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Capricho habanero
Sexo, irreverencia y muerte, de un poeta del pasado a un periodista del futuro

sábado 2 de febrero de 2019
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“Capricho habanero”, de Alberto Garrandés

Capricho habanero
Alberto Garrandés
Novela
Editorial Ácana
Camagüey (Cuba), 2015
ISBN: 959-10-0402-8
250 páginas

Muchas veces me había alucinado con las sugestivas imágenes de la portada de Capricho habanero, de Alberto Garrandés. Cuántas veces entré en aquella librería oficial en pleno centro capitalino a leer sus primeras páginas, lo compraba con ese nerviosismo inexplicable a lo profano, y luego lo arrojaba al cesto de basura sin poder evitar un vago arrepentimiento. Desde hacía tiempo venía refrescándome con el aire del trópico. Escritores cubanos o latinos que escribían sobre La Habana, y quizás ya deberíamos haber leído: Alejo Carpentier, Leonardo Padura, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Pedro Juan Gutiérrez, Daniel Chavarría, Wendy Guerra, entre otros muchos que, con el pretexto de la ficción, han desentrañado la realidad del pueblo cubano. Con personajes inolvidables que tocan de cerca o desde la periferia momentos coyunturales de ese hermoso país-ínsula, que de alguna forma ha influido a través de la historia y en otros países con su música, usos y costumbres. Por supuesto que Venezuela no ha escapado a su influencia, nuestra fachada norte comparte una comunidad de naciones caribeñas de grandes similitudes.

Dos historias con inicios y finales separados, pero relacionadas por el presagio de Isolda la cartomante, que sabe que el poeta Angélico Antenor, del pasado 1996, tiene un sucesor en el porvenir de octubre de 2027.

Justo en ese ambiente de playa, de embarcaciones, con marineros depravados, turistas en busca de sexo, madrugones y rumbas, dimensiones aterradoras y surrealistas, donde la luz y las tinieblas luchan cada uno por causa de los humanos, conforman los elementos explosivos de Capricho habanero, de Alberto Garrandés. Uno de los grandes de la literatura fantástica de Cuba, nacido en La Habana en 1960 y que se ha dedicado a la crítica, el ensayo y la investigación de diversos temas humanísticos, especialmente en literatura latinoamericana y anglosajona, además de producir más de una veintena de libros entre ensayos, poesía, cuentos y novelas.

Capricho habanero es su primera novela, publicada por la editorial Letras Cubanas en 1997, y la reedición que me tocó leer, por Editorial Ácana (Camagüey, 2015, edición de bolsillo, 250 páginas), en cuya portada luce una de las mejores obras surrealistas de todos los tiempos: “Muñeca”, del artista polaco Haans Bellmer, desarrollada durante la invasión de los nazis a Polonia. Una muchacha con cabellos largos, desnuda y con calcetas, una niña ampliada con todos los rasgos eróticos de una mujer adulta, donde Bellmer intentó explorar el deseo humano y los fundamentos psíquicos que lo impulsan. Es por eso que no es casualidad verla en la portada de esta pieza literaria donde los personajes son movidos por una carga de pasión y erotismo descontrolada, y sugestiva para el lector. Todo dentro de una atmósfera barroca, ensoñadora, que evoca a la vieja Habana de antañonas edificaciones. Dos historias con inicios y finales separados, pero relacionadas por el presagio de Isolda la cartomante, que sabe que el poeta Angélico Antenor, del pasado 1996, tiene un sucesor en el porvenir de octubre de 2027, un periodista que también está destinado a una vida “emputecida, turulata y fornicante”; en esa misma Habana que cambia de viejas estructuras decadentes a amplias edificaciones grecorromanas de la usanza parisina que por varios siglos, sobre todo el diecinueve, estuvieron de moda en el mundo. Las dos historias inician con una evocación mística a un presunto “padre de los cuatro vientos”, ¿acaso un oscuro dios pagano, un diablo del inframundo destinado a vigilar los tesoros de la luna, o una exclamación poética de un simple humano preocupado de un futuro incierto de pasiones insospechadas?

Angélico Antenor, un poeta de finales del siglo XX, ya publicado, con aires de grandeza, y lleno de una agudeza perceptiva de la belleza, representada en todas las mujeres que ha contemplado en muchas de las formas posibles. Aunque todavía no sabe si la profecía de Isolda ya comenzó, en realidad, porque sigue siendo un solitario que despierta todos los días con los tambores de Hotel California y la erección que suele bajar frente al espejo de azogue ulcerado, lleno de íncubos, efebos y fantasmas henchidos de pasiones humanas. Su vida no será ni más ni menos vagabunda, tierna, anfitriona y cómplice, que la de su predecesor Walter Mitty y su sucesor el periodista del porvenir 2027. En su vida desfilan una serie de mujeres que despiertan los apetitos más voraces: Virginia, la estudiante de Filología que lo busca una mañana para entrevistarlo y lo mantiene en permanente zozobra. La cita en la esquina de Mercaderes y Obispo, a las diez de la mañana, será el inicio de sus aventuras. Las tentaciones de canela y caña verde (¿acaso travestis?) en las esquinas del Paseo de Parque Central. La señorita Cordelia Wollstonecraft, una inglesa de Creta, ¿acaso una diablilla al servicio de Eidanyonsón González?, un secuaz del inframundo infernal. La menor de las tres Marías, María de los Ángeles, con su vulva rasurada y dispuesta. ¿Tina Turner?, en un sesenta y nueve interminable, y con faringitis. El coito de la Medrosa insaciable, y así muchas otras. Todo por un contrato que firma el poeta accidentalmente con su sangre, mientras comienzan a ocurrirle cosas harto misteriosas que se unen a ese ambiente disparatado y erótico, como el Satyricon de Federico Fellini, por ejemplo, o algunas de Tinto Brass, más explícitas, pero no menos divertidas. Un pequeño fragmento:

El poeta se dejó traspasar por aquel airecillo misericordioso y escuchó las palabras lejanas que lo invitaban a salir del restaurante. Pero los polvos que Cordelia había puesto en su martini ya estrujaban su sangre. Fue entonces cuando ella exclamó: ¡Oh, mi earring, my earring!, y se deslizó bajo la mesa. El poeta alcanzó a percibir fuerzas devastadoras en aquel mundo subterráneo y, abandonado a los efectos de la droga, se abandonó también a la boca hábil de Cordelia, que lo dejó exhausto. —You must be lover, Mr. Garrido —dijo ella tras limpiarse la boca.

Afortunadamente cada vez que Eidanyonsón interviene, un san Félix se presenta a defender al poeta. Esto no quiere decir que Garrandés no haga una crítica mordaz de lo religioso, a través de los asesinatos y excesos de monseñor Montresor, dispuesto a ejecutar con sus propias manos la “justicia divina”, o la manera cruda y sin adornos en que expone ciertas usanzas eclesiásticas. Aunque a veces ficcionando personajes bíblicos para integrarlos a la trama de algunos pasajes de la novela. Por algo se le considera uno de los escritores iconoclastas más conocidos, promotor de un lenguaje irreverente que humaniza los personajes de la divinidad despojándolos de la solemnidad religiosa. Durante la lectura nos encontramos a veces con misteriosas muertes y asesinatos, y un obstinado oficial Van Dine, que nos da la impresión de que Garrandés se pasara al género negro y criminal, pero entonces vuelve el paroxismo propio de su mundo, gárgolas que se convierten en demonios femeninos, la intervención de san Félix para que dejen quietos a los hombres, el devenir incesante de los dos protagonistas y personajes por las callejas musicales de La Habana, dando razón al peculiar sentido de ubicuidad del narrador.

Él está en el punto de quiebre entre la propuesta indecente de un jefe pelón y mariposón, y la posibilidad de ser contratado por el Centro de Investigaciones Ecológicas.

Al final de la primera historia, Angélico se encuentra por fin con Virginia. Mientras hace la entrevista, el poeta, lleno de todas las experiencias vividas, no puede dejar de pensarla desnuda. Pero sigue pendiente de lo que escribirá. Cuando la soledad vuelve, encuentra otra vez a la cartomántica, tirada en el piso como basura. En ese instante surgen preguntas en el pensamiento de Angélico que ella no puede responder, sólo le dice que debe vivir con lo que le toca, le da a entender que le espera un futuro muy angustioso por quienes lo pretenden, pero que “estar asediado por espectros es casi una virtud”.

En ese porvenir 2027 La Habana cambia su aspecto arquitectónico, aunque en el fondo sigue siendo el mismo centro de la historia. Una calle Obispo llena de muchas cosas que ver y no ver, y Eidanyonsón sigue persiguiéndolo con sus ardientes secuaces. Con la presencia de un monseñor Montresor más viejo y un san Félix más determinado a ganar la guerra contra el mal. Ahora es un periodista casado y con una amante: Ana, la que comparte su tierno ardor y parte de sus ingresos. Él está en el punto de quiebre entre la propuesta indecente de un jefe pelón y mariposón, y la posibilidad de ser contratado por el Centro de Investigaciones Ecológicas (CIE), con la promesa de medio millón, se dice pero no se cree, aunque lo llega a creer. Pero con los riesgos de convertirse en un conejillo de indias, viviendo en unas dunas que aparecieron en el Amazonas.

Solo se sabía que el aire era respirable, transparente, y que algunos tejidos orgánicos muertos demoraban mucho en corromperse, mientras que otros se secaban sin indicio de deterioro. El CIE ansiaba ver los efectos del desierto amazónico en seres humanos entre cuya edad oscilara entre veinticinco y cincuenta años.

Sin embargo, entre la propuesta del obeso pelón y la entrevista del CIE, es preferible la última. En los exámenes de rigor, el más importante era enfrentarse al espermatograma. Que consiste en lo que todos sabemos…, y es allí donde la rubia menuda entra en acción.

Entonces comprendí el destino de las fotografías. Me las dio y las miré bien. Lograron excitarme un poco, pero me era imposible masturbarme. Una película habría sido eficaz. Añadí que no me encontraba en condiciones de hacerlo y que además, hacía años que estaba fuera de práctica. Le expliqué que ya no tenía la menor necesidad de zarandeármela, y que por lo mismo la prueba se tornaría impracticable. La rubia se alisó los cabellos y limpió sus gafas. Los ojos eran redondos y muy expresivos. Al cubrirlos con aquellos vidrios rosados, me miró con miope determinación y me preguntó si aceptaría su ayuda. No dije una palabra. Fue más específica: ella misma me masturbaría.

Así Garrandés continúa explosivo en la segunda parte de la novela. Aunque Capricho habanero es narrado en tercera persona, en la segunda parte nos parece que hay un diálogo que se extiende desde el inicio entre el periodista e Isolda:

Era un hermoso agujero acostumbrado a las incursiones. Bien expuesto, y capaz de aceptar los más diversos grosores y longitudes, me introducía por completo en él y después me retiraba, repitiendo la operación desde distintos ángulos. La secretaria, ¿ves, Isolda?, se estremeció y, con voz espasmódica, salpicada de entonaciones plutónicas, me ordenó buscar una pieza de ebonita forrada con silicona.

Cuando se describe el Amazonas y la problemática que lo circunda, entendemos que se trata del mundo hipotético de 2027, que Garrandés inventa, con algunos detalles que sugieren una tecnología superior, y es por esa razón que podemos hablar de que el autor también incursiona en la ciencia ficción. Ana presiona y ayuda, o no, al periodista, a decidirse entre las traducciones de Emily Dickinson (y todo lo que implica) o el viaje al Amazonas. Pero en medio de la claridad de una luna ascendente y la tranquilidad de su cama, junto a las nalgas cerebrales de Ana, se pone a dudar de dejar todo eso. Luego otra vez la llamada de la rubia menuda, la cita con la hija para la revisión de sus poemas, y la noticia de que el viaje se aplazaba tres semanas más, por lo del presupuesto. Es así que Garrandés se alarga una vez más, pero sin perder el gusto narrativo. La tensión de la historia. El periodista cuenta cómo Juana, la juguetona amiga de su madre, de casi treinta años, al pretender asustarlo y llamarlo maricón, termina elogiándolo en la ducha: “Así me singan los machos, papi”.

Sólo tengo que decir que no tengan miedo de leerla, sí, salen fantasmas, demonios, locos asesinos, y qué.

Mientras nos aproximamos al final, las cosas más locas parecen estar ocurriendo, entre cada entrada y salida del mentuporro del protagonista, en la perfecta penacha de su amante. En esos vaivenes de fruición, la experiencia del CIE, el viaje al Amazonas, parece estar convirtiéndose en algo inasible, en un mito incapaz de cumplirse. Pero no voy a decir lo que acontece en la última parte. ¿El periodista irá realmente al Amazonas, escribirá la traducción de la Dickinson, hará un ensayo sobre Poe, creará una novela, será reivindicado en su trabajo? Las últimas páginas las descubrirá usted si lee esta magnífica obra de Alberto Garrandés. Que en esta reedición de 2015, de 4.000 ejemplares y ampliada, con más de cincuenta cuartillas en comparación con la primera edición, incursionará en un mundo bidimensional, donde la vida de dos hombres será convulsionada por las fuerzas que desde el principio de los tiempos han estado en lucha. El bien contra el mal.

Sólo tengo que decir que no tengan miedo de leerla, sí, salen fantasmas, demonios, locos asesinos, y qué, al final yo también decliné y me devolví a no sé cuál cesto a tomar un ejemplar; había arrojado ya muchos con ese temor maléfico de leer un libro que me crispaba. Lo volví abrir: “Padre de los cuatro vientos…”, ay, me chorreé un poco, pero no lo arrojé, esta vez no.

Axel Blanco Castillo
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