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Crónica (desesperada) de una ausencia
(sobre Memorias del derrumbe, de Eugenio Rivera)

sábado 25 de febrero de 2023
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“Memorias del derrumbe”, de Eugenio Rivera
Memorias del derrumbe, de Eugenio Rivera (Vitruvio, 2023). Disponible en Amazon

Memorias del derrumbe
Eugenio Rivera
Poesía
Ediciones Vitruvio
Madrid, 2023
ISBN: 978-84-124465-3-1
128 páginas

En los círculos artísticos y literarios no resulta demasiado infrecuente hallar autores con personalidades versátiles y aptitudes creativas polivalentes, que son capaces de practicar distintos géneros y —lo que aún resulta mucho más complicado— haciéndolo con solvencia. Y este es el caso de Eugenio Rivera (Madrid, 1959), hombre de habilidades y saberes múltiples, que se dio a conocer hace algunos años como autor de ilustraciones y dibujos, trabajo en el que es un sobresaliente artista. Faceta creadora inicial que luego daría paso a una extensa labor de articulista, reseñista, presentador de eventos, crítico y jurado de premios cinematográficos. Y, así, hasta alcanzar el ámbito, nada sencillo, de la poesía; sin duda, el género literario más elevado y el menos seguido por los lectores. Aunque, también de modo indudable —guste o no a los poetas—, sea la propia dificultad de la escritura poética y su indiscutible complejidad lo que mantiene alejados a un amplio número de lectores. Paradojas lógicas.

En el otoño de 2021 se publicaba Memorias del derrumbe, primer libro de versos y único hasta el momento de Eugenio Rivera. Y, ahora, en 2023, se reedita de nuevo, en versión corregida y aumentada —eran 89 poemas en la primera edición y son 98 en la actual—, tras haberse agotado la anterior edición. Una manifiesta prueba de la buena acogida que ha tenido el poemario en una realidad bibliográfica donde la inmensa mayoría de los libros de poesía suelen pasar desapercibidos, incluso aquellos que son excelentes. Y he de anotar también que Memorias del derrumbe fue recibido con abundantes reseñas literarias y magníficos comentarios críticos, lo que tampoco suele ser usual en un primer libro.

Nos encontramos, pues, ante un poemario peculiar y afortunado, pero no por un azar favorable, sino por la calidad de sus versos, y con un título adecuado y significativo: Memorias del derrumbe. Un título donde la palabra derrumbe, o sea, desamparo, abatimiento y tribulación, va a configurar la espina dorsal que ahorma y sostiene el corpus poemático. Libro sin secciones, sin apartados que fracturen la unidad temática de la voz poética. Una voz, en primera persona, que trasluce de forma abierta un sentimiento inequívocamente personal y autobiográfico. “Poesía del desaliento”: así la definió con acierto, en su reseña de este libro, el poeta y escritor Francisco J. Castañón. Y véase una prueba manifiesta; la encontramos nada más abrir las primeras páginas, en el breve texto en prosa que sirve de introducción al poemario: “Yo estoy muerto por completo. ¡Muerto, al fin! Por tanto, instalado confortablemente en mi nueva naturaleza, puedo romper el silencio para decir lo que me venga en gana”. Y, desde luego, lo hace. Y sin restricciones.

El poemario entero se ve atravesado y sacudido por la ausencia, pero no por cualquier ausencia de corte más o menos romántico, sino por una misma y única ausencia, hipnótica, obsesiva y desesperada a menudo. Ausencia cierta e inalienable, que se afirma ya en el primer poema del libro, titulado “En el callejón del grito”, donde se lee: “En el callejón del grito / aguardo mudo tu regreso”. Y que va saltando sin descanso a través de numerosos poemas, como en “Tarde gélida de agosto”: “…en el bar de la estación / seguía soñando / cerveza tras cerveza / tu impensable retorno / tu retorno todavía”. O en el poema “Cajita de música”: “Ahora yo sólo bailo / alrededor de tu recuerdo / un vals imposible”. Y en “Vigilia onírica”: “Las calles coronaban tu ausencia / y los relojes del atardecer / ardieron con la angustia del vómito”. Una ausencia insalvable y enorme, cuya clave de interpretación tal vez se halla en los delicados versos del breve poema titulado “Fotografía”, y que acaso se trata de una imagen explícita: “Sentada en la silla / del abuelo. / Con la cara / de infortunio del abuelo. / Dos ojazos de mimbre / nos miran”.

No podían faltar, tratándose de una obra tan personal y entrañada, esos versos donde el poeta se muestra al lector sin maquillajes ni reparos.

Otro aspecto recurrente en Memorias del derrumbe son las muchas referencias que Eugenio Rivera hace de autores que le importan, así García Lorca, Antonio Machado, José Hierro, José Luis Borges, Baudelaire o Rimbaud, entre otros. La temática cinematográfica está asimismo bien representada con poemas como “Spaghetti westerns”, “Blanco y negro”, “Norma Jean en sus versos con diamantes” o “Domingo”, composición en la que es el propio poeta quien se autoincluye en, como él dice, “un mal film de serie B”: “El único que representa / su papel con corrección impecable / es el recuerdo. / Ni siquiera yo me parezco / a mí mismo. / El resto del casting es demencial”.

Y no podían faltar, tratándose de una obra tan personal y entrañada, esos versos donde el poeta se muestra al lector sin maquillajes ni reparos, y escribe sobre sí mismo sin vanidades ni florituras hipócritas, a sentimiento abierto. Poesía introspectiva, escrita desde la más absoluta verdad y que manifiesta la desencantada lucidez del que, sabedor de lo humano, no puede ya engañarse: “…lo que desearía es ser / un pitbull / un brutal dogo argentino. / Ardiente y vengativo. / Eso es lo que deseo. / Lo que secretamente deseo (…). Y para tu desgracia / y mi alegría / sé que sólo / soy un triste perro faldero”, escribe en el poema “Perro faldero”. Y en “Espadas y rosas” confesará que “Con los años me he convertido en un collage / en una magistral caricatura de mí mismo / Y en unos instantes giro yo también / Juego solo entre luces de neón / Siempre / Quizá juego”.

Poesía del quebranto, sí, en la que —condición humana, al fin— no deja de mostrarse también el temple resistente del luchador que, aunque vencido, no arroja la toalla, tal como muestran los versos de “Hacha, caries y cruces”: “A pesar de todo y de mí / hablo contigo / casi todas las tardes / en animada tertulia. / Y me guardo la bolsita de sacarina / para seguir vigilando tu maltrecha salud / y mi encendida nostalgia de niño roto”.

Hermoso libro, estas doloridas Memorias del derrumbe, de estilo directo y sustancial, compuesto en versos libres y blancos, puntuados o no, según dicta el criterio del autor. Un más que estimable primer poemario de Eugenio Rivera, artista y escritor interdisciplinario, del que aún pueden y deben esperarse nuevas y relevantes obras. Atentos, por tanto.

Javier Olalde
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