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Hilvanar imágenes

miércoles 24 de octubre de 2018
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El hilo del invierno
Raquel Vázquez
Poesía
Hiperión
Madrid, 2016
ISBN: 9788490020852
74 páginas

Uno de los rasgos que venían acusando las poetas del siglo XXI era el alejamiento con los parámetros de la poesía tradicional. En su afán por renovar, dejaban atrás la prosodia, entendida como la disciplina que se ocupa de la distribución de acentos, es decir, la métrica. Sin embargo, un grupo de poetas están revalorizando, junto con los temas, el componente musical de la poesía. Raquel Vázquez (Lugo, 1990) tiene buena parte de esta culpa pues, después de Por el envés del tiempo (2011, Premio Poeta Juan Calderón Matador), Pinacoteca de los sueños rotos (2012), Luna turbia (2013, Premio de Poesía Gloria Fuertes), Lied de lluvia para una piel ausente (2014, Premio de Poesía Granajoven) y Si el neón no basta (2015), hasta la publicación El hilo del invierno, demuestra que sabe cómo lograr el ritmo en sus composiciones poéticas.

El hilo del invierno, publicado por Hiperión, por una de las mejores editoriales de poesía española, se hizo con el Premio “Nueva Valencia” otorgado por la Institució Alfons el Magnànim. Acompañan al título las citas tan dispares como Cortázar, Beckett, Maillard o Faulkner. Lo que nos ayuda a hacernos la idea de que Raquel es una ávida y experimentada lectora de la mejor literatura universal. Pero esta saturación paratextual no nos debe distraer de la peculiar voz de la poeta, plena de imágenes tanto visuales como sonoras de inigualable belleza.

La poeta gallega critica distintos aspectos de la sociedad posmoderna y conduce a los lectores a reflexionar sobre nuestro tiempo.

El título nos conduce al imaginario de lo frágil y efímero, acaso el delicado filamento al que los seres estamos unidos al tránsito de la vida. De estructura plenamente equilibrada, su canto está configurado en tres apartados —o hilvanes—, con un número idéntico de poemas —puntadas—, catorce, concretamente. Se trata, pues, de una obra meditada y unitaria.

El primer apartado está marcado por el dolor que provocan las hostilidades y los propios individuos que se dejan arrastrar por pequeñas libertades. Podríamos encajar, de hecho, en una gran parte de lo que se conoce como poesía de la conciencia, pues la poeta gallega critica distintos aspectos de la sociedad posmoderna y conduce a los lectores a reflexionar sobre nuestro tiempo y cada una de nuestras ataduras, falsas promesas de una libertad pervertida. Como rasgo característico de esta corriente, el sujeto se diluye desde el yo hasta el nosotros; de él a ellos. Y es desde esta perspectiva como se presenta uno de los mejores poemas, “Sufijos telefónicos”, que muestra la cronología de la barbarie en Guernica, Nagasaki, Sarajevo, Basora y Alepo, topónimos con los números en la conciencia de todos, lugares en los que se hace imposible la comunicación, tan sólo el silencio. Cuenta Raquel en las dedicatorias del libro que varios poemas, uno de ellos es el citado, “surgieron inspirados por el trabajo fotográfico de Gervasio Sánchez”. Démosle, entonces, también los lectores, las gracias a que la poeta haya recogido esas extraordinarias imágenes en su interior y haya explorado con los contornos del alma humana:

En tantos cementerios,
lápida a lápida se va tallando
un final repetido
a modo de punzante sufijo telefónico.

El otro gran poema de la primera parte es “Tejer la noche”, texto especialmente crítico con la propuesta de la posmodernidad de grabar, cámara en mano, cada instante con los flashes. La crítica a nuestro sistema urbano burgués se recoge en la composición musical “Mapa de carreteras”, o en “Cuesta abajo”, que cierra con una brutal conclusión: “Es esta la colina que soñabas: / nieve gris, nieve roja, nieve muerte”.

El apartado segundo, “Hilván de cielos”, es el eje central de la partitura. Posee el sentido de apertura, aún sin haber olvidado la sociedad posmoderna en la que nos dejan vivir, como recoge el magnífico poema “En la curva del tiempo” (“No hay tiempo si la vida / es eso que nos prefabrican otros”), suelen recoger el sentimiento amoroso y, tras la complejidad de las relaciones afectivas, la desazón, el desastre, la ausencia, el desamparo… Nos encontramos ante poemas existenciales de gran carga expresiva. Adquiere un mayor emplazamiento el campo semántico de la música (“arpegio”, “canción”, “cuerda”, “entonar”, “cantarte”…). Los dos compositores nombrados —Schönberg y Richie Beirach— están caracterizados por una mirada potente. Así, las referencias musicales trazan la órbita circular en “Ruedas calendáricas”, interpretación moderna del mito griego de Sísifo, y en “Bucle”, auténtica espiral de la derrota; tal vez aceptando este devenir y comprendiendo el sentido de la vida lleguemos a un cabal entendimiento. La esperanza puesta en las palabras termina por iluminar ese desconocimiento de dar marcha atrás, de volver a lo que fuimos. Así, se cierra “Bucle”:

Sólo queda esta noche.
Y unas pocas palabras como yesca
que en cambio apenas tienden al silencio
si ya se vuelve olvido,
si el dolor es un bucle y ya no vuelve
aquel infatigable milagro que era arder.

Llegamos al tercer apartado, “Hilván de saltos”. Y ya es imposible quitarnos de la cabeza la riqueza del imaginario visual de la autora gallega y la cadencia que imprimen sus composiciones de ritmo endecasilábico. “Daouda” es otro de los grandes poemas —y llevamos unos cuantos ya. Ahora parece que la herida que se abrió está infectada. Es la canción dedicada a Daouda, el nombre de una de tantas personas que se juegan la vida al cruzar la frontera. En este caso, se refiere a la polémica valla de concertinas. Pudo ser el nombre de otro de los tantos que se vieron arrojados de sus países y cruzan hacia España en busca de mayor igualdad y de un palmo de libertad. Admirable la conciencia de esta joven y su capacidad para hacernos reflexionar y tomemos conciencia de la muerte, como brillante poeta que es.

Tienes veintidós años,
veintidós años y el brillo de un filo
clavado entre los ojos.
no puedes olvidar, ojalá nunca olvides.

Raquel Vázquez ha urdido hilván a hilván en El hilo del invierno un tejido musical rico en imágenes.

Las cicatrices están ahí, no se ocultan; se van desvelando. El modo en que estamos y sentimos se parece más a una partida o a una vida virtual que otra cosa, como se sugiere en el poema “Insert coin” (“la vida, una partida deshecha en simulacro”). Y la avalancha de imágenes junto al desaforado uso del smartphone se pone en tela de juicio en “Vidas de vapor” (“Cuando el mundo es tan líquido / que toca estar mirando a cada instante). La propuesta que surge, entonces, no es ver, sino contemplar; en lugar de hablar mirando la pantalla, hablar con el otro, abrazarlo, acariciarlo, tenerlo en cuenta, saber que existe… He ahí el quid de la cuestión. Aunque, en ocasiones, las palabras no lleguen a ser balsámicas. De acuerdo con el crítico abulense José Luis Morante:

Es una manera de dejar sitio a la voluntad que va dejando una caligrafía esperanzada en las palabras.

La propuesta de El hilo del invierno puede verse lograda o trazada como camino, nuevamente, de perpetua búsqueda —alfa y omega de la creación—; corresponde al poema con el que culmina, “El camino de la escritura”, del que escojo un manojo de versos:

Al menos si el sonido es luz que se levanta,
quedará alguna voz donde permanecer,
hacer de cada sueño
tinta: palabra a la que aferrarse.
Antes de ese final
que ya mismo comienza.

Que poco a poco traza el hilo del invierno.

Para Raquel Vázquez, la poesía no es obstinado rigor —como lo fue la pintura para Da Vinci— ni como la lluvia inclemente capaz de germinar palabras en terreno árido, sino

como indagación, como horizonte, como unos ojos restaurados hacia el mundo; poesía como ancla de lo que somos y como la libertad de seguir siéndolo; poesía como cristal que hiere y que al fin proyecta algo de luz para salvarnos; poesía como vínculo con el otro, poesía como abrazo tallado en la palabra; poesía como trinchera, como refugio, como viaje y como vuelta a casa.

En definitiva, Raquel Vázquez ha urdido hilván a hilván en El hilo del invierno un tejido musical rico en imágenes tomando conciencia de lo que somos y para qué estamos. Con razón se trata de una escritora constante, que se ha ganado el derecho a figurar en diferentes antologías de la mejor poesía española del segundo decenio. Este libro, cargado de fuerza expresiva, nos propone alejarnos del mundo líquido y vivir más aplicando nuestros sentidos. Aunque parezca obvio, no está de más que alguien venga a recordárnoslo.

Jesús Cárdenas
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