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El día que entrevisté a José Pulido Navas
Jugarse la vida en cada poema

domingo 23 de febrero de 2020
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José Pulido Navas
José Pulido Navas: No concibo un mundo sin la poesía.

Un día encontré en Internet unos poemas de belleza extraña que no recordaba haber escrito, pero cuyo autor era José Pulido. Le comentaba a mi esposa: “Creo que estoy perdiendo la memoria. Me han sorprendido unos poemas que quién sabe cuándo escribí, pero no entiendo por qué no me han alabado ese estilo, esa hondura”.

Ella, por supuesto, me miraba con ganas de soltar la carcajada creyendo que le estaba jugando una broma. “Lo cierto es que estoy sorprendido ante mi propia escritura”, le dije, cerrando el capítulo. Ella leyó los poemas de José Pulido y abrió los ojos más asombrada que yo. “¿Cuándo escribiste esos poemas? ¿Por qué no me los habías mostrado?”.

Durante unas horas sentí el temor de estar perdiendo la memoria y mi esposa compartía ese sentir, porque si los había escrito yo, ella tendría que conocerlos: usamos la misma computadora y es quien lee antes que nadie lo que escribo. “Se te olvidaron los acentos”, dice, y los coloca. Salvador Garmendia escribió una vez, muriéndose de risa, que Petruvska era quien escribía mis cuentos.

José Pulido Navas. Al fin lo conocí. Si los ángeles existen, él es uno. Si los demonios pululan él también es uno. Vaya poeta.

El misterio de mi poesía olvidada desapareció de la misma manera que llegó: por Internet. Fui invitado a un encuentro de poetas en Salamanca, en homenaje a Unamuno, y me tocó leer poesía en la ciudad de Ávila con un poeta asombroso y lleno de palabras musicales llamado José Pulido Navas. Periodista, para más señas, oriundo de Jaén, pero asimilado con mucho afecto por los avileños.

En la ciudad de Ávila colocaron una pancarta que anunciaba “José Pulido versus José Pulido” como si fuera una pelea, un combate, aunque el ambiente era festivo, alegre. Y después del recital el poeta español y este servidor quedamos muy satisfechos porque la gente preguntaba “¿quién ganó?” y otros respondían “José Pulido”.

Cuando no le colocan el segundo apellido, Navas, nos confunden más. Incluso, una vez me felicitaron por haber ganado un premio de poesía en España. “¡Vamos a celebrar!”, dijeron alborotados mis amigos. Mis amigotes. Y yo: “¿Qué es? Tengan juicio. En España sólo he comprado boletos para la lotería de Navidad y mi número ni siquiera ha estado cerca”.

José Pulido Navas. Al fin lo conocí. Si los ángeles existen, él es uno. Si los demonios pululan él también es uno. Vaya poeta. Tuvo la humildad de leer poesía conmigo en una noche que fue de mucha alegría, porque el público nos acompañó como si fuera una fiesta patronal. José María Muñoz Quirós y José Pulido Navas son los poetas específicos y definitorios de Ávila. En aquel momento, Pulido Navas era el director de la Radio Nacional de España, en Ávila.

Cada poema suyo es una revelación. Y ya como amigos, me confesó que un día, navegando en Internet, se topó con unos poemas firmados con su nombre, que no recordaba haber escrito. Casi le digo “perdóname esa, hermano”.

Era necesario entrevistarlo. Por admiración y por curiosidad. Que no parezca un pretexto para incluir mi nombre en estas páginas. No podía perder la oportunidad de que los lectores venezolanos conocieran su poesía. Y tenía que contar ese encuentro. Para que sepan que el José Pulido premiado y con varios libros muy leídos es el de España. Y es admirable, de verdad.

 

La entrevista

¿Se lee poca poesía? ¿Hace falta un mecanismo más eficiente de difusión de la poesía?

Por desgracia, creo que no se lee tanta poesía como se debiera, porque es una forma de lectura que exige un mayor compromiso, quizá también una mayor destreza que la novela o el ensayo. Hay poetas cuyos textos son complejos y se precisa una cierta formación, un adiestramiento para disfrutarlos al máximo. Sin embargo, cuando se llega a penetrar en ella, nos procura un enorme beneficio, nos hace comprender mejor el mundo, entender mejor el pensamiento, toda la riqueza espiritual que hay en la poesía.

Creo que el mecanismo más eficiente para que las personas accedan a la poesía está en la escuela, en su formación. Necesitan maestros que les guíen, les familiaricen, les adiestren en su conocimiento. También creo que los medios de comunicación social: la prensa, la radio y la televisión, deberían colaborar en ese objetivo. No se puede apreciar lo que no se conoce. Siento una profunda admiración por los pueblos de América, pues creo que en ellos se mantiene vivo el respeto por la poesía en mayor medida que en otras sociedades y eso dice mucho de su sensibilidad.

 

Mi vida no sería igual sin la poesía y seguramente sería mucho más aburrida.

¿Qué significado tiene la poesía en su existencia?

Es el mejor medio que conozco para expresarme, para entenderme a mí mismo y entender el mundo a través de las palabras. La Poesía es, junto a la Ciencia, el lenguaje más universal que existe, y llena la vida de belleza y de misterio. Es un regalo que me ha permitido conocer a muchas personas que comparten ese mismo sentimiento y con el que he crecido espiritualmente.

 

Los familiares, amigos, las personas cercanas a usted, ¿qué actitud asumen ante su poesía?

Mi mujer, mis hijos, toda mi familia entiende y apoya mi trabajo como poeta. La más pequeña de mis hijas, Guiomar, parece que ha heredado la pasión por escribir. Es también una lectora incansable y desde que tenía seis años escribe poemas y cuentos. A menudo me pregunta, me consulta, me muestra sus trabajos y, además de la satisfacción que se puede imaginar, disfruto mucho compartiendo con ella esa común afición. Creo que puede llegar a ser una gran poeta y escritora, pero eso vendrá sin duda con el tiempo. En cuanto a mis amigos, todos se muestran comprensivos ante mi poesía. Algunos son poetas y, en este caso, su actitud es mucho más activa, de colaboración, de intercambio de ideas, de lecturas y sobre todo de iniciativas y proyectos culturales compartidos. Mi vida no sería igual sin la poesía y seguramente sería mucho más aburrida.

 

¿Podría contarnos algo de su infancia y de sus lecturas iniciales?

Desde que yo recuerde, siempre he visto libros en mi casa. Mi padre apenas fue a la escuela, pero era un autodidacta aficionado a la lectura, que siempre me inculcó el amor y el respeto hacia los libros. Le debo mucho, aunque creo que también hubo algo de inclinación natural porque, según me han contado, aprendí a leer muy pronto y desde pequeño me interesaba por cualquier papel impreso que cayera en mis manos.

Las primeras lecturas que recuerdo eran novelas de aventuras infantiles y juveniles: Robinson Crusoe, las historias de Julio Verne, las aventuras de piratas de Emilio Salgari. Guardo un recuerdo imborrable de las mañanas de los domingos, en Madrid, con ocho y nueve años, en que acompañaba a mi padre a la Feria del Libro de la calle Claudio Moyano. Pasábamos horas hojeando libros y siempre volvía a casa con alguno que me había gustado y me compraba mi padre.

 

Cuando llega el momento de la escritura, disfruto del proceso de la creación; sus dificultades, el placer de encontrar la palabra concreta que busco en el poema y que estaba oculta.

¿Cómo llegó a la poesía?

En casa teníamos un libro titulado Las mil mejores poesías de la lengua castellana, una antología de la poesía española e hispanoamericana que leí y releí con fruición. Aprendí de memoria poemas que todavía hoy soy capaz de recitar. Luego, en el colegio, comencé a leer a los clásicos de la mano de mis profesores. Recuerdo a un profesor de Literatura Española, José Luis López Narrillos, que me guio en el conocimiento de Garcilaso de la Vega, san Juan de la Cruz, Santa Teresa, Quevedo… en definitiva, los clásicos del Siglo de Oro español. Después llegaron Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Miguel Hernández… Creo que tenía catorce años cuando empecé a escribir los primeros poemas. Al principio, meras imitaciones de lo que leía; después comencé a expresar los sentimientos propios de la adolescencia: el amor, la insatisfacción, la rebelión contra todo… Se los mostraba a aquel profesor, que me animaba a seguir escribiendo.

 

¿Qué recuerdos guarda de su primer poema?

Si leer era como estar en el secreto de la cueva de Alí Babá, a la que podía entrar cuando quisiera y disfrutar de sus tesoros, escribir supuso una emoción mayor, como el aprendiz de brujo que se adueña de la varita mágica y hace sus primeros hechizos. Era un poder secreto que compartía con muy pocas personas: mi profesor, mi padre y un amigo de la infancia, Silvestre, tan loco como yo por los libros.

 

¿Qué le inquieta más? ¿Comenzar o terminar un poema?

Lo que verdaderamente me inquieta son esos períodos en que la inspiración no llega y uno se siente vacío; parece que la poesía te ha abandonado y no sabes si será para siempre. En cambio, cuando llega el momento de la escritura, disfruto del proceso de la creación; sus dificultades, el placer de encontrar la palabra concreta que busco en el poema y que estaba oculta. Es una experiencia de plenitud que sólo he encontrado en la escritura. Imagino que pintar un cuadro o interpretar una obra musical producirán sensaciones similares.

 

Hay palabras que son como cuchilladas, abren heridas y matan el poema. ¿Cuál nunca usaría?

Detesto las palabras ostentosas y grandilocuentes y procuro medir los adjetivos. Me gustan los verbos precisos y directos, emplear palabras sencillas y claras, dispuestas de forma que suenen como si se pronunciaran por primera vez y saltaran chispas de luz al decirlas.

 

Sin poesía el mundo estaría muerto.

¿En cada poema sigue batallando con sus demonios personales?

Por supuesto, creo que un poeta debe jugarse la vida en cada poema que escriba y poner en él lo mejor de sí mismo, de su sensibilidad, aquello que le emociona y le importa. Sé que el poeta, cuando escribe, crea un yo poético que no tiene por qué coincidir con el sicológico, una voz que le trasciende, pero que debe ser absolutamente sincera en lo que dice, en “su” verdad.

 

¿Cómo sería el mundo sin poesía?

No concibo un mundo sin ella. La poesía forma parte del ser humano, de la vida, y sobre todo del lenguaje, que es el don que nos hace humanos. Está en los poetas, en las canciones, en las personas cuando se emocionan, cuando sienten y se expresan con sinceridad. Sin poesía el mundo estaría muerto.

 

Un poema de José Pulido Navas
El Pájaro Solitario

El Pájaro Solitario pone el pico al aire. 
Su canto se abre al infinito, 
como la música escapa a las redes 
del significado y vuela a las alturas 
que preceden a la forma, 
que albergan en su seno todas las formas. 
Prefiere sus tormentas al nido complaciente. 
Los chamanes saben que cada persona 
tiene un pájaro protector, un gemelo 
que habita en esa región más alta, 
y sólo visitamos en los sueños. 
Volar con sus alas es acceder 
a la fertilidad del silencio, 
penetrar en la noche del Alma, 
perderse en una absoluta confusión: 
tierra, aire, fuego y agua, 
esperar que la Luz se manifieste 
y dé razón de lo nunca expresado.

José Pulido

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