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Ana María Fuster Lavín: “Leer es mi vida, mi salvación”

domingo 7 de agosto de 2016
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Ana María Fuster Lavín
Ana María Fuster Lavín: “Yo escribo desde mi realidad, desde la época y el lugar donde se desarrolla”.

Ana María Fuster Lavín (Puerto Rico, 1967) es egresada de la Universidad de Puerto Rico, donde se formó en Música y Literatura (M.A., Estudios Hispánicos). Ana María ha sido escritora, editora, correctora, redactora y columnista de prensa cultural. Es madre y la principal fanática de su hijo, jugador de fútbol, su centro del universo. Ha incursionado en casi todos los géneros literarios, tales como el ensayo, la poesía, el cuento y la novela. Su trabajo creativo ha sido publicado en su país de origen, Puerto Rico, y en Cuba, República Dominicana, México, Uruguay, España, Argentina, Suecia, Francia e Italia. Parte de su obra creativa ha sido traducida al inglés, portugués e italiano. Su obra también ha sido premiada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña (Verdades caprichosas, 2002; El libro de las sombras, 2006) y el Pen Club de Puerto Rico (Réquiem, 2005). Ana María es y ha sido una voz libre y propia desde que rompió a escribir, desde que liberó la palabra para hacerla suya, no tuya. Sé que, aun así, es y ha sido una autora muy querida tanto por ti como entre sus pares o su generación de escritores. Su blog personal es Silencios de papel. Doña Ana María ha tenido paciencia y me ha contestado unas preguntas sobre su trabajo creativo y su último proyecto de microcuentos publicado.

—En 2015 volvió con sus cuentos. La tirada se agotó, y les han vuelto a sacar en segunda edición en 2016. Lo suyo son cuentos, y algo menos, cuentos cortos. ¿De cuál carnaval trata en Carnaval de sangre (2015, 2016)? ¿Cómo surgieron a la vida estos nuevos cuentos cortos? ¿Cómo inserta este y todo su anterior trabajo creativo con su formación en música y literatura hispánica?

—Este libro se trata del carnaval nuestro de cada día, desde todos los aspectos de lo que somos, lo que aceptamos que somos y lo que ocultamos de ese lado oscuro que todos tenemos, es poesía, es realidad cruda, es romántico, también tierno y muy cruel y caprichoso. Un carnaval de pinceladas de lo que somos, incluyendo las pesadillas, pasiones y temores. Esas son las máscaras del carnaval. Por eso mismo dividí el libro en cuatro partes:

I. Sin ojos: habitantes de la ciudad silente; es crítica social, urbana, humor negro, reflexión sobre las rutinas, la apatía social ante los “otros”, y siempre, la soledad, la falta de solidaridad, la falta de equidad.

Escribo poesía con ritmo y estos cuentos breves tienen su ritmo interior, unos son heavy metal, otros son baladas, música clásica y también caricias del silencio.  

II. Bajo la cama: trece días en el abismo y un final feliz (que fue la primera parte que escribí del libro) es un cuento gótico-sicológico-erótico (fragmentado) dividido en microcuentos, sobre una mujer que ha enloquecido, la soledad como refugio al haber matado a su familia que no acepta su lesbianismo (por razones religiosas), en las noches se transporta junto al insomnio (que es un personaje fantasmagórico) a otro mundo laberíntico debajo de su cama. Hasta que se reconoce a sí misma, a su amor, y comienza a liberar sus miedos, sintiendo nuevamente la fuerza de amar, de la pasión.

III. Carnaval de voces y sueños: amores caníbales; esta sección son micros que entran en la metaliteratura, el acto de escribir, de las voces que nos hablan y nos obligan, sobre la creatividad, también son líricos, góticos, eróticos, divertimentos, algunos crueles también.

IV. Los placeres de la muerte: carnaval de sangre; esta parte regresa a la atmósfera de la primera con pinceladas también de las dos anteriores, trata el lado cruel del ser humano, mucho humor negro, que refleja nuestros dolores, que critica nuestro lado oscuro, a veces el más ridículo hasta siempre en una cuerda floja entre la cordura y la locura.

¿Cómo se me ocurrió que era ya un libro? Fue estando en España el año pasado, fui invitada como narradora (durante la Feria del Libro de Madrid) a Diablos Azules, un maravilloso bar literario en el barrio de Chuecas (lamentablemente, después de más de una década, cerró sus puertas a principios de este año). El ciclo de lecturas era de cuentos breves, allí leí ocho de las historias que están en este libro, y mis amigos allí Laura Muñoz Hermida, Ángel Pérez, Adrián Gualdoni, Marcelo Luján, me preguntaron cuándo salía el libro, y claro, ¡este es ya un libro! Cuando regresé a Puerto Rico a mediados de junio me senté a revisar, corregir, editar durante cuatro meses de forma intensiva (claro, ya había trabajado estos cuentos desde un mismo documento de Word, durante dos años).

¿Cómo inserto este libro con los anteriores y con mis estudios en música y literatura? Uno es producto, claro, de sus experiencias anteriores, de la disciplina de trabajo, de las experiencias vividas, sin estancarnos, evolucionando a cada momento para no morir de apatías y esas aguas estancadas de la rutina. La música está en el ritmo, escribo poesía con ritmo y estos cuentos breves tienen su ritmo interior, unos son heavy metal, otros son baladas, música clásica y también caricias del silencio. Sobre mis estudios de literatura, lo son todo, leer es mi vida, mi salvación. Y del género del microrrelato, cuento breve, microcuento, hay tantas maravillas… (Ya había trabajado cuentos breves en mi libro Bocetos de una ciudad silente).

—Ya va más de una década desde Verdades caprichosas (2002). Fue su primera colección de cuentos personal publicada, ¿no? ¿Qué verdades caprichosas fueron esas que se hicieron cuentos cuando tomó la palabra? ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Quién tuvo el capricho de silenciar su voz?

Verdades caprichosas sí fue mi primer libro publicado, lo publiqué con 34 años. Escribía desde la escuela secundaria, y es que era extremadamente tímida. Escribía y esa era la voz con la que gritaba mi mente, mi corazón, mi soledad. Claro, leer mucho es el detonante para darle forma a esas voces interiores que te cuentan sus historias, sus sentires. Mi abuela materna, en España, Hortensia, siempre escribió poesía, y cuando pasaba los veranos allá siempre me contaba las historias de su familia, de la guerra civil, de cuando conoció a mi abuelo; conocí los dolores de la dictadura de Franco, ella me enviaba postales con poemas. Todo esto fue llevándome a la inevitable y maravillosa obsesión por escribir.

“Carnaval de sangre”, de Ana María Fuster Lavín¿Por qué no publiqué antes? Veamos, quise estudiar y formarme bien primero. Respeto tanto, tanto el mundo de la literatura que no podía, así porque sí, decirme ahí voy. Claro, eso y algunas experiencias duras que tuve (hacia los 17, 18 años, hacia 1985) que me rompieron por un tiempo las voces internas de la creatividad. Entonces me dediqué a leer, reseñar, bosquejar, escribir ensayos, hice los estudios de bachillerato y maestría en Estudios Hispánicos. Además, publicar en la época pre-Internet, pre redes sociales, etc., era mucho más difícil…

Retomé la escritura hacia mediados de los noventa, trabajando en una editorial de libros escolares, le enseñé los cuentos sólo al editor de arte, José Fortuño. Con el tiempo perdimos el contacto. Escribí muchos cuentos en los noventa. Publiqué en Claridad alguno. Mis primeros escritos fueron publicados en Claridad y en prensa virtual extranjera. De momento, entre 1998 y 2002, muchas fichas de mi vida se reconstruyeron para darle voz y camino a esa inmensa autopista desierta en la que me encontraba. Por un lado, tuve por primera vez acceso a Internet. Me reencontré con amistades maravillosas y conocí nuevas personas. José Fortuño (que no tiene que ver con el gobernador) me escribió para que publicara ya esos cuentos, y me atreví en momentos en que salía de un matrimonio que era una montaña rusa, que tuve a mi hijo Miguel maravilloso, que cuando lo miré a los ojos me dije ahora o nunca. Mi hijo me ha dado el camino, sabiduría, entereza, valor, para seguir viviendo, para luchar, para crear, para levantarme no importa cuántas veces caiga, así mismo con los libros.

Por otro lado, conocí un grupo de poetas maravillosos, con los que me atreví finalmente a leer en público y escribir mucho más (Ángel Matos, Mairym Cruz Bernal, Kattia Chico, Mayda Colón, Gallego, Guillermo Rebollo, Carlos Esteban Cana, María Juliana Villafañe y los Sotaneros, entre otros).

Escribir y publicar se lo debo también, especialmente, a unos escritores y amigos que me dieron la mano, el apoyo y consejos cuando comencé con la autopublicación de Verdades caprichosas: Alberto Martínez Márquez, Marta Aponte, Rafa Acevedo y Carlos Roberto Gómez Beras. Les agradezco que creyeran en mí, que me dijeran que siguiera escribiendo con entrega, pasión, y sin cambiar mi personalidad honesta y pacífica.

—Si compara su trabajo creativo primigenio en Verdades caprichosas (2002) con su trabajo siguiente, sean cuentos, poemas o narrativa de largo alcance (novela, aunque sea a manera de cuentos), ¿qué diferencias observa en su propio trabajo creativo además de su diferencia respecto a los géneros con los que trabaja? ¿Qué es aquello que ha aprendido dentro del proceso creativo de dar forma y contenido a un corpus literario propio?

—Comparo y sé que he evolucionado a escribir sin ningún miedo, a no escribir para complacer que no sea autocomplacerme en el propio acto de escribir, cada vez corrijo más y más, edito, pido más opiniones y sugerencias de corrección antes de publicar. Otra cosa de la que no tenía conciencia en mis escritos al publicar Verdades caprichosas es el sentido del ritmo interior y de degustar cada palabra, cada sílaba, cada silencio de la narración, de los personajes. Esto también se lo debo a la poesía, a los poetas. Entonces ya narrativa, ensayo, poesía, van todos de la mano cuando escribo. Le meto mucho más de mí misma cada vez que escribo. También, después de Verdades caprichosas, en los demás libros hice algo distinto, en vez de ser un escogido de cuentos (o poemas) escribo desde el principio con un bosquejo, pensando ya en el libro como un todo, donde cada poema, cuento, suceso, capítulo, es parte de un gran todo, sea un todo racional o un todo calculadamente caótico.

Réquiem (2005) es su primera novela. Es una novela a manera de cuentos. Su segunda novela es (In)somio (2012). También es una novela a manera de cuentos. ¿Son cuentos libres que se entretejen por su temática o por sus personajes, o son cuentos hechos para dar forma a una novela a manera de cuentos? ¿Qué relación ve usted con su estilo en sus dos novelas con respecto a sus textos de cuentos libres?

Réquiem es un libro de cuentos (o novela cuentada) que cuenta la historia de una familia “maldita”; cada cuento narra un suceso en la vida de cada uno de sus integrantes, de personas cercanas a ellos. (In)somnio es una novela gótica episódica, donde muchos personajes son la misma protagonista en sus delirios, en su locura, también episodios de personas que ella conoció, o cree que conoció. También construida a modo de cuentos, menos independientes que en Réquiem, pero que a su vez sí se pueden leer fuera de la publicación. Mi próxima novela, Mariposas negras, es distinta, no se compone de cuentos, la fragmentación radica en otros elementos… En ese sentido sí es una novela más “tradicional”, sicológica, paranormal, realista, gótica, de amor y muerte, con ritmo y poesía. Mis otros libros de cuentos como Verdades caprichosas, Bocetos de una ciudad silente y Carnaval de sangre, pues apelan más a una diversidad de seres, esos otros que viven en nuestra ciudad, esos otros… que muchas veces somos también nosotros.

Mariposas negras ya no está escrita en forma de cuentos, ni la que estoy comenzando ahora.

Siempre se es y no se es cuando se escribe.  

—Tiene varios poemarios, además de varios libros de cuentos y novelas escritas a manera de cuentos. ¿Qué tiene de particular su trasfondo personal (historia de vida) en la formación del contenido de su trabajo creativo en sus poemarios, cuentos y novelas? ¿Cómo selecciona sus títulos? ¿Le sirven los títulos para demarcar el contenido de su trabajo creativo, con independencia del género? ¿Cómo se ha integrado su trabajo de creación literaria de por sí (poemas, cuentos, novelas) con su trabajo de ensayista para medios culturales? ¿Cómo integra su experiencia de vida en su propio quehacer creativo hoy en Puerto Rico?

—Sobre el trasfondo personal (historia de vida); siempre se es y no se es cuando se escribe. Se parte de las lecturas, de las películas, periódicos, de los que uno ve y lo que uno vive, eso es parte de la historia de vida, de las vivencias, y están inevitablemente ahí. Esa forma particular de acariciar el mundo, de tocar el corazón de los “otros” se plasma en lo que escribo. Escribo sobre lo que me duele, lo que me molesta, lo que me apasiona, del amor, de la vida. Me he liberado de muchos dolores y cadenas cuando escribo, he escrito desde el amor, del enamoramiento tonto y absoluto. Hay anécdotas disfrazadas en algunos escritos, hay imaginación. Muchas veces voy construyendo ese personaje a quien no conozco, quizá una pincelada de algo leído o vivido, pero según voy desarrollándolo esa voz me hace transcribir cosas que nunca sentí, ni creí haber leído o pensado. Ahí la creatividad se convierte en un acto de hermosa locura. Ocurre muchas veces que cuando retomas un escrito para corregirlo o editarlo, o sencillamente deseos de releerlo, te preguntas: ¿y yo escribí eso? Wao. Ese wao, cuando es bueno (porque en ocasiones es un no, no, no), es la magia de la creación que nos sorprende.

Sobre los títulos: ¡sí! Definitivamente, los títulos son una guía, los títulos son las señales de tráfico, el google maps, para dirigirnos a un fin, aunque tomemos la ruta larga, atajos emocionantes, la meta es llegar a eso que establecí desde un principio y el título la mayoría de las veces ayuda a llegar al destino. Excepto Verdades caprichosas y El libro de las sombras. Mis demás libros tuvieron su título desde el origen, o casi, o hubo un cambio de título en sus primeras páginas. El título de El libro de las sombras (poemario que publiqué con Isla Negra) se lo debo a Mayda Colón, originalmente le había puesto un título horrible, que bien me ayudó a organizar el poemario, pero era charro y feo. Fue Mayda quien, al ayudarme con el manuscrito, me dijo: mujer, tienes un libro de bruja aquí, esto es un libro de las sombras, y le hice caso a la poeta. La novela que publicaré con Isla Negra pronto, Mariposas negras, se llamó así desde el principio, luego le cambié el título, pero mientras seguí reescribiendo y editando, me dije no, no, no, que se tiene que llamar Mariposas negras, claro, en eso también estuvieron de acuerdo mi hijo Miguel y los escritores Daniel Torres y José Cáez, a los que les pedí opinión, pues respeto mucho el criterio de ambos.

Respecto a mi trabajo de ensayista (excepto cuando escribía en otra época reseñas de cine y libros), es bastante creativo. Integro la poesía y el cuento anecdótico con el género de ensayo. Hago desde reflexiones culturales y sociales hasta situaciones que le ocurren a mi hijo en la escuela. También estuve varios años realizando entrevistas para El Post Antillano, pues esa complicidad entre escritores alimenta el espíritu, más en un trabajo tan solitario como es la escritura. Así doy a la luz, la vida y los sentires de otros escritores como a mi experiencia de mundo, de los libros, de nuestra sociedad puertorriqueña, de nuestra patria grande: el mundo.

—Sé que usted es una autora caribeña que nació en San Juan, Puerto Rico, que se ha formado en la Universidad de Puerto Rico. ¿Se considera una escritora caribeña de San Juan? O, al igual que Eduardo Lalo o José Luis González y, creo yo, Mayra Montero, ¿se considera puertorriqueña? ¿Existe la puertorriqueña o sólo su literatura? ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que su literatura sea suya y lo que es de vos es o decide ser dentro de un Puerto Rico caribeño?

—Yo escribo y siento lo que soy, lo que pienso, sin etiquetas de que debo ser y escribir de una forma u otra, por ser puertorriqueña, por ser caribeña, por tener una hermosa familia española (mi familia materna es española, mis padres viven la mitad del año en España, y mis hermanos nacieron allí). Soy puertorriqueña, soy caribeña, soy ciudadana de una isla, y del mundo. La literatura puertorriqueña me ha marcado desde pequeña y me obliga. Soy independentista y hago patria cada día trabajando, protestando, construyendo, criando a mi hijo, escribiendo, pero todo como un acto natural. Me gusta escribir sin etiquetas, sin religiones, sin prejuicios de género, sin prejuicios raciales. Sencillamente, somos. Construir país, construir mundo, desde la realidad cultural y geográfica, sin limitarla, sin limitarnos.

—Doña Ana María, ¿su escritura ha devenido también eróticamente profunda? ¿Han sido desvaríos de amor o qué quesos fueron los que le llevaron a lo erótico? ¿Cómo visualiza su trabajo creativo de carácter literario con el de su núcleo generacional de escritores en Puerto Rico y ese insoportable Caribe que le habita aún dentro de Puerto Rico? ¿Cómo ha integrado su identidad étnica y su ideología política con o en su trabajo creativo?

Hasta escucho las transmisiones de partidos de balompié, por disfrutar los comentarios y los matices de acento de los distintos hispanohablantes así como las cosas particulares que expresan que transmiten su cultura, su visión de mundo.  

—Desvaríos del ¿queso?, ¿del amor? ¿Es insoportable el Caribe? No veo nada de eso en mis escritos ni en mi persona. Me gusta mucho el queso, me refiero al gastronómico; bueno, también disfruto del amor físico y erótico, pero siempre tiene que haber algo más que un simple llamado sexual, al menos en mi caso. ¿Escribir por bellaquera creativa? No, veo la literatura erótica como algo frívolo, escribir por un simple polvo. Bueno, imagino que en alguna ocasión se ha escrito uno que otro verso por puro juego de cautivar al ser querido, al ser deseado. Ha habido sus polvos muchos, teniendo en cuenta de que voy a cumplir 49 años. Pero luego hay que moldear la palabra, releer, meditar, jugar con la musicalidad, con las metáforas, escribir la poesía erótica es transmitir esa belleza de la organicidad más profunda con la palabra, que sea intensa, que sea hermosa… Uno ama, uno es amado, se enamora con aciertos y desaciertos. El amor mueve la creatividad, el amor mental y el amor físico, que siempre es mucho más gratificante cuando van de la mano. Se siente esa pasión al leer, se siente esa pasión al escribir, de eso se trata la creatividad de transmitir, de transgredir, escribir provee esa felicidad.

Yo escribo desde mi realidad, desde la época y el lugar donde se desarrolla, leyendo a sus contemporáneos, escuchándolos, entendiéndolos, al igual se debe estudiar a los clásicos, y a los escritores de la mayor cantidad de países. Así que me construyo a través de la literatura e interacción con mis colegas, también de los que estuvieron antes, también de los que viven en otros países. Esa es mi forma de amar más a mi país. Creo que también el haberme criado entre dos países me ha hecho amarlos aún más desde la distancia, desde la cercanía.

—Su trabajo creativo literario se inicia recientemente, pero su formación no. Dedicó una parte de su vida al estudio de la música y la literatura. ¿Cómo relaciona su producción político-cultural con su lectura particular de la vida y su propio quehacer literario o no hoy?

—Comencé a escribir en los ochenta, cuando estaba en secundaria, luego lo dejé por unos años, en la universidad me dediqué a un trabajo más académico con los libros, ya en los noventa retomé la narrativa, el trabajo creativo literario. Además de literatura, siempre he leído sobre otros temas, ensayos, libros de historia, de sicología, siquiatría, antropología. Acepto que no entiendo nada de economía. Leo las noticas, veo cine internacional, y tengo el vicio de escuchar la radio, además de música, noticias locales en especial por las mañanas, escucho radio por Internet de España y Suramérica, hasta escucho las transmisiones de partidos de balompié, por disfrutar los comentarios y los matices de acento de los distintos hispanohablantes así como las cosas particulares que expresan que transmiten su cultura, su visión de mundo. Todo esto se une a la formación académica. La política y la cultura conviven de forma natural, no impuesta en mi literatura (excepto cuando escribo algún ensayo expresamente dirigido al tema, y hay que hacerlo porque nuestra política es imperdonable, autodestructiva y corrupta, es antinatural, contrastando con un país tan hermoso y creativo, pero en gran parte de la población tan apático).

—¿Qué otros proyectos creativo-literarios tiene pendientes?

—Estoy muy entusiasmada con la publicación de mi novela Mariposas negras, que saldrá en otoño con Isla Negra. La he trabajado durante cuatro años, es gótica, sicológica, paranormal, es sobre adolescentes, pero muy adulta. Trata el tema del abuso sexual, el maltrato, el bullying, y siempre el amor y la muerte. Siempre agradecida con el amigo, editor y poeta Carlos Roberto Gómez Beras, y su apoyo constante literario y humano durante una docena de años. Además, saco una nueva edición extendida de mi poemario Necrópolis, gracias a la visionaria escritora Cindy Jiménez, y el año que viene un poemario inédito del que no daré aún el título, bajo el sello de EDP University. Gracias también al entusiasta y emprendedor editor Edgardo Machuca. Ellos tres se han convertido en mis ángeles guardianes en el mundo libresco. Más adelante retomaré la literatura infantojuvenil, mientras a mi paso comienzo otra novela.

Wilkins Román Samot

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