Hay dos Borges: el que escribió poemas, cuentos y ensayos; y el otro: el que escribió prólogos, conferencias y reseñas.
La fórmula de la poética de Borges es una receta sencilla, lo dijo él mismo: el sueño, los mitos y las fábulas, bien aderezadas con abstracciones intelectuales.
Un gran lector como Borges, director de biblioteca, escritor por demás, se queda ciego y es privado de lo que más le gusta.
Los poemas de Borges son reflexiones sobre la condición humana desde palabras repetidas a lo largo de su obra: el tiempo, la vida, los espejos, el río, la noche, el tigre.
En sus poemas es consecuente: siempre evocando el tiempo, los amigos y escritores que ya pasaron a otra vida. Puras nostalgias y elegías.
Bueno: el tiempo, la soledad y la muerte, eran también preocupaciones recurrentes en su obra.
Llevó hasta límites insospechados el uso de la metáfora, como recurso literario en su poesía.
Sin duda el “Poema de los dones”, es el que más me gusta y es seguro el más difundido de su obra. Allí está expuesta la ironía de la vida: un gran lector como Borges, director de biblioteca, escritor por demás, se queda ciego y es privado de lo que más le gusta. Y con la sabiduría de los viejos nos dice que la vida es un sueño y a todos nos llega el olvido.
Su literatura intentaba acercarse a los misterios del universo, y él mismo afirmaba que el lenguaje y la escritura no le alcanzaban para contar lo que quería contar.
Sin duda, en Borges confluían inteligencia e imaginación.
No recuerdo dónde lo leí, pero alguien dijo que lo de Borges era explorar y generar para sí mismo y para el lector el asombro.
Retomó la historia, la literatura, la religión, e incluso la filosofía, para inventar. Hoy en día hay muchos “borgianos” escritores que lo imitan ya sea en sus formas o en sus temas.
En esa medida dio un gran mensaje a los nuevos escritores: hay que leer, hay que saber, hay que enterarse, hay que conocer, porque no basta con querer escribir.
Confluían en su personalidad un lector y un escritor, dando como resultado un intelectual.
Sin duda sus cuentos y ensayos dejan ver la influencia de esas lecturas en su obra. Lecturas que alimentaron sus reflexiones sobre el tiempo, la eternidad, el infinito, la identidad.
“Las ruinas circulares”, ese cuento donde un hombre sueña que consuela a otro, hasta que se da cuenta de que él también está siendo soñado, es maravilloso.
En “Funes el memorioso”, donde se cuenta la historia de un hombre que se cae de un caballo y se despierta con una memoria portentosa, es mi preferido. Funes es un hombre capaz de recordarlo todo pero incapaz de pensar nada.
“Ulrica” es el único cuento de amor que escribió Borges, y allí cuenta el encuentro de la danesa Ulrica con el payanés Javier Otálora, donde el amor se hace posible, incluso en los sueños.
“La casa de Asterión” es la historia del minotauro que vive en el Laberinto de Creta, y cuenta cómo la imaginación puede salvar de la locura a una persona, mientras llega la muerte, la única que libera de verdad.
Son cuentos alegóricos de un universo absurdo.
En su libro Otras inquisiciones llega a afirmar que un hecho estético es la inminencia de una revelación que no se produce, y allí su virtud, su encanto, su secreto.
Borges era un genio para titular sus obras: “artificios”, “ficciones”, “inquisiciones”, “discusiones”, “historia de la noche”, “historia de la eternidad”, “historia universal de la infamia”, “elogio de la sombra”, “la otra muerte”.
Los escritores como Jorge Luis Borges siguen vivos.
Verdaderos juegos intelectuales, diría yo. Así como sus frases célebres.
La frase que más recuerdo de Borges: “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”.
Y a mí, la que más me gusta y me puso a leer sobre ateísmo: “El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”.
Borges murió el 14 de junio de 1986.
Los escritores como Jorge Luis Borges siguen vivos. Los únicos escritores que mueren son los incapaces de responder a su destino escondidos en su pereza, los que hablan mucho y no escriben nada.
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