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Hiram Lozada Pérez
“Escribo para ser leído con gusto y curiosidad”

domingo 17 de julio de 2016
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Hiram Lozada Pérez
Lozada Pérez: “Los años me dieron madurez y ocio creativo”.

Hiram Lozada Pérez (Puerto Rico, 1951) es egresado de derecho de la Universidad de Puerto Rico (1977). En los pasados años, Lozada Pérez ha hilvanado su corpus literario desde el ensayo (2014), el cuento (2011), la poesía (2013) y la novela (2008, 2014, 2015), destacándose dentro de este último género. Don Hiram es parte de una cepa de puertorriqueños que cumplió cárcel por violar la ley del imperio dentro del sistema carcelario de los Estados Unidos en Puerto Rico. Lo hizo por actos de desobediencia civil contra la presencia militar de los Estados Unidos en la isla municipio de Culebra, Puerto Rico (1971), volviéndolo a hacer en Vieques (2002) cuando ya la oposición a la presencia de la Marina de Guerra estadounidense gozaba del favor de sectores de todo el espectro político del país. Parte de su trabajo creativo ha sido premiado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña (2008, 2011, 2014) y el Pen Club de Puerto Rico (2014). Hiram se ha tomado su tiempo para intercambiar unas palabras por escrito dentro del contexto de su trabajo-creativo y su novela más reciente, Los muertos se visten de blanco (Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2015). Les comparto con vosotros de la misma forma que las compartiera conmigo.

—Acaba de publicar su tercera novela. Me refiero a Los muertos se visten de blanco (2015). En 2014 nos obsequió María Madiba (Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2014), y, poco antes, en 2008 publicó Los días de abril (Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2008). ¿De qué trata esta tercera novela? ¿Cómo inserta su trabajo creativo como abogado con su quehacer literario y político?

Mi hábito de narrador y mi oficio de abogado tienen relación directa.

Los muertos se visten de blanco —que es en realidad una novela de muertes y pasiones— toma prestados elementos de la novela policíaca de tinte negro. Primero, hay un crimen horrible, una masacre; luego, el detective, en este caso, sargento de la Policía de Puerto Rico; una investigación azarosa y finalmente, la solución, en este caso, difusa. Pero mi novela toma otros giros. En la novela policíaca típica, la solución del crimen es mediante el uso de la razón y la lógica. Aquí al protagonista lo guía la pasión, no la razón. Es obviamente un rasgo de estos tiempos. Perdimos las utopías de la Ilustración, dudamos de la razón y ya no estamos seguros de que algún día impere en este mundo la inteligencia (Borges lo dijo en un verso memorable: “Los únicos paraísos son los perdidos”). Puede que un lector optimista encuentre en la novela alguna señal de esperanza en un mundo degradado. Pero no fue mi intención.

Mi hábito de narrador y mi oficio de abogado tienen relación directa. En ambos menesteres el lenguaje, la historia y la ficción se entrecruzan.

Los días de abril (2008) fue su primera novela. La comenzó en una prisión de los Estados Unidos, dentro del territorio constitucional de Puerto Rico. ¿Por qué titular una de sus novelas con unos días de abril? ¿Qué tuvieron de particular esos días en la formación del contenido de todo el trabajo creativo realizado que le lleva a imponerse sobre el título de toda la obra? ¿Cómo integra su experiencia de vida en su propio quehacer creativo literario hoy en Puerto Rico?

Los días de abril, en cambio, es una novela de esperanzas. Abril celebra la primavera, los cambios y los reinicios. En la novela se canta al valor, al perdón y a la reconciliación. Comencé a escribirla durante la primavera de 2002, cuando estuve preso en la cárcel federal, a raíz de actos de desobediencia civil contra la Marina de Estados Unidos en Vieques. Así que me fue fácil narrar la experiencia de estar encarcelado (en 1971 estuve preso tres meses por razones similares en Culebra). El personaje es un preso político que duda del valor de sus actos en un mundo sin redención. Al final sugiero que el amor y la reconciliación son los valores que realmente importan. Puede parecer cursi, pero no hay nada malo en la cursilería, si te hace feliz.

El autor de novelas pone en cada una pedazos de su vida (le corresponde al lector detectarlos). Si así no fuera, no tendría sentido alguno escribirlas. Pero un buen narrador esconde su vida a la simple vista y escribe sin desnudarse todo. Las sutilezas y los silencios del lenguaje son las claves del arte de narrar.

—Si compara María Madiba (2014) con Los muertos se visten de blanco (2015) y Los días de abril (2008), ¿qué diferencias observa en su propio trabajo creativo literario? ¿Qué es aquello que ha aprendido dentro del proceso creativo de dar forma y contenido a un proyecto creativo como lo es una novela y sus otros trabajos dentro de los marcos literarios de otros géneros (cuentos, poemas y ensayos)?

Escribir una buena novela es un reto y el acto supremo de la voluntad de escribir.

Los días de abril surge de experiencias y vivencias personales. María Madiba nace de mis lecturas y del intento de encontrar otro lenguaje (la considero mi mejor novela y temo no superarla). Los muertos se visten de blanco nació del impacto de las imágenes en el recuerdo y en los medios.

Escribir una buena novela es un reto y el acto supremo de la voluntad de escribir. Se trata de crear otro universo con sus propios mitos y leyes físicas y morales. La buena novela secuestra al lector y lo lleva a su propio mundo. Si no es así, la novela no se logra. Cuando un lector de María Madiba me dice que la leyó más de una vez —porque se sumergió en su encantamiento—, siento que logré mi propósito: impactar y entretener.

Escribo para ser leído con gusto y curiosidad, para envolver al lector en el espacio mágico de la novela.

Sin embargo, la buena novela no es escapista. Es un acto de compromiso con el entorno social. Pero eso no tiene que ser evidente.

En mi caso, escribo cuentos, poemas y ensayos para mantenerme en forma. Creo que he escrito algunos de cierto valor. Véanse La desaparición de Jane Montgomery (2011, cuentos), Poesía necesaria (2013) y El país de la queja (2014, ensayos).

—Don Hiram, ¿cómo visualiza su trabajo creativo de carácter literario con el de su núcleo generacional de escritores en Puerto Rico?

—¿Qué es eso de “núcleo generacional”? Si te refieres a un momento literario, creo que soy de los discípulos de Laguerre, René Marqués, Díaz Valcárcel y después, de Luis Rafael Sánchez, en lo que respecta a nuestra nación. En nuestra América, somos producto de la influencia de Rulfo, Carpentier, Borges, Cortázar y García Márquez, al menos, en mi caso. Pero no creo que se trate de un núcleo generacional. Comparto con escritores de diversas generaciones o edades. Por el otro lado, no sé si pertenezco a alguna “escuela” literaria. Puede que con los escritores y poetas que publican con Isla Negra hay unos gustos compartidos. Pienso que hay un afán de renovación que nos impulsa y reta. Quizás por eso, en mi caso, cada novela es un experimento.

Soy definitivamente un autor puertorriqueño. No me concibo de otra forma.

—¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico, y la de sus pares, bien sean escritores de novela, poesía, cuentos o ensayos?

—En nuestro país la “recepción” del trabajo creativo no es satisfactoria. Hay problemas de costos y mercados. De los pasatiempos, leer es el último en la lista.

—Sé que es natural de Carolina, Puerto Rico. Una cosa es Carolina, otra es Isla Verde. ¿Se considera un autor puertorriqueño o no? O, más bien, un autor que ha trascendido más de un género literario, sea esta literatura puertorriqueña o no. ¿Por qué?

—Soy definitivamente un autor puertorriqueño. No me concibo de otra forma. Este país nutrió mi estómago, mis amores, recuerdos, miedos y pasiones. Por eso escribo.

—¿Cómo integra su identidad étnica y su ideología política con o en su trabajo creativo literario?

—Mi identidad étnica e ideológica van unidas sin separación posible. Que sea el lector quien lo descubra.

—Su trabajo creativo literario no es incipiente, pero sí muy fecundo en los años recientes. ¿Cómo relaciona el desarrollo de su trabajo creativo con su lectura particular de la vida y su propio quehacer diario hoy?

—Los años me dieron madurez y ocio creativo.

—¿Qué diferencias observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción de sus compañeros de viaje o aventura creativo-literaria con su trabajo creativo y la temática o las temáticas que aborda en el mismo?

—La recepción a mis trabajos creativos es producto de sus atributos. Los amigos y amigas que me leen manifiestan que son buenas mis novelas y malas mis poesías.

—¿Qué otros proyectos creativo-literarios tiene pendientes?

—Cuentos y novelas y ninguna poesía.

Wilkins Román Samot

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