Letralia, Tierra de Letras Año VIII • Nº 96
21 de julio de 2003
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Al borde de la estación
Extractos

Claudia Hernández

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      A Ednodio Quintero

Es verdad
que te estoy esperando

a nadie
le interesan estas sombras

cada momento
voy junto a tu cama
hacia ese apartamento
repleto de caballos

queda abierto el libro
ya no hay historia
sólo niebla caliente
el espejo girando
y mis labios dentro.


      A Giovanni Quessep

En esta región
existe la arena
y del fondo marino
emergen cuerpos de conchas solitarias

al anochecer
se escucha su respiración bañando a la luna

la región es mía
el mar me devuelve bendecida por las algas
su aroma brota de mi cuerpo
cuando te espero dormida
bajo los caracoles.


De este nácar
no saldrán perlas

como animal marino
que soy
comulgo en el agua

son muchos los ríos que desembocan aquí
y quizás me pierda

yo
probablemente llueva

te tocará mi agua
el recuerdo a mordiscos

eso
si no te cumbres.


Llegan las lluvias
un miedo
se detiene en este invierno del trópico

la humedad gira en torno a nosotros
los días con sus noches tempranas

la noche empapada
que apenas nos deja

va abriéndose un camino
nos esperamos en él

una voz ronca lo avisa

desciende

hacia dónde

desde aquel lugar
se invoca lo lejano
el sueño delgado
y las pequeñas letras
que hemos escrito en tantas cartas

esta noche que se cierra
y ese empeño
en que la geografía
no sea más que un tiempo
para escribir

hay cansancio en esta lluvia de noviembre
un frío que se detiene
justo ahí
donde nosotros.


      A Juan Calzadilla

La ranura que debemos dejar
a lo que no imaginamos

vierto todo ello en esta habitación
donde el ventilador va despeinándome
de cuando en cuando

cierta forma de arrullo al girar
ante tanto pensamiento que salta

los treinta grados de marzo
en Maracay
y allí
casi tan cerca

todo me avisa que vendrá

entonces yo
frente a frente ante el encuentro
que ocurre aquí
dentro
en la espera.


Tendremos que esperar que esta sombra de noviembre se diluya
el aire se hace espeso en el paisaje blanco del caribe
a qué otro rumbo partir
el agua simple de la noche tocando la levedad de la mano
y está todo ahí, surcando la niebla transparente de la luz
el azul casi perenne al que estamos divinamente condenados

si hay una brisa que me empuja
es esta que viene del océano
me hace girar como niña y recoger caracoles que nunca más veré

todo está allí, quieto en lo blanco
lo que recuerde será intervenido por un carro de heladeros
que atraviesa la calle con un tango
por un camino sinuoso lleno de árboles y nieblas por donde se llega al mar

qué más iremos a encontrar
ese callejón donde nos fuimos perdiendo
agua salada repicando en los talones

mas ya no hay sino este paso
un minuto apenas donde encontramos decirnos


Todo calla afuera raramente
el calor del domingo
revuelve los objetos y nos adormece

las vueltas que doy en mi dormitorio
¿a dónde me llevan?

la cama como centro del diminuto mundo
donde se escribe este poema

¿cómo nombrar esta distancia
sin que aparezca este gesto?

hemos de detenernos aquí
cercanos al mediodía

quisiera encontrarte en otra parte
en Ciudad de México por ejemplo
con todos sus millones de habitantes

abrirme paso entre unos y otros
y llegar a una fuente


el ruido nos hará invisibles
en esa ciudad...

seremos humo también
un remolino pequeño
que levanta la ventisca

deberíamos volver a los puentes

a las ciudades atravesadas por el agua

hay un momento donde ya no hay giro
el vértigo de la espiral
que nos asoma

había querido acortar las distancias

y eran papeles
palabras empapadas de tinta azul
y brisa.


       

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