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El tiempo recobrado, de Marcel Proust

jueves 17 de noviembre de 2016
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“El tiempo recobrado”, de Marcel ProustEl tiempo recobrado, séptimo y último volumen de La Recherche, fue escrito a continuación del último capítulo del primer volumen Por el camino de Swann, según testimonio de Proust mismo en correspondencia en el año 1919. El tiempo recobrado evoca el París de la Primera Guerra Mundial con tres secciones definidas: la visita a Tansonville, seguida por escenas de París en plena guerra con el relato del burdel de Jupien, y termina con la gran matinée en casa de la princesa de Guermantes. La visita del Narrador a Gilberta en la propiedad heredada por los Saint-Loup en Tansonville evoca los orígenes de la obra en Combray. Los paseos con su amiga de la infancia por los dos caminos, el de Swann o Méséglise y el de Guermantes —sobre los que parece descansar el funcionamiento de la obra—, le llevan a descubrir que los dos caminos se unen y forman uno solo. El problema de la vocación del Narrador resurge con la lectura del “diario de los Gouncourt”: Marcel está convencido de su impotencia para dedicarse el oficio de escritor. Sin embargo, reconoce que su imposibilidad de mirar y escuchar no era total, ya que cuando cenaba en compañía no veía a los demás invitados: los radiografiaba. Durante algunos años permanece en un sanatorio recuperando su salud, período que sirve de intermedio al segundo relato. Éste evoca el retorno del Narrador a París en medio de la guerra. Entonces constata los cambios de la sociedad y de la ciudad —el Louvre y todos los museos están cerrados. Marcel deambula de noche —desorientado y cansado— por la ciudad y se extravía en una zona de casas abandonadas; entra en una, que el Narrador toma por un hotel donde piensa pasar la noche. Luego constata que es un burdel de hombres regentado por Jupien y frecuentado por el barón de Charlus y Roberto de Saint-Loup. Asomado a un tragaluz el Narrador es testigo de la flagelación de Charlus, quien estaba “…ensangrentado y cubierto de equimosis, demostrativas de que no era la primera vez que ocurría este suplicio…”.1 Esta segunda parte también relata la partida de Saint-Loup al frente de batalla, su muerte como héroe de guerra y la segunda partida del Narrador por varios años a un sanatorio. La tercera parte evoca la famosa matinée de la princesa de Guermantes, ex madame Verdurin. En esta sección, Proust procede a la “liquidación de sus personajes” con excepción del Narrador. También procede a la liquidación de una época, de una sociedad decadente. “…La historia del mundo contada a lo largo de toda La Recherche no es otra cosa que la historia de una decadencia…”; así, la obra “…no es una resurrección sino el estudio profundo de los mecanismos humanos fundamentales: hasta la muerte, la vida es una procesión de muertos…”.2 Morir para el Narrador no es una cosa nueva ya que desde su infancia había muerto varias veces; ¿no le había importado Albertina más que su vida? El final de la obra constituye la disertación sobre la vocación literaria del Narrador. La memoria involuntaria viene en rescate de Marcel por medio de tres choques que lo estremecen: el traspié ocasionado por el pavimento desigual en el patio de los Guermantes, la impresión táctil de una servilleta almidonada que despliega y el tintineo de una cucharilla. Estos tres eventos consecutivos producen el milagro de la memoria involuntaria. Por medio de ella, el Narrador encuentra el tiempo perdido, comprende todos los signos que ha recibido y se propone comenzar su obra de escritor a través de la cual podría interpretarlos. Ese es el día más feliz de su vida porque decide su vocación. En la matinée, Marcel pasa revista minuciosa a los personajes que va encontrando y constata los estragos que el tiempo les ha causado, metamorfoseándolos. En esta última escena, la más espectacular de La Recherche, pinta la descomposición de todos los personajes antes de desaparecer. Los personajes que encuentra son fantoches, a quienes, para identificarlos tal como los había conocido, tenía que mirarlos con los ojos y con la memoria. Le costó reconocer al dueño de la casa: el príncipe de Guermantes se había puesto una barba blanca y arrastraba los pies; fue saludado por una señora gruesa que el Narrador tomó equivocadamente por Odette y era Gilberta que comenzaba a parecerse a su madre; Oriana había perdido su audiencia mundana; su infiel esposo Basin, duque de Guermantes, de 83 años, ha tomado como querida a Odette. Era como si “…el tiempo que habitualmente no es visible y que, para serlo, busca cuerpos y allí donde los encuentra, los captura…”.3 Las páginas finales confirman la decisión del Narrador de dedicarse a su vocación literaria y artística; se da cuenta de que el tiempo de copiar y crear personajes, sitios, escenas y situaciones en su mente ha terminado y es el tiempo de utilizar lo que ha aprendido plasmándolo en su obra literaria. Quiere fijar eternamente el pasado por medio de la obra de arte ya que la obra de arte es el único medio de recobrar el tiempo perdido. Enfermo e incomprendido se retira a escribir de noche la obra que precisamente el lector acaba paradójicamente de terminar de leer. El libro escrito no menciona jamás el libro que está por venir, que será sobre los signos del tiempo, primera y última palabra de La Recherche. El movimiento circular, regenerativo y perpetuo, de la obra de Proust, nos recuerda el concepto del universo de Nietzsche del “eterno retorno” que concibe “…toda forma como una repetición y su realidad mundana adquiere el carácter de lo omnitemporal…”.4 Esa forma de construir de Proust: la obra y la aproximación a la obra, la búsqueda del tiempo perdido y la aproximación al tiempo recobrado, indica el convencimiento de Proust de la superioridad de la literatura sobre la realidad. El fin del libro es el triunfo de la literatura luego de tres mil páginas de preparación. Se conoce la frase de Proust: “…la verdadera vida es la literatura…”.

Este artículo forma parte de la serie “En busca de Marcel Proust”, de la venezolana Flor Méndez, sobre el escritor francés y su obra cumbre, En busca del tiempo perdido. Lee aquí la serie completa.
Flor Méndez
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Notas

  1. M. Proust, El tiempo recobrado, pp. 152, Alianza Editorial, 1984, Madrid.
  2. M. Proust, A la recherche du temps perdu, tomo 1, pp. LVII, Ediciones Laffont, 1987, París.
  3. M. Proust, El tiempo recobrado, pp. 279, Alianza Editorial, 1984, Madrid.
  4. E. Fink, La filosofía de Nietzsche, pp. 205, Alianza Editorial, 1979, Madrid.
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