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7 poetas peruanos de los 70

jueves 12 de marzo de 2020
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Auki
La revista Auki, que en los años 70 publicaba el grupo literario peruano del mismo nombre. Fotografía: Vallejo&Co.

Los años setenta fueron testigos de la producción poética quizá más rica y variada del siglo en el Perú. Todas las tendencias y estilos incubados en las décadas anteriores fueron llevados a sus últimas consecuencias. Pero nuevamente parece cobrar vida, bajo formas distintas, la vieja contradicción entre la calle y la torre de marfil.

Son la “otra poesía de los setenta”, de gran calidad, pero puesta, inexplicablemente, de lado por la crítica.

Ya no son los poetas militantes del PC o del Apra, sino un conjunto de poetas provincianos en su mayoría y que surgen en un país donde se verifica una crisis de representación política y una crisis institucional. Pero además donde es indetenible la avalancha de la migración interna y el centralismo cada vez es más escandaloso. Nacen a la vida literaria y universitaria con la dictadura militar. Oviedo (Estos 13) los llama populistas o sea burgueses o pequeñoburgueses radicales. Ellos manejan un lenguaje socializante y marxistoide, pero se ven a sí mismos como socialistas. Son anticentralistas, antioligárquicos y parricidas. Son lo más parecido a los dadaístas y surrealistas que hemos tenido, no por sus discursos poéticos, sino por su forma de agitación cultural, siempre apelando al escándalo y a la pose tremendista. Nuevamente la dicotomía entre la aventura y el orden, pero también la dicotomía entre la poesía de la “calle” y la poesía de “salón”.

Hora Zero copó todo el espacio generacional posible. Fueron la vanguardia y todo lo que quedó fuera de Hora Zero y Kloaka, un movimiento epigonal, no existió o fue una excepción, que la crítica oficial no se tomó la molestia de detectar. Con excepción de José Watanabe y Abelardo Sánchez León.

Existían, sin embargo, otros grupos que se expresaban a través de revistas universitarias de efímera existencia como Ave Destino, Auki, Tallo de Habas, Pez Soluble, Disturbios, Calandria y otras; poetas que representaban un lirismo menos violento, más reflexivo e intimista, entre otros Luz María Sarria, Óscar Aragón, Mito Tumi, Carlos Guevara, Sigifredo Burneo y Luis Alberto Castillo. Son la “otra poesía de los setenta”, de gran calidad, pero puesta, inexplicablemente, de lado por la crítica.

 

Luz María Sarria (Lima, 1949)

Canto

Tanto esperé por ti
que empecé a encontrar ágatas en la pared
y comprendí que algo se expande a través del fervor
Tanto esperé por ti que te pareces a mí
como una empecinada milésima donde influye todo el mar
te pareces a mí desde hace tiempo
como una flauta dulce a medianoche
como el agua tiene algo que ver con el aire
o como un astro rodea un simple pensamiento
¿TÚ SABES LO QUE ES UN ASTRO QUE RODEA UN SOLO PENSAMIENTO?

 

Óscar Aragón (Lima, 1950)

Ahora que los gusanos

Ahora que los gusanos
Acabaron su gloriosa ronda
Sobre vuestros cráneos
Y son ustedes fotografías
O invitaciones a misas recordatorias
Me pregunto
Si estos niños que pasean
Sus risas
Sus peleas
Por todos los rincones de la casa
No son un poco ustedes
Renacidos en los profundos
Misterios de la sangre
Que persiste.

 

Mito Tumi (Talara, 1951)

Hotel Printania, 1932

Lo mejor será escribir que ahora ya soy libre.
Los momentos perfectos fueron tan inútiles
como las sílabas torpes que ha escrito mi mano
o la imagen del último paseo junto a la dársena.
El tren parte en sesenta minutos. Ningún indicio,
nada empaña la transparencia de mi conocimiento.
Sobre qué ciudad, bajo qué párpados ocultarme,
ahora que soy libre y un instante se parece a otro.
A repetir bajo otro cielo la misma imperfección
de los días, la vanidad de mi aliento y de mi sombra,
a reconocer en la grata humedad del vino y del amor
lo efímero de la ola sobre la escollera.
La noche avanza sobre la estación y yo debo partir.
Nada ni nadie testimonia mi existencia. Soy libre:
no me queda ninguna razón para vivir.

 

Luis Alberto Castillo (Piura, 1951)

Melibea negada por las palomas de la Plaza San Francisco
yo habité tu templo
y nadie se percató de mi presencia
y en la morada de los dioses yo habité las garras del suicidio
más allá de los días en que fuimos ese poema que nunca te pude escribir
a la vuelta de un boleto de tren
Melibea estás ahí saltando de la torre abrigándote en mi chaqueta
………..verde-olivo
Cuando caminamos por este puente en el invierno más cruel en Lima
Melibea desnuda sobre mi hoja en blanco
Sangran tus senos violeta
………..El coro repite la última estrofa de tu canto
y fue entonces que abrí la ventana
……………………………………………..y era la noche oscura

 

Carlos Guevara (Piura, 1952)

Puerta dorada

Pequeña y hermosa Sita,
Mujer de VaSuDeVa,
ayuda con tu devastadora fuerza
y haz que sea música,
sol,
ecuación de oro.
Haz que florezca una sonrisa
en mi negro rostro
y recuerda mi nombre
en el resto de tiempo
que me queda.
Este es mi cuerpo,
esta mi habitación
con luna verde en el espacio;
estas mis manos
convertidas en pescado.
Cascabel del Oriente,
aquí amanezco pronunciando
tu nombre al orinar
o defecar
en el atroz lugar de las fronteras.

 

Sigifredo Burneo Sánchez (Piura, 1952)

Cantarella

Días aciagos que me deparaste, destino, interminables
horas de vergüenza, inclementes tardes desoladas
a que arribé desde la infancia.
Se cubrieron de oprobio mis actos más solemnes.
Hoy me asomo a la puerta del jardín: miro crecer
los rosedales sembrados en nombre del amor
y es una desgracia ver cómo llueve en esta soledad.
Sin alternativas, ¡oh cantarella! veneno de los Borgia…

 

Edgar O’Hara (Lima, 1954)

Aladierna

Perdure el brillo de la tela de araña
lo que arde el rocío en disiparse

en mínimas celadas

así por la maestría

de un rapto de luz que a duras penas
ejecute entre pétalos su fugaz testamento.

Carlos Orellana
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