendo del sudeste,
desde mi río litoral, así llegaba
—ojos ansiosos y la edad escasa—
cuando te vi en el bajo acurrucada.
Azul arriba y tu barranca roja,
anclé mis sueños en tu barrio de estudiantes
que el Suquía milenario moja;
dispensa mi nostalgia cuando canto
los recuerdos que llevo en mis alforjas,
lo prefieren, así, como era antes.
Y me encontré a solas con tus calles,
tus viejas catedrales y tus rejas,
guardando libros y ensayando industrias
y algunas costumbres muy añejas.
Había aún olor a peperina
a locro, asado, vino y empanadas,
pero en tu azul algunas chimeneas
lanzaban sus palomas al mañana.
Y me encontré a solas con tus calles
de barrios chatos y zaguanes con fachada,
de patios grandes, parras y malvones,
y en los portales, amores y tonadas.
Hoy, con el tiempo a cuestas, te reencuentro
toda cemento, acero, conquistada,
con un furor de altura y maquinaria,
por un clamor de urgencias, acuciada.
—Docta, rebelde, próspera, señera—
con un vibrar de ensueño emancipado,
siento el orgullo de saberte grande,
y la arrogancia de tu hablar acompasado.
Pero lamento que este recuerdo mío
no podrá nunca devolverme el día
en que fiel a mi destino, dejé el gran río,
—con mi edad escasa y los ojos ansiosos—
de ver tus bellezas ¡tan cantadas!
y una carga de sueños venturosos,
para hallarte en el bajo acurrucada.
Final feliz
El oído atento, los ojos cerrados
y el corazón que late vertiginosamente
te acompañaba Lía... con otro dolor...
¡Pero sufría contigo..! De cuerpo y de mente.
¿Porque es tan difícil..? pregunto desolado
quisiera ayudarte o sufrir por ti,
será la última vez, prometo jurando
¡No quiero que te quejes, nunca mas así!
Me siento, me paro, me apoyo... camino,
la piel se me eriza, ¡has vuelto a gritar!
cuento los segundos, lentos los minutos pasan
mis ojos nublados, del reloj, no puedo apartar.
Me detengo alerta... no te quejas más,
qué opresión extraña, me impide respirar,
todo me da vueltas, ¡no olvidare jamás!
suspiro a suspiro, parezco rezar.
Me espanta el silencio, quisiera llorar,
veo la casita que juntos soñamos,
que sin ti no es nada... por algo,
¡desde aquel día lejano de enero, tanto nos amamos!
Malignos pensamientos se agolpan en mis sienes,
mi razón los rechaza indignada,
pero vuelven... vuelven...
me hiere implacable, tu dolor que no acaba.
Cuántas emociones que vivimos juntos,
cuántos recuerdos por mi mente desfilan,
alegrías y pesares, todo en un minuto
nudos de nervios, mis sienes castigan.
Aquella sonrisa, chapaleando pobreza,
aquella lágrima, cuando los sueños fueron realidad,
los gritos del Gordo, la voz de la Nena,
todo en un minuto sumido en la ansiedad.
Tu lealtad de esposa, tu pasión de madre,
llenaron mi casa dándole calor,
trajinando siempre, los chicos jugando,
¡bendito mi hogar, un nido de amor!
Los chicos te esperan, te quieren cerquita,
andan como perdidos... sin tener su madre,
olvidaron los juguetes, dan vueltas y vueltas,
yo los mimo mucho, pero... no es lo mismo el padre.
Ya todo ha pasado, conversas conmigo
te beso en la frente y empiezo a pensar,
vuelve pronto, vieja, te necesitamos,
ahora hay otro hijo, que debemos criar.
¡Volviste, mamita! —te gritan los chicos,
en todos los rostros hay felicidad,
yo no digo nada... te miro
y siento en los ojos, como una humedad.
Semblanza
Siempre van conmigo
una multitud
de sueños brillantes y duendes traviesos,
que ríen y lloran, quizás sin saber,
que no hay quién entienda
para qué los quiero... si no valen nada;
¡qué van a entender!
En ese mi reino
de la milagrería,
viven seres que no han sido,
pasan cosas que jamás van a suceder,
quién me alcanzaría
cuando cierro los ojos
me evado del mundo... y las empiezo a ver.
Yo me he construido
un castillo pequeño,
con portal de nubes
y puente de fantasía,
lo habita una musa vieja y generosa,
que me cuenta cosas
y obsequia poesía.
Detrás de la nube
que hace de portal,
yo escondo mis versos
bajo el cielo abierto,
me aíslo de todo, me pongo a pensar,
añoro... recuerdo...
y sueño despierto.
En un mundo triste
de hambre y de muerte,
con la especie humana
enferma de ambición,
no codicio
ni envidio de los otros su suerte,
porque cambiar ahora sería traición.
Ya todos me han dicho
que de nada sirve...
¡y yo sé qué es cierto!
no se compra nada con la dignidad,
pero igual insisto pobre y orgulloso,
humilde y altivo libre y sin maldad.
Sé bien que el dinero
aún hace esclavos,
y yo sin embargo
por pesos y centavos
no quiero cambiar,
ni con el tesoro más grande del mundo
a mi castillito lo pueden comprar.
Por eso, a nadie cuento
que tengo un castillo borracho de altura,
y una vieja musa que me cuenta cosas,
¡nadie entendería mi hermosa locura!
por más que porfía mi verso y mi prosa.
Por fin, escucha mujer,
compañera de mi vida
tú sí me debes comprender,
ya que fuiste mi elegida,
porque si no, ¿quién lo haría?
aunque mis estrofas y mis rimas, ya lo sé,
Como tú bien dices, ¡son pura tontería!