Poemas
Ana Tornini
Cielo breve
Antes de que la historia empiece
el día vendrá indiferente de humanos,
la madrugada vigilará inconsciente
el despertar ingenuo de la vida.
Las pequeñas cosas
dejarán el ayer en la resurrección,
y habitarán las palabras
para que la voz pueda nombrarlas.
Nosotros
seremos nuevamente
el trigo y el marfil.
Y después de las palabras,
y después de las cosas,
acaso nos sobre el cielo
que gira en una taza de café.
Sin Dios
Inmensos basurales
hombre que roe como rata
piel de elefante
señal atroz de la miseria.
Intuyo que Dios te olvidó entre escombros
desamparado solo
como las sobras
y te condenó sin juicio.
Circunstancias
Las ventanas, las vidas afuera,
la luz, el desamparo de la luz,
el rumor del polvo,
la mañana en los ojos,
los perros de la calle,
el borde del umbral,
un cielo desparramado en el asfalto,
un hueco en las axilas del viento,
el miedo humedecido del papel,
el humo vertical del aliento,
y el cuerpo
latiendo en el vacío de uno mismo.
Adjetivos
Tal vez un verso, largo, extenso,
hambriento,
solitario, abierto,
helado,
obsceno, tierno, denso,
desnudo,
desesperado,
tal vez un verso mío, perverso,
incauto, terrible, intenso,
un verso,
trágico, letal, último,
inútil, cruel,
áspero,
tal vez único,
como pan, como tristeza,
como fatiga,
como azul, como ausencia,
feroz, voraz,
un verso,
destilado, austero.
Tal vez la vida un verso
parido del silencio.
Para tu muerte
Paisaje de muerte que recuerda
tu última violencia.
Amor y desamor.
La tarde te olvidará desnuda en un reflejo.
Y vendrán ellos.
Y yo veré cómo te roban.
Y pensaré por vos,
que es tarde
y hay que poner la mesa.
Resurrección
Y los vientos se llevaron todo. Hasta las sombras. Quedó la desolación, un
silencio de hojas, de pájaros, de voces.
No hay más que un eco agudo, agónico, interior. El eco de lo que fue.
Ya nada nos pertenece. Apenas somos la imagen demorada en la retina de los
muertos. El pacto de la levedad con el páramo.
Un hombre, solo, hurga entre las piedras y el polvo. Busca su existencia
casi con la sensación de ser igual al paisaje. Es parte de la lentitud con
que la historia devora el futuro.
Una paz inerte amanece en la constante de lo absoluto. Es soledad.
El hombre, ajeno al pensamiento de la naturaleza, elabora la búsqueda sin
pretender más que ese instante. Su ahora acabó en el preciso momento de lo
que es.
Los vientos arrasaron la pasión, el vientre de la materia, la fantasía de
la vehemencia, la audacia del latido.
Sin embargo, hay algo más que la nada. Está el hombre, solo, rescatando su
esencia. Lo indispensable. Con la esperanza instintiva, con la fe que es
utopía.
Respira en la angostura inquietando el aire. Es ausencia exasperante en la
página blanca. Corroe la falta de verdor, sangra la cal adormecida.
A pesar de los vientos que arrasaron con todo, que se llevaron las almas y
las espinas, un hombre, solo, piensa. Construye un destino.
Inventa una casa, el fuego, el amigo.
Imprime la certeza del comienzo.