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La máscara de cuero, de Jesús Miguel Soto: un ritual de vida contra una ciudad de muerte

sábado 25 de noviembre de 2017
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“La máscara de cuero”, de Jesús Miguel SotoYa sea para emprender una ceremonia religiosa, una batalla, una curación o una representación artística, llevar una máscara es un acto que establece una distancia simbólica entre su usuario y quienes lo rodean. Un rostro cubierto con semejante accesorio puede esconder un conocimiento prohibido, un designio incomprensible para los simples mortales, un arte destinado a unos pocos iniciados…

En La máscara de cuero (Equinoccio, 2016), novela de Jesús Miguel Soto (Caracas, 1981), Alonso Quaker se presenta como un vendedor de enciclopedias baratas que colma de palabras los rincones más profundos de una metrópoli carente de un alma capaz de brindarle sentido a la existencia de sus habitantes, flagelados por la violencia y el caos.

Sin reservas, Soto nos perfila su ciudad natal como una carnicería o, más específicamente, un molino de carne que mutila en calles infestadas de plagas, avenidas hostiles y túneles desoladores. Allí, una máscara de cuero adquirida en una tienda de objetos sexuales servirá de talismán protector tanto para Alonso como para el lector.

Inadvertidamente, el protagonista será dotado de algo similar a un poder mágico. Mediante el uso continuo del fetiche, Alonso escapará a la deformación a la que es sometido sin cesar; su ritual contrarrestará los efectos nocivos de su entorno haciendo creer a propios y extraños que es poseedor de un secreto demasiado terrible para mostrar, lo cual lo hará merecedor de un respeto inesperado entre sus congéneres.

Con La máscara de cuero, puede catalogarse la obra de Soto como parte de un movimiento literario que se comunica directamente con las generaciones latinoamericanas nacidas a finales del siglo XX.

En su relato, Soto describe con precisión experimentos fallidos, reuniones familiares de una discordia absurda y conspiraciones que no hacen sino introducirnos en una máquina inmisericorde cuyo propósito es acabar con los individuos que forman su engranaje; un artefacto bien aceitado que es además una verdadera bomba de tiempo.

Golpes, vicios, traiciones, humillaciones y rencores marcan el ritmo de la narración. El autor nos ayuda, sin embargo, a surcar esa especie de brea que supura de los poros de la urbe y a sentirnos cómodos inclusive sumergidos en el espeso lubricante del mecanismo carnívoro gracias a una prosa ligera, provista de referencias literarias y de situaciones pasmosamente jocosas, sin olvidar los miembros cercenados y los periodistas ávidos de sangre.

Con La máscara de cuero, puede catalogarse la obra de Soto, que incluye Boeuf (Relato a la manera de Cambridge) y Perdidos en Frog (Lugar Común, 2013), como parte de un movimiento literario que se comunica directamente con las generaciones latinoamericanas nacidas a finales del siglo XX y a través de una nueva concepción del realismo mágico, uno más encarnizado con sus personajes aunque siempre abundante en elementos fantásticos que predominan en los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

En The Critic as Artist (1891), del irlandés Oscar Wilde (1854-1900), el personaje de Gilbert afirmaba: “Man is least himself when he talks in his own person. Give him a mask, and he will tell you the truth” (“el hombre es menos él mismo cuando habla como su propia persona. Dale una máscara y te dirá la verdad”). Soto va un paso más allá y revela con su propia máscara la realidad común de quienes residen en la ficticia capital: víctimas y victimarios no son más que simples perdedores que se hunden sin remedio en el fondo de un valle.

Gabriel Mármol

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