Inventario
Max Bembo
(Nota del editor: Bembo es uno de los más singulares escritores
emergentes en Venezuela. Su poema Inventario acaba de ser publicado
en el volumen Inventario y otros textos, en una coedición en la que
participaron el autor y El
Laberinto de Letras).
Al lector: Inventario, más que un poema, es un conjunto de
diapositivas que plasman las vivencias del autor, que pueden ser las tuyas.
Como un rompecabezas, toma los fragmentos con los que te identifiques y
agrega los que tú pienses que hagan falta y arma tu propio
poema.
Yo
que en recogimiento místico
me extravié
por los pasadizos secretos
de mi fuero íntimo
que conociendo el vivir del mundo
me atuve rigurosamente
a las reglas de la discreción
que guardoso de mi intimidad
aguanté hasta la asfixia
el respirar del poema
que con mínimas palabras
me resolví
en las urgencias del decir
que poseído por el alma en pena
de quién-sabe-qué-poeta-maldito
di fiel cumplimiento
a los deberes poéticos de la no poesía
que ganoso de violar las normas
nunca fui regocijo de las musas
ni cosa que se le parezca
que soñé con ser
uno de los pandilleros del Chino
y me hice el dormido
tratando de seguir mi sueño
que asumí el riesgo
y lo reduje a proverbio
hasta convertirlo en credo y fe
de muchedumbres
que asido al mango de mi vieja guitarra
sin cuerdas
entoné un nuevo himno
cuando el Gloria al bravo pueblo
se nos desmoronaba en los labios
al compás de una balada
que sin saber lo que buscaba
me maté por conseguirlo
porque no creo en búsquedas
sino en hallazgos
que me aclimaté
intemperie piel adentro
al infierno de la poesía
que en logro del poema sentí
cómo se desaguaba mi alma
en un inconmensurable orgasmo
que a lo largo de mi vida
impacienté la muerte
rozando la eternidad del verso
que brindé
por quien se celebra en la poesía
doblemente
como quien celebra sus bodas
con un cuchillo
que agudicé el silencio
como punta de alfiler
en mis renuncias
que la represión paterna
me hizo insociable
hasta conmigo mismo
que imaginé el hogar
donde pude haber nacido
y que pude haber formado
con torturante nostalgia
que fui para vergüenza de los míos
aprendiz de todo
y oficial de nada
que asumí los gastos
en término de nosotros
poniendo en juego
mi razón de existir
que en espontáneos arranques de ternura
compartí con la muerte
la mesa del hogar ofendido
que la irreverencia
la barba y la pluma
fueron estandarte de mi cruzada
que ciertamente envejecí
enlaberintado
en un comportarme
idealmente ciudadano
que traté de hacer
deshaciendo la verdad más cruda
una mentira piadosa
que omnisufriente
se me murió el deseo por dentro
de tanto despecho patrio
que devuelto a la vida
bajo libertad condicional
me despojé
de toda conciencia de riesgo
que con oscuros y escasos estudios
contrarresté
la gonorrea del academicismo
que devotamente comulgué con la idea
del suicidio
como válvula de escape
puerta de emergencia
escalera de incendios
que saqué partido a la miseria
viendo cómo el hambre
mejoraba mi figura
que olvidé el santo y seña
donde la suerte y la muerte
hacían de casamenteros
que escapé del laberinto ciudadano
pudriéndome de lástima
en plena sazón
que reconocí entre mis tantos males
el ardentísimo furor
de la irreverencia
que tuve todas las razones
que puede tener un hombre
para claudicar
y no lo hice por obstinación
que cuando digo estoy harto
es porque me encuentro en el borde
de lo impredecible
que si de imposibles se trata
irrumpo
desde mis más profundas depresiones
que abusé de los vicios
para expiar mis culpas
y combatir mis demonios
que con el Dios mío en los labios
cometí todos los pecados del mundo
sin traicionar a nadie
que contemplé
a través de espejos encontrados
cómo se espantaban de mí
los fantasmas de la marihuana
que respeté
hasta el extremo del vértigo
la bohemia y sus estatutos
que fui para las mujeres
un caso terrible de timidez
producto de una mente
enferma y retorcida
que tocado por todas las pasiones
amé y odié
con la misma intensidad
y al mismo tiempo
que el amor lo hice con arrechera
con besos y caricias que aporrean
para que nazca varón
que crucifiqué
mi beso en el sexo
de tanta mujer sin rostro
que corrompí las costumbres
con doctrinas perniciosas
en medio de un profundo
desorden moral
que a despecho de apariencias
no fui lo que quise
sino lo que soy
que sólo la poesía
hizo cambiar de ritmo
los golpes de mi corazón
que cerqué los linderos de mi fe
con alambre de púas
electrificado
que resistí
todos los embates
con beligerancia
que me gané el respeto
con el mismo gesto
de asco y repugnancia
que me gané la vida
que todo reconocimiento
dejó en mi paladar
el azúcar bruto de la venganza
que mi punto vulnerable
sólo fue el maldito miedo
a no tener miedo
que en vez de aprobar reglamentos
los quebranté
exponiéndome a la maledicencia
de los ruines
que en trance de convertirme
por un ideal
se me descascajaron
las paredes del alma
que al entrar en años
la forma de exteriorizarme
fue recurrir al doble hasta hacerme trizas
y para eso se necesitan agallas
que obligado en mi circularidad
cambié
para seguir siendo nadie
que en vez de levantar la voz
para protestar contra todo
me sumí
en un férreo silencio reaccionario
que invertí
todas las horas de mi vida
en tan nobles empresas
de las que salí doblemente enmierdecido
que ante la proximidad de la muerte
vuelvo a las cuartillas
del inconcluso manifiesto
que a decir de los demás
no peco
pero incomodo
que creí
que lo estaba haciendo
tan bien
Hoy desde mi altura de hombre
evoco con agrio orgullo
mi protagonismo
en esta lamentable historia