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Gabriela Rosas:
“Mi única esperanza es el próximo poema”

domingo 7 de marzo de 2021
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Gabriela Rosas
Gabriela Rosas: “La poesía es un don que me fue concedido, un regalo que agradezco”. Fotografía: Alejandra Flores

Leí este poema de Gabriela Rosas y me pasé tres días sufriendo. Digo tres días por ponerle límite a la cuestión. Ella es una poeta joven pero su madurez poética es como una medida. Un espejo que mide.

Un paraguas
dos años sin flores
un diario sin terminar
un recuerdo donde eras mío sin balcones
toda la ternura que era entre tus brazos
tuve que olvidar que las palabras
son carroña para la gente herida
y no pude salvarme
nos amamos
pero estábamos muertos desde el principio.

¿Cuál de esas líneas es vacía? ¿dónde está el desperdicio? Ese poema ha sido escrito con carne anímica, con fuerza arrolladora que sirve para abrazar, para aguantar, para querer y hasta para morir. Se agradece el poema.

Estuvimos juntos en el Festival Internacional de Poesía Ignacio Rodríguez Galván, de México; vivimos la escena virtual desarrollada en el recién terminado 2020. La escuché ahí por primera vez. Había leído algún poema suelto de ella porque siempre aparece en las páginas dedicadas a la poesía y a veces ofreciendo sus talleres.

Dije antes que pasé tres días sufriendo después de haber leído ese poema, porque trataba ansiosamente de conseguir alguno de sus libros. Me despertó unos deseos perentorios de conocer más su escritura. No exagero. Entonces me dije: “Mejor será que le envíe unas preguntas a ver si acepta la entrevista”, y así fue como sucedió.

La poesía es la certeza de que somos algo más que un recipiente del lenguaje: somos una hechura del lenguaje. Y la poesía es la manera en que el lenguaje trata de abrirnos los ojos, pero no estos ojos solamente. También los ojos que tenemos instalados en el pasado más remoto, los ojos de la piel, los ojos de la misericordia, los ojos de la humildad, los ojos principales del sueño.

 

Mi poesía transita desde el rapto, es un parto natural. La poesía es imagen, música, misterio y asombro, se sabe cántaro, homenaje y origen, para mí eso es vital.

Cuando un comediante, un humorista o un cómico actúan, los pone en evidencia la risa. Si no aparece la risa entonces significa que no hay humor. En una multitud, aunque sea una persona deberá soltar la carcajada.

Con la poesía sucede algo similar, pero es más difícil de ver. La poesía impresiona. Y sólo el lector o el oyente de un recital pueden decir si han sido impresionados. El poeta no llega a saberlo y el que ha sido impresionado por la poesía casi nunca lo dice con exactitud. Pero si no hay quien se impresione ante un poema podría significar dos cosas: que el lector no sabe escudriñar a fondo en las palabras o que sencillamente el texto no ha sido bendecido con la poesía. Las palabras asombran cuando revelan sus entrañas, su significado, su origen, su razón de ser. Es la mente del ser humano la que reviste las palabras de cáscaras insanas, que impiden el desempeño de la sensibilidad. La poesía logra, sin ninguna pizca de injusticia, revelar a la persona que la enfrenta, que la lee, que la percibe. “Eres así, de esta manera”, dice la poesía, como si te hubieses caído en un charco de arcilla, en un espejo de arcilla, en un vientre de arcilla.

La poesía de Gabriela Rosas es todo eso. Es un desafío a nuestra poca o mucha sensibilidad, a nuestra poca o mucha necesidad de sentir la vida en esos rumbos del alma que no conocemos.

 

Hablando con Gabriela Rosas

En tu poesía hay una profundidad, una búsqueda muy propia, cierta tendencia a entender unos orígenes. Y trabajas el asombro. Uno que surge desde afuera. ¿Es lo que sientes más importante?

Adentro es afuera, así el mundo. La poesía para mí surge de adentro, desde un lugar donde la lengua no es capaz de nombrar, porque es respetuosa ante lo que no tiene nombre y no puede ser articulado, allí su belleza, sus posiblidades, nuestro trabajo como poetas. Si pudiese nombrarlo no existiría, me gusta pensar que es poesía. El asombro primero es mío y luego del otro, así lo siento porque mi poesía transita desde el rapto, es un parto natural. La poesía es imagen, música, misterio y asombro, se sabe cántaro, homenaje y origen, para mí eso es vital.

“Quebrantos”, de Gabriela Rosas
“…tú que me conoces sabes que no temo / no pongo el corazón en cualquier parte”, escribe Gabriela Rosas en su libro Quebrantos, de 2016.

Tu poesía eres tú. ¿Cuándo comenzaste a detallarte, a analizarte, a sentirte que escribías y vivías poesía? ¿Qué marcó en tu infancia el destino poético?

Esa afirmación es una mayúscula; suele ocurrir que algunos de nuestros lectores dan por sentado que uno es exactamente lo que escribe, que uno es toda la luz o la oscuridad del poema, su logos; pero esto no es un absoluto, uno puede estar por un instante en el poema, ser un verso, una imagen y el resto es rapto, ofrenda, verso dado. Cuando un lector, porque eso somos todos, primero y para siempre lectores, da por sentado que mi poesía soy yo, siento que cada verso ha valido la pena, no importa si esto no es completamente cierto, importa la voz lograda, la que funda el mundo para alguien más cuando lo necesita, y lo reinaugura para quien te lee, aunque no te enteres nunca, pero que te llama por tu nombre, sabe pronunciar tu apellido y te lleva consigo en la mochila, en la cartera, en la mesa de noche. Ser el poema es una fe que tengo, es una dicha. Soy el poema. No sé hacerlo de otra forma. No sé cómo se logra el poema de otra manera, pero existen tantos procesos creativos como poetas en el mundo; comparto el mío contigo, José, y respeto el de cada quien.

Muchos de mis poemas están inspirados en vivencias de otras personas, en la mera contemplación del mundo, en un sonido, no siempre son autobiográficos al cien por ciento, pero siempre estoy allí y ciertamente la mayoría de mi obra publicada es un álbum de fotografías y un cancionero. Escribo desde que lo recuerdo, publico desde hace más de veintidós años; se escribe esto rápido, pero requiere, como sabes, de mucho trabajo. Publiqué mi primer libro siendo adolescente, pero si me preguntas cuándo ensamblé mi primer libro, te diré que contaba con catorce años, era aún más joven. Por lo que la poesía es un don que me fue concedido, un regalo que agradezco. Todo lo demás es accesorio, lo he dicho en otras entrevistas, la poesía para mí es una fuerza natural. Debo mencionar que mi padre, mi mamá y mi hermano mayor siempre han sido mis grandes animadores, y quienes están más pendientes que yo de lo que escribo, publico o no. Mi familia en general son mis más fieles lectores. Son pacientes como mis lectores y editores. En general, me cuesta mucho tiempo soltar un libro, el poema no tiene apuro, hay que escucharlo llegar y escucharlo también al partir y darle lo que pida.

 

Me hace feliz escribir y me duele, el proceso de reescritura es muy doloroso, me pone en la cruz.

“La ternura es un superpoder”

Lo hermoso invisible parece fluir en tu escritura, es como un centro primordial, un logro al margen de lo que planteas. ¿Cultivas ese aspecto o es algo que te surge de manera natural?

Es hermoso que lo menciones, es así, soy consciente y trabajo por ello, como quien ama, como quien insiste en el cuerpo amado. Luego del parto, pasan cosas y viene la reescritura, allí pongo el alma, el cuerpo, el lenguaje, la imagen y mi pacto con todo ello. Escucho al poema. Siempre me interrogo como lo hace el maestro Cadenas en un poema: “¿por qué tus palabras no dan en el cuerpo?”. Voy con todo, con humildad. Recuerdo siempre a Lispector: “Sin coraje no entre”, le creo. Entro. Me entrego. No es que te lean, es que te relean. Para mí necesitas alma y lenguaje en conexión, no sólo virtuosismo; el virtuosismo está bien, hace parte, lo celebro, pero no es suficiente, sin alma no hay ser que puedas erizar, no hay permanencia. Pienso que te refieres a la ternura cuando mencionas lo hermoso invisible en mi escritura, es la ternura, es un superpoder, sin ternura no podemos acceder a lo extraordinario, y el poeta está en el mundo para hacer de lo obvio lo extraordinario. Trata la palabra con ternura, es uno de mis mantras.

 

“Cuando escribo estoy a salvo”

Escribir, en el fondo de todo, ¿es encontrarte con cierta felicidad de ser tú?

Escribir es mi lugar sin lobos, lo he dicho antes, escribir me alivia y me sana. No soy feliz ni estoy triste cuando escribo, estoy a salvo, pienso que es muy grande eso: estoy a salvo. No escribo desde la altura ni desde la caída, aunque la cuento en mi obra, sino desde la templanza. Me hace feliz escribir y me duele, el proceso de reescritura es muy doloroso, me pone en la cruz, no es algo que deseo, que sea sereno ni fácil para mí, pero llegado el momento paso por ese trance, porque es parte sagrada, vital de mi oficio y sangre del poema.

 

¿Cuál ha sido tu sueño más preciado?

Una casa junto a un río, muchos libros, guayabas, café, un buen chinchorro, un amor bonito, un poema a punto siempre en mis labios, y mi madre, mi madre código postal, mi madre cielo, conmigo. Hoy no tengo sueños, tengo realidades, todas país, y vivo un día a la vez como la mayoría de los venezolanos, mientras calibro hasta cuándo, hasta dónde puedo insistir y quedarme, anclada siempre al poema, a mis afectos y a la belleza. Y aunque no me lo preguntes, en este momento mi única esperanza es el próximo poema.

 

¿Qué parte de la vida no puedes explicar, qué se te escapa?

Todo se me escapa y está bien, es humano. Vivo tratando de explicarme el mundo y empiezo por el propio, casi nunca lo logro, sólo dejo que la vida ocurra. No puedo explicar el ahora, y menos mal, porque este ahora es inexplicable. No puedo explicar la miseria, la mentira, la devastación, lo huérfanos, no puedo entender este derrumbe, este montón de cruces jóvenes en los cementerios. No puedo explicar la maldad, lo aberrante. El bajo espectro de algunos seres, el no país, el no lugar, el no mundo, esta profunda soledad, la tristeza. La tristeza es una crueldad, es muy dura.

 

¿Cuál es tu gran pasión?

Amar, por eso escribo.

 

Gabriela Rosas
Gabriela Rosas: “Ya no hay tiempo para no amarse”. Fotografía: Miguel Díaz

Más allá de lo que se venda o genere, se logre, se publique, dar es dar, como dice la canción, y el arte es belleza y se comparte.

“Estos tiempos son de mucho amor propio”

¿Estás muy cerca de ti o te mueves como si estuvieras en un lugar que no te corresponde?

Estoy en un lugar que no me corresponde ahora, por nuestro momento país. Pero estoy cerca de mí. Hay miles de cosas que quisiera cambiar, pero ya sabemos que ni tú ni yo podemos lograrlo, así que vivo un día a la vez, insistiendo en la belleza, en todo aquello en lo que creo y es primordial para mí, siempre en el amor. Y metafóricamente, enterrando difuntos con mis propias manos. Estoy para sanarme, no para herirme, así que borro, elimino y despacho todo lo que no me nutra. No creo en la sangre como lazo, ni en amistad que no termine, lo que no suma resta. La vida me lo ha enseñado. Estoy en un lugar donde decido qué es para mí, decido mis batallas y me hace feliz haber llegado allí, joven. No me interesa poner la otra mejilla, no están los tiempos como para ponerla. Me interesa la belleza del otro que obra, que genera, que comparte. Me interesa la ternura, la gentileza, la bondad. Estoy muy cerca de mí, consciente de que no debo estar aquí, pero me tocó, y trato de hacerlo lo mejor posible, siendo arte y parte, construyendo desde mis espacios, abriendo ventanas que por más pequeñas que sean dan al cielo.

 

¿Qué haces en esta etapa de peste y dramas?

Lo primero cuidar mi salud mental para poder cuidar la de quienes amo, este es un tema primordial, en este aspecto los artistas estamos protagonizando un papel importante en medio de esta pandemia, el arte en todas sus manifestaciones nos está acompañando más que nunca, aliviando y reconstruyendo. El arte siempre ha sido columna vertebral, terapia, mano. Más allá de lo que se venda o genere, se logre, se publique, dar es dar, como dice la canción, y el arte es belleza y se comparte. Yo durante estos tiempos tan raros, tan densos y oscuros, he seguido con mi trabajo de difusión cultural, publicando y editando poetas venezolanos y de distintas latitudes para varios medios con los que trabajo y colaboro en nuestro país y en el extranjero. Sigo gestionando intercambios entre artistas de diversas latitudes, sigo como hace varios años impartiendo clases de poesía con diferentes revistas e instituciones culturales y editoriales del país y del extranjero, ya en formato online. Por medidas de bioseguridad, aún no retomo las clases presenciales. También medito, hago ejercicios casi a diario y tengo una rutina de cuidado personal, porque estos tiempos son de mucho amor propio, sobre todas las cosas son tiempos de amor propio. Ya no hay tiempo para no amarse.

Resisto creando, compartiendo la belleza, escribiendo y orando.

 

¿Qué te conmueve más?

A mí todo me conmueve, pero ahora mismo me conmueve seguir con vida.

José Pulido

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