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Letras marinas

domingo 11 de octubre de 2015
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Viejo mar

El mar luce la misma nobleza
que las monedas antiguas.

El mar habla, entre otras lenguas,
con los signos que arroja en sus orillas,
narrando historias inimaginables.

El mar no sigue un tiempo
que lo aprisione en las horas de un reloj.

El mar pertenece al ámbito
de los tiempos eternos.

El viejo mar vive,
y llora en la espuma de sus olas

 

Agua gris

El mar es impetuoso
como la vida misma.

Sus remolinos tortuosos,
cual pasos en el destierro.

La espuma suave e incolora,
o quizás, blanca,
vacía y borrable.

¿Dónde están los canales de agua clara?

Se perdieron en mi mirada gris.

 

La metáfora del mar

En el eclipse de la medianoche
se enciende la metáfora del mar.

Mar Muerto, Mar de Cortés, Mar Negro,
sólo Mar…

Desde las rompientes marinas,
me despojo de la espuma,
en la cotidiana meditación
de las profundidades.

Más allá de los perfiles de la Luna,
mido la existencia y me hundo
en el abismo azul turquesa.

Entre los pliegues de las rocas
para alcanzar abismos náuticos
insospechados por el hombre,
en el jardín de la conciencia marina.

Una leve brisa
bañada de gaviotas se derrama
sobre las tenues arenas.
La metáfora del mar
se hace presente.

 

Caleidoscopio marino

En esa lenta hora que precede
a la tormenta y ahoga las noctilucas,
se va la fosforescencia
y recibo un baño de espuma
donde entre el pulso
y el tiempo
entre olas vivo.

Adiós tiempos ásperos,
hola tiempo suave,
me columpio entre cielos agrietados,
vuelo ilimitadamente,
el mar es la pista perfecta
para aterrizar.

A veces me lleva la corriente,
a veces soy furiosa creciente,
a veces huracán.

Las olas me inundan y me sacan a flote
lleno de algas,
jadeante,
erizado…

Mar al amanecer, olitas multicolores,
descanso y bienestar de la tormenta.

El arribo del crepúsculo me abruma,
no logro concentrarme en otra cosa
que en las fosforescencias marinas que regresan,
mientras el sol se muere en el mar.

 

Emancipación marina

Una sola ola es suficiente
para que sea un velero.

Navegue en un mar remoto
y llegue a un puerto desolado.

La ola temblorosa
me golpeará contra el muelle,
naufragaré al llegar.

Los sonidos del mar me reclaman
y las bellas caracolas
quieren guardar mis sueños.

Mi mirada sigue a las gaviotas,
que respiran libertad.

Washington Daniel Gorosito Pérez
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