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Los ovarios de Madame Bovary

martes 8 de junio de 2021
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Madame Bovary
La publicación de Madame Bovary fue todo un escándalo en 1856, a tal punto que la Iglesia católica la coloca de inmediato en el Índice de libros prohibidos. Detalle de portada de “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert, en edición de Bantam Books de 1962.
A la memoria de Freddy Castillo Castellanos

Sibilino es sin duda el título de este ensayo. Sin embargo, toda persona medianamente culta conoce a esta famosa mujer francesa, la antiheroína de ficción inmortalizada por el gran escritor realista Gustave Flaubert en el pacato siglo XIX. La publicación de esta novela con título de Madame Bovary fue todo un escándalo en 1856, a tal punto que la Iglesia católica la coloca de inmediato en el Índice de libros prohibidos, para hacer compañía allí a Émile Zola, Honoré de Balzac y Jean Paul Sartre, para sólo mencionar escritores galos.

Pero otros genios de la literatura la alabaron hasta el frenesí: Marcel Proust, Milan Kundera y el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El peruano escribe La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, un breve y delicioso ensayo que no ceso de revisar. Esta gigantesca obra literaria hasta creó una palabra de uso psiquiátrico: bovarismo; es decir, el síndrome que sufren algunas personas al desprenderse de la realidad por la ilusión que provoca la lectura de obras literarias. Por eso se dice que la bella joven Emma Bovary es el Quijote francés: una huella cervantina en Flaubert.

La novela se llama Madame Bovary y tiene un argumento bastante simple, pero el tratamiento que le da el autor hará de ella uno de los monumentos literarios del siglo XIX: es poema en prosa. Emma Bovary es una bella chica provinciana lectora voraz de novelas románticas que tiene enormes expectativas vitales, romances, viajes, aventuras. Contrae matrimonio llena de expectativas e ilusiones con un médico viudo, Charles Bovary, que resulta ser un simplón y rutinario hombre que no llena sus expectativas. Ella le es infiel con hombres, Léon y Rodolphe. Sufre enormemente por ellos hasta enfermarse de gravedad, se endeuda de manera impagable para conservarlos a su lado, arruinando con ello a su familia. Es abandonada por sus amantes, y en un acto desesperado se suicida con arsénico, dejando a una niña huérfana y a un marido enamorado de su recuerdo sumido en la pobreza.

De lo que ahora se trata es que la crítica literaria no se hace desde la literatura, sino que se apoya en otras ciencias.

Esta extraordinaria novela ha sido objeto de muchos estudios, uno de los cuales leí varias veces: La orgía perpetua, escrita por el ahora Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. En 1972 Jean Paul Sartre le dedica a Flaubert un voluminoso ensayo titulado El idiota de la familia. Son ensayos críticos de la literatura hechos por literatos.

Pero de lo que ahora se trata es que la crítica literaria no se hace desde la literatura, sino que se apoya en otras ciencias. Quien escribe examinó a un autor autodidacta venezolano, Rafael Domingo Silva Uzcátegui, quien, desde la psiquiatría del siglo XIX del criminalista Lombroso y el médico judío Max Nordau y su polémico libro Degenerados (1892), ataca de forma desconsiderada e inclemente a los poetas de fin de siglo: Edgar Allan Poe, Baudelaire, Whitman, Mallarmé, Lautréamont, y a los hispanoamericanos y modernistas Rubén Darío y Leopoldo Lugones, a quienes considera unos degenerados, alcohólicos, enfermos mentales que han producido una literatura anormal, psiquiátrica, desequilibrada, afeminada y completamente antiamericana.

Otra crítica literaria, esta vez mixta, es la del psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque, quien desde la ciencia de la genética de los años 1960 y la filosofía fenomenológica de Wilhelm Dilthey y Edmund Husserl, examina la literatura hispanoamericana, para desde allí determinar la enorme carga psicopática y criminal de los conquistadores españoles del siglo XVI que aún en la actualidad observamos en Hispanoamérica. Nos referimos a su muy polémica y discutible obra Los viajeros de Indias, editada en 1962 y a quien le dediqué un ensayo crítico en 1992.

Gracias a otra ciencia, recién conformada en los años 1930, la etología, del Nobel en Medicina Konrad Lorenz, pude comprender y analizar las actitudes altruistas de los miembros de las cofradías o hermandades religiosas coloniales caroreñas y venezolanas en un largo período temporal de cuatro siglos. Es la ciencia natural que se pone al servicio de la ciencia de la historia como lo postula Lucien Febvre, fundador con Marc Bloch de la Escuela de los Annales en 1929.

Pero la pseudociencia (Mario Bunge) que ha tenido formidable éxito en la crítica de la literatura ha sido a no dudar el psicoanálisis freudiano. Desde que aparece La interpretación de los sueños a principios del siglo XX hasta las obras de la madurez de Sigmund Freud (1858-1939), la herramienta psicoanalítica no ha tenido pausas en su utilización por los críticos de la literatura de cualquier parte del globo. ¿Quién no ha oído hablar del complejo de Edipo freudiano? Es más, Harold Bloom se atreve a afirmar que el médico vienés se apropia de la literatura de Shakespeare para edificar su psicoanálisis.

Ahora le toca el turno a la crítica literaria desde la óptica de otro gigante del pensamiento decimonónico: el naturalista inglés Charles Darwin y su aceptada teoría de la evolución de las especies que se da a conocer para conmoción universal en 1859. Hizo entonces Darwin una profecía: si se conociera el árbol genealógico de los grupos humanos, se podría extraer de él el de las lenguas. Y son dos estadounidenses, David Barash y su hija Nanelle Barash, quienes en 2005 editaron la obra que da título al presente ensayo: Los ovarios de Madame Bovary: una visión darwiniana de la literatura.

David Barash es doctor en Zoología y Psicología Evolutiva, labora en la Universidad de Washington en Seattle y es autor de un libro que llegó tempranamente a Venezuela: La liebre y la tortuga: el conflicto entre cultura y biología en los asuntos humanos (1986). Más recientemente aparecerán Fuera del Edén: las sorprendentes consecuencias de la poligamia (2016) y Biología budista: la antigua sabiduría oriental se encuentra con la ciencia occidental moderna (2013); conjuntamente con la psiquiatra Judith Lipton escribirá El mito de la monogamia: fidelidad e infidelidad en animales y personas (2001), entre otros polémicos y desconcertantes ensayos. Estos pasmosos títulos de estas obras son singularmente sorprendentes y chocan con nuestras tradicionales y enraizadas maneras de pensar y actuar en sociedad, ancladas acá en Hispanoamérica y aún en el tercer milenio, en las ordenanzas del santo Concilio de Trento, cónclave convocado por la Iglesia católica en el XVI. De haber existido aun el Índice de libros prohibidos de la Iglesia romana, hubiese proscrito y condenado de una buena vez los libros y ensayos del doctor David Barash, su hija, sus colaboradores.

La ficción literaria está repleta de conductas similares a todos los seres humanos, que son competencia y selección sexual.

Las ideas de los Barash son fáciles de comprender: las infidelidades matrimoniales de la señora Emma Bovary (y de otras señoras), si bien son hechos que la cultura de Occidente abomina y aborrece, sin embargo son conductas filogenéticas primordiales muy antiguas. La hembra de nuestra especie buscará afanosamente la pareja que le dará mejores resultados en el acto de apareamiento: protección, resguardo, y por ello busca al macho mejor dotado y que esté dotado de mejores genes. Sus óvulos son un tesoro muy escaso que deben estar en consecuencia a buen resguardo. Esta conducta reprobada por las religiones monoteístas será, empero, la que garantice el éxito de la especie humana.

El varón de la especie humana tiene, de manera semejante a la hembra, inclinaciones hacia la poligamia poligínica antediluviana. Produce millones de espermatozoides todos los días y todos los años, por lo que su afán de mejor repartirlos no conoce desaliento. El ser humano es en consecuencia contrario a la monogamia que pregonan judaísmo y cristianismo. La evidencia indica que no ha evolucionado para mantener únicamente relacionas monógamas. La ficción literaria está repleta de conductas similares a todos los seres humanos, que son competencia y selección sexual, búsqueda de recursos reproductivos relevantes, para emplear el argot darwiniano.

El recientemente fallecido crítico literario estadounidense Harold Bloom no incluyó etología y psicología evolutiva en su ultrapolémico libro El canon occidental, lo cual me hace pensar que era refractario y antagónico a todo escenario de “darwinismo literario”.

Los ovarios de Madame Bovary es el único libro que tenemos a la disposición los hablantes del castellano, y cuyo título fue cambiado maliciosamente al mucho menos atractivo de Zorros, ciencia, erizos y literatura. El darwinismo, dicen algunos, es un hecho probado por la ciencia empírica que será más útil que las incomprensibles jugarretas de palabras de un Derrida, el deconstruccionismo y el posestructuralismo francés. La biología ha tomado por asalto las humanidades, lo que habrá de reconciliar “las dos culturas” de las cuales se refirió en célebre conferencia el profesor estadounidense C. P. Snow en 1959.

Siguiendo esta línea de pensamiento podemos inferir, con el científico cognitivo canadiense Steve Pinker, que el lenguaje fue creado como una adaptación muy necesaria para nuestra supervivencia, pero que la literatura no es sino un simple accidente evolutivo que no garantiza la trasmisión de nuestros genes. Lo cierto es que un nuevo enfoque de la literatura está en ciernes. Descubrimientos muy recientes como los del neurobiólogo italiano Giacomo Rizzalotti y las “neuronas espejo” son apenas la punta del iceberg que se nos viene encima. La crítica bioliteraria está ya con nosotros y la biología del adulterio de los Barash es una muestra de ello. El viejo conflicto entre naturaleza y cultura tiene desde ahora nueva lectura. Mientras él se resuelve, si es que alguna vez se resuelve, disfrutemos de la lectura de las dos adúlteras más famosas de la literatura universal: Ana Karenina y Madame Bovary.

 

Referencias

  • Barash, David, y Nanelle Barash. Los ovarios de Madame Bovary. Este libro, que tiene el título original en otras lenguas de la obra de los Barash, ha sido torpemente cambiado al de Zorros, ciencia, erizos y literatura.
  • Barash, David, y Nanelle Barash. Zorros, ciencia, erizos y literatura. Grupo Editorial Norma, Editorial Belacqva. Barcelona, 2008. 288 págs.
  • Bloch, Marc, Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor, Fondo Editorial Buría. Caracas, Barquisimeto, Venezuela, 1986. 232 págs.
  • Bloom, Harold. El canon occidental. La escuela y los libros de todas las épocas. Editorial Anagrama, Barcelona, 2006. 585 págs.
  • Cortés Riera, Luis Eduardo. Análisis crítico de Los viajeros de Indias de Francisco Herrera Luque. Barquisimeto, Venezuela, 1992.
  • Febvre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Península, Barcelona, 1992. 136 págs.
  • Flaubert, Gustave. Madame Bovary. Editorial Austral, Buenos Aires, Argentina, 2009. 392 págs.
  • Freud, Sigmund. La interpretación de los sueños. Alianza Editorial. Madrid, España, 2008. 432 págs.
  • Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary. Editorial Bruguera. Barcelona, España, 1975. 277 págs.
Luis Eduardo Cortés Riera
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