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Harry Almela: La patria forajida

miércoles 29 de noviembre de 2017
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Harry Almela
Harry Almela logra que estos versos fluyan en presente continuo. No pertenecen a una época determinada ni a un pueblo en particular, sino a todos aquellos que son humillados y oprimidos.

“La patria forajida”, de Harry Almela

Nota del editor

El 24 de octubre falleció en su residencia en Mariara, Carabobo, el poeta venezolano Harry Almela. Uno de sus poemarios más importantes, La patria forajida, fue publicado en 2006 por el sello Actum y, en su momento, la escritora Carmen Cristina Wolf publicó esta reseña que hoy reproducimos para rendirle homenaje a Almela.

La patria forajida
Harry Almela
Poesía
Editorial Actum
Caracas, 2006
ISBN: 9789806354159
54 páginas

Un nuevo título publica la Editorial Actum en Venezuela, amparado por la colección Barco de Piedra: La patria forajida de Harry Almela.

Los pueblos cambian de rumbo según se altera el significado y el peso que se le otorga a las palabras. Por ejemplo, una antigua tribu americana conjugaba los verbos en presente continuo y transformaba algunos sustantivos en verbos, como la palabra luna convertida en el verbo lunecer: “Está luneciendo”. No existía para ellos el pasado ni el futuro, la existencia siempre es un acontecimiento en tiempo presente. Harry Almela logra que estos versos fluyan en presente continuo. No pertenecen a una época determinada ni a un pueblo en particular, sino a todos aquellos que son humillados y oprimidos por las mentiras de los que se ponen “máscara de cuero” para ahogarnos con sus “órdenes marciales”.

De este poemario escribe el escritor venezolano Manuel Bermúdez: “(…) trasciende un mensaje de esperanza elegíaca en defensa de la libertad, tema muy de nuestro tiempo, en el que la cultura sigue siendo agredida por la barbarie y la insensatez (…)”.

Almela escribe: “Este es el canto / de la patria forajida / su registro y su paréntesis / el punto y coma / de la frase que nos falta / el áspero candor de su cifra / la marca / en la mejilla / el amargo sabor / de su alimento (…) aquí se denuncia / en las tribunas / todo lo que vino / sobre ti / sitio de mi sangre / y de la sangre / de los míos / sitio donde aprendemos / a nombrar de nuevo / al mundo / zona que huye / a cada instante / en un viaje / sin retornos”.

En otro poema dice: “(…) mientras ellos mentían / con su máscara / de cuero / nombraban las cosas / con palabras / desconocidas / para mí / burlaban / el cerco / de la inocencia / mientras yo / intentaba / escribir / escribir / escribir”.

Si le damos mayor importancia a la palabra libertad que a la palabra seguridad, la sociedad estará signada por un rumbo totalmente diferente. La libertad considera la preeminencia de cada una de las personas por encima de las instituciones. La seguridad cifra la mayor importancia en los cuerpos coercitivos del Estado, por encima de lo más ínsito y sagrado del ser humano: el libre albedrío.

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida (Cap. LVIII, parte II, El Quijote).

Los pueblos somos un haz de posibilidades, vivimos inmersos en una transformación continua, “sabemos lo que somos, pero no sabemos lo que podríamos llegar a ser” (Shakespeare). Somos de acuerdo a como hablamos y hablamos de acuerdo a como somos. De allí la importancia de aprender “a nombrar de nuevo al mundo”. Los regímenes de fuerza violan el significado de las palabras y les imponen el sentido que “conviene” darle a su ideología. Es menester hallar de nuevo la inocencia acuchillada por los desmanes del poder.

La patria forajida es un canto universal, escrito con una lúcida economía de lenguaje. Duele hasta las lágrimas leerlo, sobre todo cuando se asiste a los tentáculos de la impostura con fusil al hombro, esa madrastra insaciable: “quédate allí / sentada / esperando / nuevas víctimas / ganados / para un nuevo / desatino / no esperamos / mejores augurios”. Pensemos que no todo está perdido, siempre habrá otro amanecer.


Harry Almela nació en Caracas en 1953 y falleció en Mariara, Carabobo, el 24 de octubre de 2017. Poeta, ensayista, docente y editor. Algunos de sus libros publicados son Cuadernos de bitácora (New York, 2000), Los trabajos y las noches (Maracay, 1998), El terco amor (Caracas, 1996), Contigo (Caracas, 1990) y Contrapastoral (2013). Ha recibido el Premio Bienal de Poesía José Rafael Pocaterra y el Premio Internacional Vicente Gerbasi que otorga el Círculo de Escritores de Venezuela.

Carmen Cristina Wolf
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