Poemas
Jorge Palma
El nacimiento de la luna
Es negro el cielo
y las camisas
tendidas de un alambre
se arruinan
con este malestar
de pompas fúnebres.
En esta mañana inverosímil
(la mitad del cielo
llora a mares, en la otra
cantan dos soles, como jilgueros)
subo un escalón
me reincorporo.
Pesa en mi bolsillo izquierdo
un castor
y respira, debajo de mis ojos
una mañana limpia
de espaldas al alquitrán
derramado en los estuarios.
Me recompongo mirando el mar
partido como tengo el cuerpo
en siete partes desiguales.
La luna se pasea nerviosa
fumando por los pasillos
del océano.
Las ciudades de amianto
resplandecen como cirios
en las manos crispadas
de los muertos.
Y yo espero.
Narciso y el basural
"El mundo es un inmenso Narciso
que se está pensando".
Joachin Gasquet
Como un príncipe enlutado
camina la soledad
por las orillas del mundo
pisando aros de niebla
y relicarios
costillares de algas
y amuletos
entre candelabros
enterrados de perfil
y paños azules
que fueron vestidos
o palomas
entre astillas de mármol
que fueron
escalones o santuarios
o pilas bautismales
o sepulcros de ángeles
o suicidas
que alguna vez
bajo el reloj del cielo
orinaron calladamente
la fuente desierta
de una plaza.
Sin embargo algo suena
al norte de su boca
algo de furia retumba
en algún lugar del cielo
y agoniza tumbada
al borde de sus pies;
una luna herida, abierta
como un pájaro, una llaga
viva de tres semanas
desmantelada entre
piedras y caracoles
entre retazos de palomas
o vestidos
entre botellas que bajan
hacia el tempestuoso mar
y guardan el sonido
de la lluvia o de la vida;
semillas del antiguo paraíso
ojos sin párpados
que lo miran pasar
ensimismado y temblando
bajo un sol ensangrentado
cayendo a plomo.
Parafernalia
Esta mañana no me he
puesto las orejas
sin embargo
me aturde el mundo,
su multitud de sillas
maniatadas
sus colapsos en la bolsa
ese chirriar de dientes
entre zapatos nuevos
y billetes.
Pienso, con insistencia de toro:
¿De qué lado de la vida
quedó la vida?
La piel de leopardo
se cotiza en el mercado
al precio de un diamante.
Por el tobogán de fuego
se deslizan los besos apasionados
de los amantes
cayendo en desventaja sideral
con los días fríos que deambulan
sin patria
por las ciudades crispadas
repletas de escombro.
Ya nadie silba por las calles.
Y parece vergonzoso añorar
en cielo azul en calma
el sonido amarillo del trigo
el movimiento del agua
en círculos perfectos
cuando una piedra
es lanzada por un niño
desde la ventana iluminada de su cuarto.
La paloma que regresa
a la mesa puesta
trae en su pico ensangrentado
una cachetada del mundo.
Cómo puedo saber de qué lado
vendrá la muerte.