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Dos relatos de Carlett Decker Santistevan

domingo 24 de mayo de 2020
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Dos relatos de Carlett Decker Santistevan
Con resignación, se sube a un bus que la llevará a la jaula de la cual esperaba poder huir hoy.

Papeles de la pandemia, antología digital por los 24 años de Letralia

Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2020 en su 24º aniversario

Números escondidos

El calor de invierno me levanta de un profundo sueño. Miro la ventana, el día ha comenzado. Me estiro con pocas ganas y prendo el televisor. Una mujer reporta que son 10.000 contagiados y 452 muertos. Todos sabemos que esa cifra no es real, ¿cómo es posible que haya 452 muertos en Ecuador por el virus? Sólo en Guayaquil han recogido más de quinientos fallecidos en casa las últimas semanas. Muchos de ellos estuvieron esperando que lleguen a hacerles la prueba. Nunca llegaron los del ministerio. No puedo evitar preguntarme: ¿mi padre forma parte de los muertos oficiales o de los números escondidos?

Muchas familias esperan que los cuerpos inertes de sus seres queridos sean recogidos por uno, dos y hasta tres días. En mi caso, se tardaron dos días en recoger el cuerpo mientras, minuto a minuto, veía el cuerpo de mi héroe descomponerse. Tuve que acudir a medios de comunicación para denunciar mi situación. Fue sólo así que el ministerio se tomó la molestia de venir a la casa y llevarse a mi padre. Antes que eso ocurra, esperaba con desesperanza y resignación, ya sabía que con la llegada de la ambulancia no iba a encontrar paz ni alivio. La realidad es que, una vez que se llevan el cadáver, no lo vuelves a ver. No hay la posibilidad de decir adiós, a cambio recibiré una urna llena de cenizas. Cenizas de mi padre, mezcladas con las de otras víctimas de esta pandemia. Después de todo, los están cremando en grupo. ¿Cómo puedes separar un polvo del otro?

Ante mis ojos veo el sistema de salud colapsar, no sólo en el país sino en todo el mundo. Es ahora cuando se ve que la diferencia entre el primer mundo y el tercer mundo no es real, más bien es una construcción social, una ilusión. Las instrucciones globales son que evitemos acercarnos a nuestras familias, compañeros, enemigos. Yo hice todo lo que podía mientras esperaba que le fueran a hacer la prueba a mi padre. Procuré que comiera sano, evité tocarlo, incluso cuando sólo quería abrazarlo y acompañarlo en su dolor. Nada de eso fue suficiente, ahora no queda nada de mi familia. Soy el último eslabón. Una vez esto acabe, tendré que enfrentar este nuevo mundo por mi propia cuenta. Un lugar desconocido y con pocos vestigios de lo que alguna vez fue mi realidad.

 

Las lágrimas ruedan por su rostro. Ella sabe que no tiene a dónde ir.

Salida de bus

Ileana se está mirando en el espejo desnuda, ve una desconocida en su reflejo. ¿De quién son esos moretones en las costillas? ¿Cómo se hizo aquel corte en la ceja? ¿En qué momento las cosas escalaron tanto de nivel? Se cubre con una toalla mientras evita verse a los ojos, avergonzada. Se arregla un poco el cabello y sale del baño. En su cuarto, ata sus zapatos y coge una maleta grande, esas que parecen de excursión. En la puerta de su casa mira su alrededor, despidiéndose en silencio. Ileana ha decidido que hoy es el día que va a cambiar su realidad.

En el terminal terrestre de Guayaquil, recorre los diferentes puntos de venta, buscando aquel que la va a llevar a Quito. Hay un caos que incluso para el terminal resulta extraño y alarmante. La fila para comprar boletos a la capital está larga por lo que, cuando llega su turno, le indican que hay asientos para el bus de las 7 de la noche. Sin otra opción compra el boleto, faltan cuatro horas para poder salir.

Mientras hace tiempo en el patio de comidas, ve a su alrededor varia gente alborotada e inquieta. Nota que algunos pasajeros están usando mascarillas y guantes. De repente, en las pantallas del patio la programación es interrumpida por una cadena nacional. Lenín Moreno junto a sus titiriteros habla de una crisis de salubridad que está afrontando la ciudadanía; anuncia que el día de hoy se presentaron cien casos confirmados de Covid-19 y, como medida de precaución, ha dictado un toque de queda que comenzará a las 16h00 y durará hasta las 05h00 del día siguiente. También hay un cierre de fronteras en el Guayas. Nadie entra, nadie sale.

Una vez anunciadas las medidas, todos los pasajeros corren a los puestos de venta de boletos. Ileana se queda en su asiento, en shock. Siente una presión en el pecho y sus manos comienzan a temblar. ¿Por qué hoy? ¿No podía ser mañana? Mañana ya estaría lejos, esta realidad sería su pasado. Sin fuerzas, se dirige a donde compró el ticket de ida, en donde uno de los vendedores está con un megáfono diciendo que se devolverá el dinero a los boletos comprados. A lo guayaquileño, la gente trata de formar una especie de fila sin principio y sin final. Ileana se aleja y va a la estación de buses urbanos.

Afuera se encuentra con la misma desorganización de adentro. Las personas están subiendo en manada a las diferentes líneas de buses y el pánico está presente en cada accionar. Falta poco para que comience el toque de queda. Sin saber qué hacer, Ileana se sienta en una banca y contempla el caos a su alrededor. Parece una proyección de todas las emociones que está sintiendo en su interior. Las lágrimas ruedan por su rostro. Ella sabe que no tiene a dónde ir. Está sola. No tiene más opciones. Con resignación, se sube a un bus que la llevará a la jaula de la cual esperaba poder huir hoy.

Carlett Decker Santistevan
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