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Dimensión humana y poética en África, de Tomislav Marijan Bilosnič

sábado 19 de junio de 2021
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“África”, de Tomislav Marijan Bilosnič

África, eres preciosa.
Y tocaste mi alma, y por ti moriría de placer.
Gabriela Mistral

En la nueva edición del libro África1 el poeta Tomislav Marijan Bilosnič nos conduce por paisajes geográficos y humanos que reflejan una formidable visión lírica del continente africano. En el libro hay una concepción originaria del tiempo que el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart adelanta en un juicio que pone en perspectiva la dimensión de estos textos al señalar que “la nueva obra de Bilosnič se instala en la cuna de los orígenes del ser humano…”.2 Esto, por supuesto, añade al sentido poético un juicio abarcador de los temas aquí tratados. Pero hay también otro comentario que contribuye a la intención del libro; me refiero a “Advertencia al tiempo”, cuyo objetivo consiste en brindar una idea general sobre el propósito del mismo: “…África es solamente un marco temático-motivo de la colección que se impone como el eje central del pensamiento existencial y esencial del autor. De esa manera el espacio de África es del mismo valor que el espacio del poema, o sea, de igual valor que el espacio de la existencia donde el autor investiga y busca su esencia desde los primeros tiempos hasta los contemporáneos”.3 Ciertamente el marco temático del párrafo anterior transciende su espacio de referencias para situar al lector mucho más allá de las fronteras de su contenido. Porque, en el fondo, esta poesía recoge la realidad y profundidad de la vida para evocarla de modo que podamos observar cómo la poesía y la historia se funden en una cosmovisión del continente africano. El mayor propósito del libro está fundado en esta visión de razas y de fronteras con bases en la contextura integradora de la poesía.

En África Marijan Bilosnič logra concretar una realidad que enaltece las costumbres y manifestaciones culturales que han animado la vida del continente africano.

Al ordenar los motivos del libro el autor ha dividido su estructura en ocho apartados. Los poemas están escritos en rima libre para caracterizar la extensión de sus temas, y presentar el contexto histórico y las manifestaciones culturales a través del discurso poético. En este contexto el poeta Davor Šalat ha escrito un excelente ensayo que aborda las problemáticas ideológicas y políticas que reflejan no sólo las transformaciones del continente, sino también factores que determinan estos cambios, enfocados desde un ángulo estético e histórico:

En el sentido cosmológico, en la antología poética África Bilosnič mayormente se apoya en las maneras de vivir la vida total en las regiones tradicionales africanas y, generalmente, en la vida del hombre negro. Justo esas maneras son para él un tipo de la palanca cognitiva que usó para el cambio radical de nuestros (…) indignos moldes de civilización. Con totalmente diferentes experiencias de la vida, Bilosnič en realidad logrará pelar todas las capas impuestas por el racionalismo y materialismo occidental y llegar hasta la humanidad universal, hasta el negro “profundo” como el condensado de humanidad y de la metáfora de cada hombre amenazado por la civilización perversa. Y eso, en realidad, somos todos nosotros.4

Este concepto cosmogónico nos remonta a la visión primigenia del ser para resaltar allí no el color de la piel, sino las raíces de la vida y de la historia. En África Marijan Bilosnič logra concretar una realidad que enaltece las costumbres y manifestaciones culturales que han animado la vida del continente africano a través de su historia. Por eso, contra el injustificado sentido que suele imponer la historia vencedora se levantan estos textos, y también contra la que pretende sustituir una realidad por otra.

El poeta se apoya en contextos reales para reflejar la armonía del paisaje y de la fauna como fuerzas integradoras que nacen para cantar la vida, todo se proyecta en un lenguaje que capta lo telúrico y lo religioso del mundo. La unidad espiritual será un significante que fundirá la visión poética en un vasto paisaje de diversas tonalidades y contextos geográficos. Así, los elementos de la naturaleza tendrán un orden sustentado por el esplendor del cosmos: “Siempre algo nuevo de África / entre el relámpago y el trueno / los negros / Aquí todo cambia rápidamente / como en la mesa de billar / aquí las estrellas son grandes / y la gente las desmoronan con sus dedos” (17), dicen estos versos. Esta geográfica se inventa y reinventa para engrandecerse en imágenes que se superponen para proyectar una penetrante visión de la vida y la naturaleza: “El negro espera el sol en la gota de rocío / la gota de rocío es su corazón…” (18):

Leo la piedra como un libro
leo la tierra
leo el aire
la caligrafía de las estrellas
miro cómo desaparecen los muertos
se asienta en la corteza
a la caligrafía
en la piedra

Las gotas de agua se hacen piedra
las palabras
todo lo que se opone a la gravedad
piensa
que esto es su Dios.

(“Cuando las gotas de agua se hacen piedra”, 22)

Esta visión surgirá también del cuestionamiento que sustenta la imagen temblorosa del tigre. Contemplado en su mítica dimensión, el tigre representa un símbolo superior de la vida. Su figura exaltada se desliza como una referencia de su propia historia, y una y otra vez lo vemos asomarse diáfanamente en la dimensión poética y humana de estos textos:

África es el ardiente oro del cielo
África es el Sol dorado de la Tierra
África es arena amarilla de seda
arcilla
cada negro es el río negro
como la selva
agua negra
lo infinito
¿Y por qué no hay tigres en África?

África es en sí el tigre
Imperio del tigre de aquel mundo
el primer hogar del tigre

El tigre es la historia de Namibia
el tigre es Níger
el tigre es la cabaña del jefe de la tribu
adornada con calaveras
el tigre es el negro
untado con los colores guerreros

El tigre de Siberia todavía sueña con África
el tigre de Bengala por eso siente fiebre
El tigre de África ató a la gente
de todo el mundo
Enjaezado en sus carros
aún los transporta

El tigre es la espada de la luz africana
África es el tigre ardiente de Blake

Los pasos del tigre todavía están en África
hace ya millones de años
en el montón de las cenizas volcánicas
en el aguacero
En la niebla del desierto
El tigre queda perdido en el horizonte
y sangra cada noche
frente a las puertas del sol

La sangre del tigre africano llena la noche
la sangre del tigre africano salpica nuestra libertad
la sangre del tigre africano mantiene la gente despierta
junto a la hoguera del campamento
Y, entonces, ¿hay tigres en África,
mientras los vemos en el aire por todos lados
como con los ángeles salta la Luna?

(“¿Por qué no hay tigres en África”?, 27-28)

Los tigres representan la fuerza y belleza de la creación. El poeta los ve como una imagen extraordinaria de la grandeza de África. Desgarrados de su entorno, codiciados y muertos por quienes viven para destruir, los tigres se han convertido en codiciadas presas. Esta realidad, implícita en el título del poema anterior, trasciende la historia y el tiempo para reflejar el destino de los tigres en un plano superior. Un plano que contracta con la maldad del mundo. En este sentido la imagen del poema adquirirá dimensiones cósmicas para advertirnos que a pesar de la crueldad contra la especie, los tigres sobrevivirán: “Los pasos del tigre todavía están en África / hace ya millones de años…”. Y, en los próximos versos: “La sangre del tigre africano llena la noche / la sangre del tigre africano salpica nuestra libertad / la sangre del tigre africano mantiene la gente despierta / junto a la hoguera del campamento / Y, entonces, ¿hay tigres en África, / mientras los vemos en el aire por todos lados / como con los ángeles salta la Luna?” (28).

En algunos textos se expone el drama de la vida bastante explícito, y en este caso necesitaríamos un estudio más abarcador para señalar la dimensión sociopolítica del libro.

La imagen del tigre contiene sucesivas connotaciones, y en el plano histórico proporcionan un llamado a la conciencia de los que insisten en cazarlos. Para los tigres, la fuerza y persistencia de su especie reside en su capacidad para sobrevivir. Por otro lado, la riqueza de su imagen literaria la podemos ver en poetas como Blake, Borges o Eduardo Lizalde, para nombrar sólo algunos. Los tigres se han convertido en protagonistas literarios5 que se prolongan en un conjunto de realidades del pasado y del presente africano. El mismo Marijan Bilosnič tiene su propio tigre. Sin embargo, hay que señalar que la intención del poeta es además recordarnos que la preservación de los tigres debe también ser nuestra responsabilidad: “…los vemos en el aire por todos lados / como con los ángeles salta la Luna”.

Hay, en este mismo apartado (me refiero a “¿Por qué no hay tigres en África?”),6 otras referencias que marcan las correspondencias y los rituales del mundo africano. Éstas enfatizan a su vez el mensaje social que notamos más claramente en poemas como “El rey”, “La mujer del rey” y “Los niños de África”. Pero en algunos textos se expone el drama de la vida bastante explícito, y en este caso necesitaríamos un estudio más abarcador para señalar la dimensión sociopolítica del libro. Destacamos aquí sólo los aspectos que reafirman la vida y la historia de África. La visión poética proviene, como ya ha señalado Pérez Alencart, del cántico originario de la historia y del paisaje que nace de la imagen misma de la tierra: “Voces envueltas en la oscuridad / voces fecundas llenas de lluvia / llenas de cielo / voces / como gran madre negra / que traga a los toros / Voces como aguas / que atraen a las fieras…” (34-35). En el susurro de la lluvia escuchamos el mensaje de la tierra:

Tu tierra es negra
tu tierra es blanca
Tierra contra la tierra
la tierra roja
la tierra verde
desierto después de la lluvia
Tierra fuera de su geografía
Tierra quemada por el Sol
carbón
isla negra en el mar muerto
Tu tierra es la crin
tu frente el viento
Tus ojos están frente a frente
con la tierra
de recuerdos
Tierra por tierra
tierra con el cielo negro
en la tierra de un pueblo antiguo
flota
de repente verde

(“El desierto después de la lluvia”, 35-36)

Con la fuerza misma que provee el ambiente natural, los elementos de la tierra fluyen enalteciendo a los seres en una imagen simultánea y profunda. En este sentido los títulos pueden ser vistos como extensiones circulares del sentimiento que de ellos emana. Poemas como “El sol”, “Hierba alta” y “La noche” evidencian esta realidad y caracterizan las voces que penetran la conciencia del mundo. Son, pues, estos elementos (tierra, sol, lluvia) los que forman la base estructural que resalta la imagen terrenal y espacial de los textos. Esto impregna de un sentido religioso las manifestaciones de la vida frente a un concepto sagrado de la tierra. Veremos en el primer plano al hombre fundido en la naturaleza y, en el segundo, su espiritualidad frente al universo: “Tierra fuera de la geografía / Tierra quemada por el Sol / carbón / isla negra en el mar muerto…”, dicen estos versos (35-36). Y más adelante: “El sol es más grande que el huevo del avestruz / el sol es como mi cabeza negra” (36). O por ejemplo: “Las hierbas altas son un miembro / tenso / La hierba alta es el pelo de la madre vieja / la trenza del chamán / flauta / hinchada como la vena de las sienes…” (37). No sólo en estas composiciones hallamos los elementos de la tierra fijados a los seres y el mismo paisaje, sino también la esencia de la creación en todos los aspectos de la vida en el continente.

En “Kalebas” el poeta continuará resaltando las costumbres y la religiosidad que armoniza las diversas formas de lo sagrado enmarcadas en lo más representativo de la cultura y de la vida. Por ejemplo, las kalebas, proyectadas como formas circulares del planeta, rebasan su significado literal para transgredir su estado natural: “Calabaza panzuda parecida a una jarra de terracota / que nunca llenará el agua / en la cual la Luna en la noche pone huevos / en su matriz (…) / El universo es kalebas / calabaza / en la cual reposa la semilla y la palabra / el agua…” (46). Esta “calabaza panzuda” es también “una imagen del cuerpo” arraigado en la tierra y trascendido en la unitaria geografía del universo; en ella el poeta intuye la “semilla” como un símbolo de la fertilidad.

Las máscaras también completarán esta visión múltiple y colorida de la vida. Impregnadas de un sentido sagrado y milenario, proyectarán el origen del ser en base a lo que secretamente aluden: “La máscara es pura vida / ella es la mujer real / siempre libre / la noche profunda / y la nada…” (47). Por eso, las máscaras no sólo son el testimonio de una experiencia social transferida a través de los tiempos y de una realidad que enmarca la esencia del ser humano dentro de un sentido totalizador y profundo del universo:

(…)
¿Qué es lo que transforma al hombre
en máscara
en el rostro
que se transfigura
que se esconde
mientras flotando
sube
por el vértice de la luna?

(48, 49)

La pregunta del poema anterior profundiza las formas originarias y culturales que destacan los ritos y la continuidad: “máscaras competitivas”, “máscaras de la sabiduría”, “máscaras de la velocidad”, “máscaras del hombre”, “máscaras con corona de silencio”… Así, en ese fluir del poema, las máscaras irán relacionándonos con un lenguaje que traspasa la realidad hasta descubrir que el mundo nunca es el mismo, que la historia humana puede ser observada desde distintos ángulos. Es decir, desde horizontes de múltiples conocimientos y experiencias sociales, y desde profundas dimensiones estéticas y espirituales.

Otro de los eslabones en la secuencia de esta poesía lo hallamos en los árboles. Éstos asomarán como símbolos inalterables de la tierra. Símbolos de fortaleza que levantan sus ramas frente a la inmovilidad del paisaje, no de lo ilusorio, sino de la realidad que refleja la conciencia la vida y la historia. Por eso el poema “Árbol” (50-54) extenderá su imagen a través de los siglos para reflejarse en el universo. El maobab será el símbolo perfecto de la afirmación de la materia sumergida en el tiempo, y símbolo estoico de la vida: “Bordado de ramitas / mano estrellada / grandes copas liberadas / ojos / puente que se / enlaza / con la nube / árbol / concha sobre mi cabeza (…)”. Ciertamente, el árbol se convertirá en una imagen que desde las profundidades de la tierra se levantará anudando la historia del universo y la existencia:

(…)
Árbol distinto y de sí mismo
como el hombre
en un momento cercano a la madre
en otro al padre
con hojas que se marchitan
como el torbellino
en la noche incandescente
El árbol como las estaciones del año
bendición
manos abiertas por los
clavos

Árbol del conocimiento
árbol de la protección
árbol de la rendición
en medio del paraíso
descubre la desnudez
parecida a la corteza
parecida a los pájaros
recuerdo divino

El árbol irresistible
espinoso
bajo el liquen
por el cual las almas
bajan a la tierra
Grande y poderoso
con lianas sensuales
con miles de guardias
con grandes tijeras nocturnas
Hongo del crepúsculo
que se alimenta con el olor
del jugo virginal
selva que jadea ahogándose
Árbol que nunca será
cortado
para el que no hay sierra
no hay hacha
que siempre se renueva
como la ternura de la madre.

(51-54)

Así también el árbol se unirá al impulso metafísico de la “cabaña” como metáfora del común abrigo de la vida. La cabaña, estructura sobre la superficie de la tierra, es la perfecta unidad del ser y su historia, el espacio familiar que destaca su origen: “La cabaña guarda el tesoro de todos nuestros días / la cabaña es todo lo que es antiguo / irrecuperable / inmóvil / la casa de los recuerdos (…)”. Y más adelante: “…La cabaña / en la naturaleza / las cosas / en las semillas…”. Y: “El cuerpo humano / es la cabaña / perdida…” (54-56). Por otro lado, también “el fuego”, “el horno”, “el escudo”, “el antílope” y “la serpiente” coronan metafóricamente la imagen visual de la historia: testimonios reveladores, llenos de rasgos representativos de la realidad africana. Así el lenguaje recoge la experiencia humana transformándola en emotivas imágenes que van más allá del significado literal que contienen: “¿Oyen el viento en la sabana? / ¿Oyen cómo toca la música / igual que moronas / de arena?” (62). El reto es interpretar el sentido de aquello que sólo puede entenderse desde el centro mismo de la espiritualidad de un pueblo, o en la imagen que gira en el paisaje como el silbido de un pájaro en el bosque. Este modo impresionista matiza el lenguaje de Marijan Bilosnić7 y la historia que lo nutre.

Las culturas y los mitos del mundo africano revelan un paisaje de planos integradores de una realidad impresionante y diversa.

La sección “Nacimos en África” nos recuerda la tesis afrocentrista fundamentada en el origen de la vida según la visión poética aquí presentada, y las confrontaciones ideológicas con el mundo occidental. Para el poeta, sin embargo, todo se funda en el mar de un lenguaje relampagueante que cristaliza la visión de la historia: fronteras de imágenes reveladoras de un continente donde reverbera la palabra identificando al ser humano con el territorio de su naciente realidad: “Nacimos en África / en el sol que golpea las cimas de las montañas / en el oro lleno de hormonas / en tiempo repleto de vida / de agua y milagro / en medio de la noche…”, dice en estos versos (71). Y en “África”, poema que da nombre al libro: “África se encuentra tras la frontera / África está rodeada con los océanos (…) / África es Etiopía misteriosa / Guinea y Sudán / el reino del Congo / con sacos de polvo dorado / que abiertos junto al camino / brillan al sol / como la piel del gato civeta / África es el fuego y la sangre / en los cuales ruge el Sol / instilando la pasión en las venas” (72).

Las culturas y los mitos del mundo africano revelan un paisaje de planos integradores de una realidad impresionante y diversa. Siempre habrá algo que descubrir, y siempre el lenguaje nos permitirá acercarnos a una visión que adquiere constantes y nuevas vestiduras; imágenes que el poeta Marijan Bilosnić ha creado para manifestar una realidad a veces ignorada. Por eso puede decir, sin temor a contradecirse: “Miles de años vivimos de la rapiña / miles de años las víctimas de la rapiña / cabalgando sobre las boas / que resucitan sus ancestros / capturadas en la trampa de las estrellas…” (“Miles de años”, 91). Y otra vez, para enfatizar la exaltación que se prolonga como un cántico en la piel: “Lo negro cubre la panza del mundo / la negra construcción / la piel nocturna / arena en el ombligo / las hijas de Jerusalén / fecundidad / de la madre primigenia / más necesaria que nunca” (“Lo negro cubre la panza del mundo”, 92-93).

En cualquier apartado del libro hallaremos poemas de encendida solidaridad que nos hablan de una historia de particulares manifestaciones. Poemas como “Creencia”, “Al negro le enseñan cómo plantar algodón”, “El sueño de los románticos europeos” y “El color negro del negro” son textos reveladores de una realidad trascendida en la palabra. Es decir, particularidades que ascienden por el vertical horizonte del tiempo para resaltar el drama de la vida, y también la irónica visión de un cuestionable progreso como señalan, por ejemplo, los siguientes versos: “La vida en África es cruel / nosotros viajamos por la sabana / en automóviles / Ese es el sueño / de los románticos europeos / envueltos / en piel / de animales salvajes / con / ramos / de plumajes de avestruz” (102).

Pero lo anterior no deja fuera la belleza que irradia del cuerpo femenino como el tema central del apartado “La mujer negra”, imagen que trazará el camino del cuerpo y la tierra armonizando un solo concepto: “…La mujer del pueblo yoruba / con su pelo peinado en alto / esparce / a las larvas de las olas / caracoles marinos / de recuerdo / La mujer con senos / que son jarritas / para el vino de palma / mujer de seda negra / desesperada / en sus cenizas / cuida / el espíritu de su marido” (“La mujer del pueblo yoruba”, 109-110). En este ámbito el cuerpo será seducido por la pasión. El hablante poético cantará la pasajera condición de la vida proyectada en la diminuta presencia de la hormiga que destacará como un símbolo imperecedero del maravilloso tejido del universo:

Todo desaparecerá
aquí no hay otra verdad
Sólo el amor hacia la hormiga
y la hormiga quedarán
Todo será olvidado
manantial sin orilla externa
Solamente el amor hacia el agua
y el agua quedarán
Cada luz desaparecerá
una detrás de la otra
se hundirán en la sombra
Solamente el amor hacia el sol
y el sol quedarán
Todo desaparecerá
y yo y tú desapareceremos
en la huella del secreto
Solamente tu amor
y el mío quedarán

(“Amor”, 115)

Lo que transmite el poema resalta ese juego de equivalencias entre lo que inevitablemente tendrá que desaparecer y la esencia del amor que permanece. No sorprende que sea el amor el que penetre iluminando la vida, fundiendo su origen divino en la luz primigenia del universo, o prolongándose infinitamente en la expresión de aquello que sólo intuimos humildemente. Ya el autor lo ha señalado muchas veces, y vuelve a subrayarlo en el emotivo poema “Lamento de la tribu Fang” (118-119): “El tenue rayo del alba / de pesadilla / tú sabes Dios premia / sin miedo…”. Y en los siguientes versos:

(…)
Las cosas invisibles brillan
en el horno ardiente de la luna
en la tempestad
que fertiliza el espacio oscuro
en su costumbre de poner
la muerte por las sombras
en los ojos de los que gota a gota
empapan el mar
alba
que muerde el día

(119)

En el apartado “Bramido de ciervo” se configuran imágenes del cuerpo en una atmósfera que deja entrever la vida en su dimensión más profunda. Lo que acontece allí anuda el bramido del ciervo a la angustia del mundo para revelar una vez más la inconfundible imagen del amor: “En su vestido almidonado / golpea blues / mientras nos besamos / con los nidos en las manos…” (“Con los nidos en las manos”, 123). En los próximos versos continuará esa amorosa percepción del cuerpo: “Tus muslos tropicales empiezan / el ligero baile, / mientras escondes tus párpados / con la mirada fija al cenit” (“Púrpura de Somalia”, 123), y de un erotismo revelador de la vida. Lo que incorpora el poeta aquí son las experiencias que concretan el sentido de poseer y ser poseído ante las condiciones que la vida impone. Se vive estoicamente en confrontación con las fuerzas opresoras que vienen de fuera como torbellinos destructores del paisaje y la vida. Por eso los elementos que nombra el poeta, y los actos que dan significado a la vida, tendrán siempre profundas implicaciones en el entorno y extensión del continente: “Es el tiempo del centeno. / El polvo dorado; crepúsculo / es la paz de la sabana. / Me ofreces jugo de melocotón, / esclava de Nubia” (125). Así el tiempo del “centeno” fundirá ese “polvo dorado del crepúsculo” en una visión anexada al fruto de la tierra y del cuerpo.

A pesar del asedio, el poeta cantará el esplendor de una historia que apunta hacia el porvenir, un porvenir arraigado en la fuerza de África.

La última sección del libro nos recuerda el estoicismo de un pueblo que se caracteriza por su legendario esplendor y espiritualidad. Y el conocimiento de una cultura que apenas unos años estuvo asediada por grupos extremistas que destruyeron mezquitas y documentos invaluables. Me refiero a la ciudad de Tombuctú. Por eso el poema “Camino a Tombuctú” nos instala en el centro de una historia que resurge del pasado para mostrarse en la imagen esplendorosa de sus orígenes. Contemplada a través del tiempo, la ciudad revive en un lenguaje de enriquecedoras imágenes: “Los que buscan la ciudad / buscan la ciudad / sobre el agua / en el agua llena de naves / y espadas / buscan Tombuctú / la ciudad / de la luz celestial / sitio / de donde viene / el oro / Níger sagrado / aún desde los días / de Ptolomeo…” (130). Ciertamente la eternidad aquí se detiene para abrir la ciudad a su pasado histórico, al sentido deslumbrante de su historia. El pasado ya no es lejanía, ni abstracción irracional, sino cántico que trasciende jubiloso en amorosa expresión de la vida: “Construían a Tombuctú / los mejores / maestros / los joyeros / lo envolvían en / vellón dorado / tejían los templos / como pañuelos / de tiempo / como paño de lino / y como la tela de algodón…” (130-131). Los elementos (pañuelos, lino, tela de algodón) matizan las frágiles referencias de ese pasado. Un pasado de riquezas y de abundancia y de esplendor, pero a la misma vez, reflejado en la temporalidad de la vida. Una realidad de contrastes y connotaciones imaginadas desde la concepción del imaginario poético de este libro: “Con la misma tez del sol / cubrían / las bandejas del rey (…), Con cristales de oro cada madrugada / regaban / el agua / del Níger / como el pelo brillante / de Apolo” (131).

Por eso, a pesar del asedio, el poeta cantará el esplendor de una historia que apunta hacia el porvenir, un porvenir arraigado en la fuerza de África, en la historia de su radiante humanidad. Ahora, cerremos este comentario. Dejemos que Tomislav Marijan Bilosnić señale el camino, allí donde el paisaje traza un horizonte sobre la poesía que ilumina la senda de ida y vuelta:

No sé si el pensamiento navega
entre la realidad y el sueño
o verdaderamente con los piratas bereberes
zarpo al Océano de las tinieblas

No sé si pierdo la memoria
entre la arena rociada de ardor
o en realidad a través del Atlas de Marruecos
viajo camino a Casablanca,
al nido blanco de barro seco

Conozco solamente el mar
el desierto
en el cual los bereberes
de sus capuchas
sacan marfil y ámbar
y los moros bajo sus vestidos blancos
esconden perfumes y perlas
Frente a Casablanca
en el momento de la arena
en el momento del agua
la muerte parece un sueño

(“Camino a Casablanca”, 131)

David Cortés Cabán
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Notas

  1. África, Madrid, Ediciones Trilce, 2020. Pórtico de A. P. Alencart. Traducción del croata, Zeljka Lourenčić. Hay que aclarar que este libro salió publicado anteriormente en inglés: Tomislav Marijan Bilosnič, Africa, edición de Zeljka Lovrenčic, Zadar, 2017. Traducido del croata por Roman Karlovič.
  2. “El tigre volvió al origen: África”. Nota introductoria. 
  3. Ibíd., p. 133.
  4. Ver Crear en Salamanca. Recogido el 31 de diciembre de 2020.
  5. Recordemos otro libro titulado El tigre. En la valiosa producción poética de Tomislav Marijan Bilosnič el tigre es un símbolo que proyecta una dignidad innata en su dimensión humana y social. 
  6. El poeta divide el libro en ocho apartados: “Negro de ojos azules”, “¿Por qué no hay tigres en África?”, “Kalebas”, “Nacimos en África”, “Lo negro cubre la panza del mundo”, “La mujer negra”, “Bramido de ciervo” y “Camino a Tombuctú”.
  7. The unexpected (image, contrast, or implication) is always a key element in the world he contracts in his —  mostly sinuous — verses”. Ver la edición en inglés nombrada en la primera cita.
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