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La prisionera, de Marcel Proust

jueves 3 de noviembre de 2016
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“La prisionera”, de Marcel ProustLa quinta parte de La Recherche fue publicada en 1923 como La prisionera y se compone de tres secciones. La primera relata el episodio del virtual confinamiento de Albertina —en el apartamento del Narrador— que le da el título al libro; los temas centrales son el amor y los celos. Sospechando Marcel las inclinaciones lesbianas de Albertina e impulsado por los celos, intenta aislarla de ese tipo de ambiente contando con dos fieles aliados: Gisela —la amiga de Albertina a quien le confía su vigilancia— y el chofer. Ambos le contaban al Narrador los pormenores de las andanzas de su amante y los celos lo consumían. Reconocía que Albertina sólo podía causarle sufrimiento, pues se daba cuenta de que ella no lo amaba. En esta parte de La prisionera el Narrador relata que sentía que poco a poco se iba pareciendo a toda su familia, a su padre y sobre todo a su neurasténica tía Leontina transmigrada en él, asegurando que “…cuando hemos pasado cierta edad, el niño que fuimos y el alma de los muertos de los que salimos vienen a echarnos a puñados sus bienes y sus desventuras…”.1 Declara que “…el amor es un mal incurable (…), siente deseos de Venecia, deseos de ponerse a trabajar…”,2 pero se lo impedía lo que el barón de Charlus llamaba “procrastinación” o tendencia a posponer los actos de nuestra vida. En su afán de descubrir la medida del amor que Albertina siente por él, no desperdicia oportunidad de confrontarla con preguntas cuyas respuestas ya sabía y lo que obtenía invariablemente eran mentiras, en cuyo arte de construir la joven era una experta. Al final de esta primera sección de La prisionera, Marcel asiste a una exposición de cuadros de Vermeer y se entera de la muerte del escritor Bergotte. El tema de la segunda sección de La prisionera es la soirée en casa de los Verdurin, donde el barón de Charlus ha organizado un concierto en el que el violinista Morel va a tocar la sonata de Vinteuil. A través de la música Marcel intuye su vocación de escritor. La noche de la velada, madame Verdurin espera emocionada a las invitadas de Charlus quienes, actuando groseramente, al llegar saludaron al barón pero ignoraron a “la Patrona”; esto naturalmente indispuso a madame Verdurin contra Charlus. Al terminar la sonata, la Verdurin a su vez indispuso a Morel contra Charlus exigiéndole que debía cortar inmediatamente su relación escandalosa con el barón. Ignorante de esta tramoya en su contra, Charlus se acerca a Morel para hablarle; Morel lo rechaza rudamente diciéndole en alta voz: “…Déjeme, le prohíbo acercarse a mí (…) no soy el primero que intenta pervertir…”.3 Charlus, en vez de pulverizarlo —como esperaba Marcel que hiciera—, se quedó mudo, estupefacto, como medio muerto; había sido atacado cuando menos lo esperaba, fuera de su medio. El barón no supo que el ataque en sí no partía de Morel sino de la Verdurin. La reina de Nápoles vino al rescate de Charlus, le ofreció su brazo a pesar de que estaba enfadada con él por no responder al ataque de sus adversarios; roja de vergüenza porque los Verdurin lo trataran así, salió llevando del brazo al barón. Charlus a los pocos días cogió un frío y contrajo neumonía infecciosa que lo puso al borde de la tumba. La tercera sección de La prisionera relata el fin de la estadía de Albertina en el apartamento de Marcel. Además de sus conversaciones de amantes, los jóvenes hablan de literatura, especialmente de Dostoievski; Marcel le explica a Albertina que los grandes escritores no producen más que una sola obra. Cuando la vida con su amante le parecía de nuevo posible, la criada Francisca le informa que Albertina se ha marchado y le ha dejado una carta. Marcel es invadido por la angustia…

Este artículo forma parte de la serie “En busca de Marcel Proust”, de la venezolana Flor Méndez, sobre el escritor francés y su obra cumbre, En busca del tiempo perdido. Lee aquí la serie completa.
Flor Méndez
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Notas

  1. M. Proust, La prisionera, pp. 83, Alianza Editorial, 1983, Madrid.
  2. Ibíd., pp. 91.
  3. Ibíd., pp. 342.
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