La tercera parte de La Recherche, El mundo de Guermantes, fue publicada por primera vez entre 1920 y 1921; el tema central es la introducción del Narrador en el barrio Saint-Germain de París y en los salones mundanos de la sociedad aristocrática parisina. El mundo de Guermantes, que consta de dos partes, se inicia con la descripción de la mudanza de la familia del Narrador a un apartamento del hotel de Guermantes. En la primera parte de El mundo de Guermantes, Marcel asistirá a las escenas mundanas, entre ellas la matiné de Madame de Villeparisis, amiga de su abuela. En esta ocasión el Narrador nos pinta una sociedad un poco adulterada por la asistencia de la demimundana Odette de Crécy, a quien Oriana —duquesa de Guermantes—, consciente de su presencia profana, no le dirige la palabra. La segunda parte se divide en dos capítulos; en el primero ocurren varios episodios luctuosos: la enfermedad, el ocaso y la muerte de la abuela del Narrador y la enfermedad del escritor Bergotte, quien encarna al novelista típico; en el segundo capítulo, Proust nos presenta los temas del ingenio de los Guermantes y de los zapatos rojos de la duquesa. Marcel comenzó a recibir sus primeras lecciones sobre la mundanidad aristocrática del barrio Saint-Germain. Sus maestros iniciadores fueron Francisca, la criada de la familia del Narrador y el lacayo del duque de Guermantes. Por las conversaciones de ambos se enteró de que los hijos de los duques suelen llevar un título de príncipe que conservan hasta la muerte de su padre, por lo que al hijo menor del duque de Guermantes se le llamaba príncipe de Oberon. Marcel cuenta que, habiendo obtenido su padre una entrada para una soirée de gala de la ópera, su abuela consiguió que se la diera al joven Narrador. En la soirée tuvo oportunidad de observar por primera vez a la sociedad aristocrática que le fascinaba; habiendo descubierto a Oriana en el palco de su prima la princesa de Guermantes, el Narrador describe luego las astucias y peripecias que realiza para ver y encontrarse “casualmente” con la duquesa en sus paseos matinales —llegando Marcel a declarar su adolescente amor platónico por ella: “…Yo amaba de verdad a la señora de Guermantes…”.1 Pero los salones constituían la apoteosis de la mundanidad en la que Marcel se había iniciado. Los salones son por excelencia los sitios donde el Narrador pierde su tiempo pero el autor lo encuentra. Todo pasa como si Proust, hombre joven, frecuenta los salones parisinos de comienzos del siglo XX para observar la constitución de los mismos y radiografiar a sus integrantes. Es en los salones de la época donde Proust explota la cantera de modelos reales que le sirven para sustanciar a sus personajes. En efecto, después de dejar atrás la célula familiar, el círculo de Combray y la intimidad del pequeño salón, el Narrador va a penetrar en el salón Villeparisis y acceder al de la duquesa de Guermantes. Según G. Barbedette, “…el autor está detrás de todos sus personajes. Un personaje es como un muñeco ruso; los brazos pueden ser de un hombre, la cabeza de una mujer, el cuerpo de una joven y el comportamiento de un muchacho…”. “…Los únicos personajes novelescos creíbles a los ojos del lector son siempre una suerte de exageración o de caricatura…”.2 Para componer el personaje de Oriana de Guermantes, Proust recurre a todos los recuerdos de sus años mundanos, de su tiempo perdido en los salones del fin del siglo XX, de sus encuentros con las familias aristocráticas de la época. Muchos de sus amigos, conocidos y contemporáneos se reconocieron o creyeron reconocerse en algunos de los personajes de La Recherche. El Narrador observa la estrategia mundana de los salones del barrio Saint-Germain. La jerarquía es temperada por la cortesía a menos que se quiera, por ciertas groserías de lenguaje o de actitud, mostrar hostilidad hacia la burguesía. La moral burguesa está desterrada de los salones. Para recibir en un salón es necesario tener un nombre; de allí que la cotización de un salón se establece más por la gente que la dueña del mismo excluye que por la gente que recibe. “…El salón del príncipe y la princesa de Guermantes es el más prestigioso y su ceremonial es sin duda calcado del salón de la princesa Matilde; allí se dan cita las Altezas Reales e Imperiales. El salón de la duquesa de Guermantes es más abierto que el precedente; la duquesa pasa por una mujer de letras e invita a los escritores y artistas a sus cenas, pero ella se contenta con invitar uno solo a la vez para no echar a perder su salón. El salón de madame de Villeparisis es un poco venido a menos y se encuentra en lo más bajo de la escala social…”. “…Todos los nobles que frecuentan los salones creen estar en el tope de la jerarquía social. En efecto, ellos sólo piensan en rivalizar entre sí por escalar los diferentes grados mundanos que representan los salones. La apariencia estática y fosilizada de los salones, con sus ritos y sus precedencias, esconde las intrigas que se traman sin cesar. Así los salones se forman y se deforman, se complementan, se perfeccionan o se destruyen. Por su sentido innato de la observación, Proust descubre la unidad orgánica de un salón, el grupito o el clan. Un ejemplo de esta unidad orgánica es el ‘ingenio de los Guermantes’ que cristaliza la forma de hacer y pensar de ese clan”.3 El ingenio de los Guermantes se manifestaba en muchas formas: la delicadeza de la vida social, “…de una manera general los Guermantes se diferenciaban del resto de la sociedad aristocrática en que eran más refinados (…). Para un Guermantes ser inteligente era tener una lengua afilada, ser capaz de decir cosas tremendas, de levantar ronchas (…). Sin embargo el ingenio de los Guermantes —entidad tan inexistente como la cuadratura del círculo, según la duquesa— era una reputación…”.4 El último tema de El mundo de Guermantes es el de los zapatos rojos de la duquesa. Los duques de Guermantes, Basin y Oriana, se preparan para asistir, primero a una velada en casa de sus primos, los príncipes de Guermantes —Gilbert y María—, y luego —a la una de la mañana— a una gran cena y baile de disfraces en el que debía aparecer Basin vestido de Louis XI y su mujer de Isabel de Baviera. Oriana apareció con un traje de raso rojo y traía en su cabeza una pluma de avestruz teñida de púrpura y un chal del mismo rojo; cuando recoge la falda roja y pone un pie en el estribo del coche, el duque le hace ver que no lleva los zapatos rojos como debería, sino que lleva puestos unos zapatos negros…
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Notas
- M. Proust, La parte de Guermantes, p. 69, Editorial Lumen, SA, 2002, Barcelona (España).
- G. Barbedette, “In search of lost Proust”, revista Magazine Litteraire, Nº 246, p. 57, París.
- M. Proust, A la Recherche du Temps Perdu, vol. 1, p. 210, R. Laffont editor, 1987, París.
- M. Proust, El mundo de Guermantes, pp. 500-532, Alianza Editorial, 1985, Madrid.