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Carmen Rojas Larrazábal:
“Mi alma habla en español”

domingo 21 de mayo de 2023
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Carmen Rojas Larrazábal
Carmen Rojas Larrazábal: “Me considero una activista por la justicia social, los derechos humanos y la protección del ambiente”.

“Extender abiertas mis angostas manos
para recoger el Paraíso”.

Así dice Emily Dickinson en uno de sus versos y creo que esas dos líneas son una muestra irrefutable de la poesía, de eso que nos mantiene viviendo de sol a sol en busca de lo mismo que ella vio.

Mientras haya portadores de lenguaje transitando, no habrá temporadas ni distancias que no estén hechas para conocer las agradables conexiones de la poesía con el alma. Con poemas como el de Emily Dickinson nos damos cuenta de que tenemos alma. Porque sentimos la acción instantánea y sorprendente de unas palabras comunes y corrientes que estaban a la deriva hasta que Emily las juntó.

La poesía nunca estará perdida, nunca se extraviará en el espacio cada vez más inmenso que nos rodea. La poesía podría ir y venir de Andrómeda, de Marte, de Neptuno, siempre y cuando pueda transformar en poeta a un ser hablante y propenso a la conciencia. Las abejas lo hacen todo el tiempo.

Hoy, el poblado fundado en Venezuela con el nombre de San Sebastián de los Reyes podría estar más lejos que cualquier galaxia y sin embargo está muy cerca de nosotros, quienes un día caminamos sus calles buscando a un señor que obtuvo el Premio Nacional de Literatura y no quiso aceptarlo. Inclusive, está muy cerca de aquellos venezolanos que, sin haber conocido sus calles y sus casas más viejas, supieron de los versos que escribía, debajo de esas tejas, el poeta Miguel Ramón Utrera.

Fue alumna de don Miguel Ramón Utrera y hace todo lo posible para que el nombre del poeta permanezca en el aire, prosiguiendo su vuelo en el espacio de los grandes aprecios poéticos.

Gracias a esa poesía, uno se detenía a mirar detalladamente, buscando con afán los aspectos especiales de San Sebastián de los Reyes, esos que hacían habitar en sus predios a un poeta de tal naturaleza. Y el asunto es que Carmen Rojas Larrazábal, poeta residenciada en Salem, Oregón, tampoco está lejos de San Sebastián de los Reyes, no sólo porque ella nació en ese poblado inspirador del estado Aragua: sino porque, además, ella fue alumna de don Miguel Ramón Utrera y hace todo lo posible para que el nombre del poeta permanezca en el aire, prosiguiendo su vuelo en el espacio de los grandes aprecios poéticos.

En una ocasión, leyendo un poema de Carmen Rojas Larrazábal, pensé que había cierta atmósfera parecida al zaguán, a los papeles amontonados, a la voz vibrante que poseía aquella casa de San Sebastián de los Reyes. Luego todo se aclaró: ella me contó que desde la adolescencia estuvo en contacto con el poeta Miguel Ramón Utrera.

Walt Whitman decía que el universo y las hojas de hierba se comunican: no hay distancia que no conozcan las hojas y los animales, el agua y el viento, el pensamiento y la imaginación.

Eso ha hecho que exista la poesía. La poesía le pone voz a todo lo que va surgiendo en los caminos interminables de la existencia. Y es un puente que nos une a lo largo y ancho del mundo.

Hace cuarenta y dos años, el 14 de octubre de 1981, entrevisté al poeta Miguel Ramón Utrera; hace unos doce años entrevisté a Christian Vásquez, joven director de orquesta, hijo luminoso también de San Sebastián de los Reyes. Y ahora, en este momento, entrevisto a Carmen Rojas Larrazábal. Con ella, creo que completo un ciclo de satisfacción personal, de admiración por el inspirador albergue espiritual que formó a tres personas tan diferentes. Y ellos, de alguna manera, no han dejado que San Sebastián de los Reyes languidezca.

Miguel Ramón Utrera era un poeta que no deseaba liberarse de su precioso y a contracorriente destino moral, y en ese destino tenía que morir dignamente devorado por el olvido. Sé que Christian Vásquez está triunfando en Europa y llegará más allá, y seguramente, algún día, los turistas franceses visitarán San Sebastián de los Reyes para conocer la casa donde nació. Y también sé que Carmen Rojas tiene su propia meditación sobre amores geográficos y amores de escritura: ella posee su propia esperanza creadora, una fuerza que transforma en territorio poético cualquier recorrido cotidiano. Esta es la entrevista con ella.

 

Utrera declamaba en el porche

¿Cómo conociste al poeta Miguel Ramón Utrera?

De la mano de mi padre, quien fue su alumno de primaria en la escuela Pedro Aldao. Me habían asignado un trabajo sobre los fenicios. Estaba en una encrucijada entre las paredes vacías de la biblioteca del pueblo y alguna callecita de Málaga. (Ajá: ¿y qué tiene que ver Málaga? Pues esto: que había sido una ciudad fenicia llamada Malaka). Y afortunadamente encontré a don Miguel Ramón Utrera, quien me ofreció material para realizar el trabajo.

Me pidió que le llevara el trabajo al terminarlo. De allí en adelante llegó a casa todos los sábados a las siete de la tarde, convirtiéndose en nuestro mentor hasta su muerte. Comenzó llevándonos un Pequeño Larousse, nos enseñó sobre filatelia, nos recomendó la revista Billiken de Argentina. Me educó en la preceptiva literaria, guio mi lectura hacia los grandes escritores. Compartió con nosotras sus anécdotas y nos abrió el mundo mucho más allá de la salida del pueblo. Hubo anécdotas de su experiencia en Caracas, detalles de su vida en dictadura, el porqué de su “sombra temeraria”. Declamó en aquel porche poemas de Martí, de Darío, de Pascual Venegas Filardo, de Miguel Hernández y muchos más.

 

Cuando dices “nuestro mentor” ¿aludes a alguien más?

Éramos mi hermana y yo, dos niñas pobres a quienes Dios les envió el mayor tesoro, nuestro mentor, amigo, poeta, historiador y maestro: nuestro amado don Miguel Ramón.

 

¿Qué te decía de tu poesía?

Escribí unas “Glosas asonantadas dedicadas a la fundación de San Sebastián de los Reyes” y fueron publicadas por la revista Arcilla, de San Juan de los Morros. El poeta Utrera escribió lo siguiente en forma de pequeño prólogo para ese texto mío:

Durante su trayectoria como estudiante reveló siempre capacidad intelectual y disciplina de trabajo poco comunes (…). Dentro de la creación poética, domina ya los principales modelos de la métrica; y en la temática que maneja, predominan nobles imágenes de equilibrado lirismo (…). No cabe duda de que esta joven estudiante alcanzará con brillo su meta profesional y (…) puede lograr en no lejano futuro un sitio de distinción en las letras nacionales.

Miguel Ramón Utrera; revista Arcilla, 1976.

 

¿Cuándo te fuiste de San Sebastián?

En 1982, con una beca Gran Mariscal de Ayacucho para estudiar en Los Ángeles, California. Me gradué como terapista ocupacional de la Universidad del Sur de California (USC), donde también obtuve un posgrado y una especialización en rehabilitación infantil. Estudié un doctorado en la Universidad de Provo, Utah, y un posdoctorado en la Universidad de Boston. Durante mis estudios universitarios obtuve una subespecialización en literatura inglesa, afroamericana y chicana.

 

Pienso que nací poeta, escribo en español porque mi alma habla en español, y percibo siempre más allá de las dinámicas visibles e invisibles que me circundan.

¿Cuándo supiste que eras poeta? ¿Desde cuándo estás atada a la poesía?

Pienso que es imposible estar atada a algo que le da libertad al pensamiento, a la sensibilidad, a la percepción, a la reflexión, quizá hasta a la premonición, como nos lo otorga el gran poder de la poesía. Esa cosa “liviana, alada y sagrada” de Platón sólo sabe hacernos libres. Amo la libertad que nos brinda, por eso sigo en ella, así como ella sigue en mí.

Comencé escribiendo canciones como a los ocho años de edad, y cuando don Miguel las escuchó, porque se las canté con el cuatro, comenzó a dejarme en cada visita una frase sugerente para que yo la desarrollara en prosa lírica o en un poema de rima asonante, en versos octosílabos. Pienso que nací poeta, escribo en español porque mi alma habla en español, y percibo siempre más allá de las dinámicas visibles e invisibles que me circundan. Existe en mí una reflexión continua con un ser supremo, un diálogo inevitable con el universo. En el entorno energético y espiritual, el feng shui, el tai chi y el wabi-sabi son mis aliados.

 

Voy a poner un poema tuyo antes de continuar la entrevista.

Está bien.

Árboles de sal

Mis antepasados invocaron el fuego
para reconocer la lluvia más allá de la niebla.
Alzaron sus heridas
para llegar al fondo de los días de sol,
alumbraron surcos en los sueños
con la precaria luz de sus semillas.
Mis antepasados hundían
atardeceres en el agua de sus ojos,
Mientras lloraban a solas
los abismos de la sed.
Mis antepasados buscaban el pan
Con cesta fugaz de pescadores.
Bajo el agua,
su rebaño de luz se posaba
entre árboles de sal
de un bosque sumergido
En la memoria.
Mis antepasados se dieron a la fuga del dolor
para dejarse atrapar
por la esperanza.

 

Carmen ha leído sus poemas en buena parte de México

¿Cuáles libros y poetas te han motivado más?

Árbol adentro, de Octavio Paz; De umbral en umbral, de Paul Celan; Anábasis, de Saint-John Perse; Trilce, de César Vallejo; las obras completas de Miguel Ramón Utrera; A la luz del relámpago, de Matsuo Basho; Fragmentos a su imán, de Lezama Lima; Hay quien se despide en la arena, de Pérez Boitel; Anteparaíso, de Raúl Zurita; El invierno recorre las islas, de José Carlos Becerra, y Siete poemas escritos junto a la lluvia, de Juan Carlos Mestre, entre otros.

 

¿Cuál es tu sueño más preciado en este tiempo?

En este tiempo y en cualquier tiempo mi sueño más preciado es alcanzar el éxito según lo describe Ralph Waldo Emerson. Lo demás llega por añadidura y vivo en permanente estado de gratitud a Dios por sus bendiciones inesperadas.

Carmen trae a colación un fragmento de lo que mencionaba Emerson:

Qué es el éxito, según Emerson

Reír a menudo y amar profundamente;
ganarse el respeto de las personas inteligentes y el afecto de los niños;
conseguir la aprobación de los críticos honestos y soportar la traición de los falsos amigos;
apreciar la belleza; descubrir lo mejor en los demás;
dar lo mejor de uno mismo sin esperar nada a cambio;
mejorar el mundo un poquito al sanar a un niño, rescatar un alma, sembrar un trozo de jardín o redimir alguna condición social;
haber jugado y reído con entusiasmo y cantado con exaltación;
saber que alguien ha sido más feliz porque tú has vivido;
esto es haber triunfado.

 

¿Cómo iniciaste la actividad editorial relacionada con los escritores de México?

Viviendo en Los Ángeles, California, viajaba por carro y con frecuencia a Baja California, México, a tres horas de distancia. Casi todos los fines de semana estaba en la Casa de Cultura de Playas de Tijuana. Allí compartí mi poesía, fui jurado de concursos de poesía y desde 2010 participé en congresos internacionales, en Tijuana, Rosarito, Ensenada, Hermosillo, Sonora, Uruapan, Michoacán, Ixtapa, Ziguatanejo y Ciudad de México. También he visitado Tabasco, Querétaro y Guadalajara. Es una extensa relación con México y su mundo cultural.

En el año 2012, durante un evento de poesía en Hermosillo, Sonora, el historiador Obed González Moreno ofreció una presentación sobre el padre Kino, el único padre negro que llegó con las misiones españolas a esa zona. Su erudición y dominio del tema me parecieron impresionantes y nos hicimos amigos desde ese entonces: compartimos poesía y amistad todos estos años. Le invité a una actividad sobre el cine mexicano de forma virtual en 2020 y luego en 2021 coordinamos la presentación (en el antiguo Colegio de San Ildefonso, hoy día un museo), de mi poemario Fracturas del silencio, escrito en el estilo del neobarroco latinoamericano.

En mi organización, la cual comencé en Los Ángeles en 2010, la palabra paz se expresa a través de la educación de las niñas en el mundo.

Fue en diciembre de 2021 cuando Obed me propuso trabajar juntos a través de un convenio con su organización, la Asociación de Escritores de México, y mi organización sin fines de lucro, Artepoesía por la Paz. En mi organización, la cual comencé en Los Ángeles en 2010, la palabra paz se expresa a través de la educación de las niñas en el mundo. Para ello hemos realizado un proyecto en una escuela de niñas en Kenia y varios proyectos educativos en México con el apoyo de Obed González Moreno.

Luego, en 2022, le propuse a Obed crear el Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, a lo cual accedió de inmediato. Él es un excelente amigo, un ser noble y solidario, y me siento bendecida por Dios con su amistad.

 

¿Dónde vives?

Vivo principalmente en Salem, Oregón, pero viajo continuamente a Los Ángeles, California, donde he vivido por más de treinta años.

Llegué a Salem debido a una necesidad urgente para el tratamiento terapéutico de niños con autismo, lo cual es mi especialidad.

 

¿Qué parte de tu país está más presente en tu escritura?

Mi pueblo, mis afectos, mis recuerdos, la casa de la abuela, el río que atraviesa la memoria, sus veranos llenos de chicharras y corocoras, su silencio blanco clavado en las tejas del mediodía, su concierto de grillos, ranas y gatos sobre el tejado de la media noche. La gente bella que Dios hizo llegar a la puerta de mis sueños y mi curiosidad por entender el mundo. La devoción y sacrificio de mis padres para que mi hermana y yo lográramos obtener una profesión. Por sobre todas las cosas y experiencias, la presencia inigualable de nuestro mentor, don Miguel Ramón Utrera, todos los sábados desde las siete de la noche hasta la media noche en el porche de la casa.

Hubo pobreza y muchas goteras, pero nunca se mojó la esperanza y sobre todo jamás se diluyeron los sueños ni el deseo de aprender, de crecer intelectual y espiritualmente. Recuerdo que don Miguel mantenía los ojos fijos en nosotras y él también ignoraba las goteras.

 

¿Qué parte de la vida no puedes explicar, qué se te escapa?

Se me escapa la discrepancia entre las creencias religiosas, los valores humanos, y la prioridad y reacción del mundo ante la guerra, la injusticia social, el racismo y las inequidades.

Sentada detrás de la pared donde le tocó sepultarse en vida a Anna Frank, en Ámsterdam, reflexiono sobre Darfur, Siria, Ucrania. Es la misma lección, pero no se aprendió de ella fuera del contexto específico e histórico donde ocurrió inicialmente.

Ahora, en muchos lugares de Estados Unidos, se intenta borrar la historia que incluye la esclavitud, leyes que evitan enseñar la historia como sucedió.

Me considero una activista por la justicia social, los derechos humanos y la protección del ambiente, y dedico prácticamente toda mi actividad a esas causas.

 

Me desespera el trato a los inmigrantes de todo el mundo, los que se hunden en el mar en barcos de papel.

¿Qué te desespera?

Me desespera el trato a los inmigrantes de todo el mundo, los que se hunden en el mar en barcos de papel, los que cruzan ríos, pantanos, mares, caminos verdes que nunca maduran, selvas, los que mueren allí sin que nadie pueda llevarles flores, los que anhelan llegar a algún lugar donde les tiendan la mano. Los peregrinos de Dios que han dejado de dolerle al mundo.

Seres cuyas muertes no se suman en los mares ajenos. Aquel niño de Libia que se encontró en la playa, con los labios desterrados de sus sueños; uno podría fácilmente imaginarse que pudo haberse llamado Jesús.

 

¿Cómo viviste la pandemia?

Puedo decir que la sobreviví con temor, con angustia por mi madre sola en el pueblo, con preocupación por evitar un brote contagioso en mi clínica de rehabilitación pediátrica.

Lo primero que hice fue comprar una máquina de coser y comencé a coser mascarillas y a enviarlas a mis familiares y amigos en muchos lugares del país. Como terapista, mi práctica se volvió virtual y eso fue un gran reto en cuanto a darles a los niños un tratamiento terapéutico efectivo.

En el pueblo perdí varios amigos muy queridos, Gloria, Jorgito, Andresito. Entre mis familiares perdí a mi adorada tía Flor, de Cagua, y seguidamente a su hijo, mi primo Miguel Luciano Larrazábal. El Covid ha sido una avalancha de despedidas.

Finalmente me contagié este año, pero gracias a Dios con las vacunas no fue tan fuerte y pasó en tres semanas.

Por otra parte, debido a las restricciones del Covid, comenzaron a realizarse varios eventos virtuales de poesía, a los cuales pude asistir y participar. También logré convocar varios eventos virtuales de poesía con éxito. Conocí a muchos escritores y grandes poetas, y logré compartir mi poesía en diversos lugares del mundo, desde Bangladesh hasta Chile, varios países de Europa y América. Esto había sido difícil antes del Covid debido a mi compromiso con los pacientes que limitaba mi tiempo para hacer viajes internacionales. Amigos increíbles como Raúl Zurita, Alfredo Fressia (QEPD), Juan Carlos Mestre, Luis Manuel Pérez Boitel, Lina de Feria, Uberto Stabile, Josefa Parra, Begoña Callejón, Sonia Betancort, etc.

 

¿Cuál es el recuerdo más conmovedor de tu vida?

La muerte de mi padre cuando yo estaba en el extranjero, el hecho de no poder llegar a tiempo para el último abrazo.

En medio de ese estruendo, la respiración se corta en el filo de un dolor que sangra más allá de la herida y que se esparce por todo el cuerpo con cada inoportuno latido. Mientras ese dolor te canta sus verdades y un abismo se te va hundiendo en los ojos, sin permiso te roba los peldaños del cariño, aunque uno intente subir hasta el primer recuerdo, sin un poco de consuelo donde asirse.

José Pulido

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