Es verdad
que te estoy esperando
a nadie
le interesan estas sombras
cada momento
voy junto a tu cama
hacia ese apartamento
repleto de caballos
queda abierto el libro
ya no hay historia
sólo niebla caliente
el espejo girando
y mis labios dentro.
A Giovanni Quessep
En esta región
existe la arena
y del fondo marino
emergen cuerpos de conchas solitarias
al anochecer
se escucha su respiración bañando a la luna
la región es mía
el mar me devuelve bendecida por las algas
su aroma brota de mi cuerpo
cuando te espero dormida
bajo los caracoles.
De este nácar
no saldrán perlas
como animal marino
que soy
comulgo en el agua
son muchos los ríos que desembocan aquí
y quizás me pierda
yo
probablemente llueva
te tocará mi agua
el recuerdo a mordiscos
eso
si no te cumbres.
Llegan las lluvias
un miedo
se detiene en este invierno del trópico
la humedad gira en torno a nosotros
los días con sus noches tempranas
la noche empapada
que apenas nos deja
va abriéndose un camino
nos esperamos en él
una voz ronca lo avisa
desciende
hacia dónde
desde aquel lugar
se invoca lo lejano
el sueño delgado
y las pequeñas letras
que hemos escrito en tantas cartas
esta noche que se cierra
y ese empeño
en que la geografía
no sea más que un tiempo
para escribir
hay cansancio en esta lluvia de noviembre
un frío que se detiene
justo ahí
donde nosotros.
A Juan Calzadilla
La ranura que debemos dejar
a lo que no imaginamos
vierto todo ello en esta habitación
donde el ventilador va despeinándome
de cuando en cuando
cierta forma de arrullo al girar
ante tanto pensamiento que salta
los treinta grados de marzo
en Maracay
y allí
casi tan cerca
todo me avisa que vendrá
entonces yo
frente a frente ante el encuentro
que ocurre aquí
dentro
en la espera.
Tendremos que esperar que esta sombra de noviembre se diluya
el aire se hace espeso en el paisaje blanco del caribe
a qué otro rumbo partir
el agua simple de la noche tocando la levedad de la mano
y está todo ahí, surcando la niebla transparente de la luz
el azul casi perenne al que estamos divinamente condenados
si hay una brisa que me empuja
es esta que viene del océano
me hace girar como niña y recoger caracoles que nunca más veré
todo está allí, quieto en lo blanco
lo que recuerde será intervenido por un carro de heladeros
que atraviesa la calle con un tango
por un camino sinuoso lleno de árboles y nieblas por donde se llega al mar
qué más iremos a encontrar
ese callejón donde nos fuimos perdiendo
agua salada repicando en los talones
mas ya no hay sino este paso
un minuto apenas donde encontramos decirnos
Todo calla afuera raramente
el calor del domingo
revuelve los objetos y nos adormece
las vueltas que doy en mi dormitorio
¿a dónde me llevan?
la cama como centro del diminuto mundo
donde se escribe este poema
¿cómo nombrar esta distancia
sin que aparezca este gesto?
hemos de detenernos aquí
cercanos al mediodía
quisiera encontrarte en otra parte
en Ciudad de México por ejemplo
con todos sus millones de habitantes
abrirme paso entre unos y otros
y llegar a una fuente
el ruido nos hará invisibles
en esa ciudad...
seremos humo también
un remolino pequeño
que levanta la ventisca
deberíamos volver a los puentes
a las ciudades atravesadas por el agua
hay un momento donde ya no hay giro
el vértigo de la espiral
que nos asoma
había querido acortar las distancias
y eran papeles
palabras empapadas de tinta azul
y brisa.