Vete al siguiente renglón
Sí, soy yo.
De cabello corto, ocho piercings y miedo a las alturas.
Adicta a la rumba y a la calle, pero no a las aventuras.
Me gusta la farra, pero soy abstemia.
Feliz y optimista, pero poetisa.
De camisas cortadas, pero por la modista.
Moralista,
pero fumadora.
Look agresivo, pero siempre rezo
y casi no me gusta comer queso.
Miro rayado, siendo buena gente.
Escribo mucho, leyendo miserablemente.
¿Entonces qué soy?
Una paradoja, una contradicción, una descarada.
Respetaba al amor, pero hoy más a una empanada.
No creía en el karma, ahora sí.
Estudiaba otra cosa y me cambié.
No sabía manejar, pero aprendí.
Evolución.
Evolucioné cuando me dejaron,
cuando me encontraron,
cuando murió mi padre,
al quedar con mi madre.
Evolucioné con el primer poema,
al igual que con cada pena.
Evolucioné al llamarme Lorena.
Una sola mascota en la vida.
Ninguna idea suicida.
En cambio, una historia divertida
y pervertida.
Sanamente corrompida.
Este es mi mal:
ser anormal
y un poco bandida.
¡Ah! Y esta poesía “aberrida”.
¿Qué pasa?
Me siento como una masa,
víctima de una pasión.
Solo rimando doy paz a mi corazón.
¿Ya lo sabes? Entonces vete al siguiente renglón.
Oye, tú
Oye, tú, lunática,
cara de maniática,
belleza loca y automática;
tus pecas me van a enloquecer.
Oye, tú, maldita ingrata.
Tu alma bandida de gata,
que de cualquier cuerda se desata
¿acaso se deja leer?
Oye, tú, rompecorazones;
siempre alerta, como tus pezones
¿A cuántos les has dedicado canciones,
cuando te empiezan a querer?
La gata que maúlla
esa libertad tuya
y después me arrulla,
tiende a desaparecer.
Oye, cosita rica,
tu sensualidad me pica
el corazón por la mitad.
Oye, demente sin causa,
haz una pequeña pausa
en tu sensual pedalear.
Oye ¿es que no has visto
cómo yo a ti te desvisto
con mi mente, al parpadear?
Oye, eres muy chiquita
para tanta dinamita
que tienes al caminar.
Cuando te miran por detrás,
como a un ave de alcatraz.
Y no quiero decir que valgas
tan solo ese par de nalgas,
que más bien parecen algas,
a donde quiera que vas.
Son también esas piernas,
que se asemejan a linternas,
iluminándome al azar.
Oye, pelirroja,
que con la lluvia se moja
¿dónde aprendiste a ganar?
Horror,
cuando tus ojos me miran
y las pupilas se te estiran,
mientras las mías deliran
por ti en cada despertar.
Dolor,
cuando de nuevo me olvidas,
me robas un par de vidas
y otra vez te vas.
Misterio.
Nunca tomas nada en serio
y yo queriéndote descifrar.
Hermosa.
Eres maravillosa,
en medio de tu malestar.
Fenomenal,
incluso tan excepcional,
que te veo y de repente todo está mal.
Desplantes,
sin ningún suavizante,
inventas desde antes
de que los sepa manejar.
Placer
es lo que sabes hacer
y hasta después dejar creer
que acaso algo es de verdad.
Libre.
Eres como el jengibre
cuando, de repente, empieza a picar.
Fugaz.
Eres falsa paz.
Nunca quieres más
y por eso mismo, voy a terminar.
- Dos poemas de Lorena Arana - viernes 25 de septiembre de 2015