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Presencia de lo efímero, de David Cortés Cabán
(extractos)

viernes 28 de enero de 2022
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“Presencia de lo efímero”, de David Cortés Cabán
Presencia de lo efímero, de David Cortés Cabán (Ediciones Boán, 2021).

Presencia de lo efímero
David Cortés Cabán
Poesía
Ediciones Boán
Colección Voces de Abacoa
Arecibo, Puerto Rico, 2021
89 páginas

¿Has escuchado la leve brisa?

Pero, ¿quién soy para que la lluvia deje de cantar, y cante otra vez mientras estoy ausente? Miras la distancia después del primer amor, después del último acontecer. Los pájaros son humo, nada más el humo y el brillo sucesivo del silencio sobre las ramas. Habrás escuchado, amigo mío, la voz más luminosa mientras sigo sentado y abro mi corazón. Cuando el trino del ruiseñor sube sobre la soledad. No he podido olvidar el leve suspiro sobre la rama dorada. El corazón cruje cuando la noche lo resucita y cree echar alas. Vuelas y finges ser amado. Todo canta para ti y para los que perdieron un gran amor. ¿A quién le importa un hombre en su viajar continuo sin hallar un fin? Los otros no conocen cuando tu corazón salta al vacío. En la orilla del cántico el abedul ilumina el jardín y el humo traspasa las constelaciones fatigadas. ¿Quién se aleja cuando la luz te lleva hasta el próximo encuentro? ¿Has escuchado las sílabas sobre la madera arrugada cuando la soledad levanta tu cuerpo en el mismo lugar, lento, más lento, hasta brillar como si el amor fuera a acontecer?

 

Miro el paisaje

Luz, muestra tu cuerpo. No lo exhibas para engañarme. Cualquiera sea tu destino, no lo sabremos.

¿Cuál es tu voz?

¿Soy el hombre que trae el clavel?

¿Quién está perdido?

Estoy viendo pasar la vida y no sé interpretar lo que veo. Escucho el cántico de los pájaros y no sé para quiénes cantan. Si me arrodillo todo sigue igual.

Miro el paisaje. Nada está fuera de lugar.

Yo estoy fuera de sitio.

¿Qué sentido tiene marcharse? ¿Qué razón tiene regresar?

 

Lee también en Letralia: Lo efímero perdurable en la poesía de David Cortés Cabán; reseña por José Pérez.

La despedida

El viento pasa. Mueve las ramas. El viento sueña con las ramas. Él juega con tu pelo. Pides un poco de comprensión. Un algo de esperanza. El tren se aleja con tu cuerpo. Se va y el viento pasa sin rumbo. Regresas por el mismo lugar y te alejas. Otra vez te despides. Te vacías de ti. Te vacías de tus sueños. Las palabras no son suficientes. Las palabras se van con el viento. Te echas sobre el gran vacío. Miras las luces de la ciudad. La ciudad es un desierto brillante. La soledad y el viento juegan con los cuerpos. El viento acaricia tu rostro. Tu cuerpo se va en el viento. Si regresas ahora, qué habrás ganado cuando la vida no dé para más.

 

El exiliado regresa de Nueva York
(minicuento)

Salieron a recibirme con desconfianza. Me confundieron con el otro, el exiliado que les había robado la identidad. “Yo tengo una boina gris, les dije, además no estoy afiliado a ningún partido”. Le hice también una señal a mi madre que venía a recogerme. “La vida de un exiliado debe de ser amarga y desolada”, dijo mi madre. “No tanto”, le dije cuando me abrazó, luego de persignarse. Para calmarla le expliqué que mi primer exilio había comenzado en mi casa, y después se fue extendiendo cuando los vecinos me dijeron: “niño, tú pareces un exiliado”. La maestra también lo dijo cuando le preguntó a mi mejor amigo: “¿has visto al exiliado?”. “No conozco a ningún exiliado”, le contestó mi amigo; “además Paco vive cerca de una finca donde sólo viven vacas y fantasmas”. Mi amigo comprendía mejor que yo la palabra exiliado y la repudiaba, a mí me parecía mágica, al pronunciarla me sentía como un héroe. “Estar exiliado es como montar un caballo de siete colores y echarse a volar por el mundo”, le dije a mi madre. Le recordé que un día escribí la palabra e x i l i a d o en el uniforme de la escuela. Me dio la impresión de que no me escuchaba cuando me dijo: “hijo mío, no te eches la vida tan a pecho”. Entonces, me levanté y miré por la persiana. La ciudad estaba desierta, abrí la puerta y me eché a caminar… ¿Cómo un turista? No, como un exiliado.

David Cortés Cabán
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