
Se cuenta (quizás es mero chismorreo) que el genial escritor mexicano Juan Rulfo llamó por teléfono al escritor venezolano Ednodio Quintero y le denominó: “maestro Quintero”. Esa maestría de la imaginación nos sigue enseñando y nos sigue desafiando. Años más tarde, Ednodio Quintero conoce a uno de sus ejemplos literarios: Julio Cortázar. Lo entrevista y le toma fotos. La maestría se convierte en frontalidad de asombros y de afinidades. Ya para esas fechas, es Quintero (venido de un diminuto pueblo campestre andino) quien viene a ser centro de ficciones literarias totales. Así que no es descabellado enterarse de que desde hace rato escribió Enrique Vila-Matas: “Ednodio Quintero es el mejor narrador venezolano de su generación”. Porque la lengua con que sueña Quintero (escribe, quise decir) es poliédrica, rizomática, avasallante. Pongamos el adjetivo que él mismo utiliza en su ensayo El lugar del escritor: lectura bicéfala. En la persistencia de sus yos sueña con ir a un lugar del delirio y luego vuelve a soñar con regresar al mismo. No dudamos en llamarlo entonces: el héroe bicéfalo. Allí está su problemática y allí está su grandeza. Lo conozco por su literatura. Ahora cumplo mi destino bicéfalo y le propongo una entrevista. Jamás pensé que me contestaría. Yo que vengo de un llano muchas veces olvidado. Pero en la lectura bicéfala del mundo convergemos. Y así conversamos con el alma del último jaguar indómito.
¿Por qué el canon de la literatura venezolana de alguna manera da preeminencia a lo realista más que a lo fantástico? ¿O no es así?
La preferencia por el realismo es un rasgo común a casi todas las literaturas. Con mayor razón en un país como el nuestro, un país a medio hacer, con una literatura que, si consideramos a Andrés Bello como su fundador, apenas tiene dos siglos. Lo fantástico es más bien producto de la “decadencia” de una cultura, de ahí que encuentre en Francia e Inglaterra sus mejores exponentes. El caso de Ramos Sucre es único, y se explica quizá por su genialidad, su multilingüismo y su conocimiento de las culturas europeas.
No me considero un escritor de literatura fantástica aun cuando haya escrito algunos, muy pocos, relatos dentro de ese género.
En su obra hay ese cruce magnífico de lo real y lo fantástico, ¿cuáles serían a su parecer los elementos más imprescindibles para ejercer ese tejido maravilloso?
Sabes, no me considero un escritor de literatura fantástica aun cuando haya escrito algunos, muy pocos, relatos dentro de ese género. Quizá lo que ocurre es que mi exacerbatio cerebri me ha convertido, tal vez por suerte, en una persona con una imaginación viciosa y desbocada capaz de producir sinapsis a cada rato. Por supuesto, intento no dejarme llevar por esa avalancha de imágenes que pululan por mi mente, las convierto en propuestas verosímiles ancladas en lo real, que, sin embargo, conservan ese halo ilusorio y ambiguo. Me atrevería a decir, aunque no me siento cómodo haciendo de crítico de mí mismo, que lo que predomina en lo que escribo es el poder de la imaginación.
¿Por qué en sus cuentos hay un misticismo de las ensoñaciones y una redención de personajes de memorias en fuga? ¿Es esa sensibilidad una mirada poliédrica?
Pregunta triple y complicada. Vamos por partes, como aconseja Jack The Ripper. Misticismo, no sé. Ensoñaciones, de acuerdo. Más allá del oficio de escritor he tenido algunas experiencias clave acerca de la ensoñación. Por otra parte, alguien me definió como una máquina de soñar. He sido siempre un soñador, creo haber tenido sueños amnióticos. El sueño ha sido una vía hacia el conocimiento de mí mismo. También suelo tener ensoñaciones con los ojos abiertos. Al final todo se resume en el empeño de una conciencia a medio hacer, que se hace preguntas sabiendo que no encontrará ninguna respuesta. Tal vez de eso se trata, de preguntar.
¿Personajes de memorias en fuga? Quizá siempre ando huyendo de mi propia historia, indagando en la memoria de alguien parecido a mí, buscando en el pasado un destino diferente al que me ha tocado en suerte vivir.
¿Mirada poliédrica? Mucho más que una mirada. Una constelación donde una piedra del río, un caballo, un árbol —abracé miles durante mis años como ingeniero forestal— y una hermosa muchacha tienen la misma relevancia.
Cuando escribía La danza del jaguar, escuchaba día y noche Pink Floyd, The Rolling Stones, Led Zeppelin.
¿Cómo es el soundtrack (el tracklist) suyo actual con que alimenta su espíritu?
Si tu pregunta se refiere a la música que escucho mientras escribo te diré que ésta se resume en los últimos años al ruido como de cascada del dispensador de oxígeno que me mantiene con vida. En una de mis existencias anteriores, cuando escribía La danza del jaguar, escuchaba día y noche Pink Floyd, The Rolling Stones, Led Zeppelin. Con el tiempo fui derivando hacia el trip hop: Björk, Massive Attack, Lamb, Portishead, Morcheeba.
Si tu pregunta es metafórica te diré que escucho el viento que soplaba en mi nuca y en las orejas de mi caballo Plata cuando nos adentrábamos por los caminos del páramo a la caza de unicornios al anochecer.
¿Qué es ser un escritor en la Venezuela actual?
Una persona sin importancia.
Un paria.
El último mohicano.
Un cero a la izquierda.
Un iluso.
Un miembro de la resistencia a una dictadura feroz.
Un cronista de la decadencia.
Un inspector de las ruinas de un país llamado Pequeña Venecia.
- El alma del jaguar indómito
(conversación con Ednodio Quintero) - viernes 12 de mayo de 2023 - Atravesar el shock:
narrativas de poder para superar traumas personales y colectivos (caso Venezuela: siglo XXI) - lunes 10 de abril de 2023 - La ciudad habla inglés como segundo idioma - viernes 10 de marzo de 2023