Diversión
Abierto el telón algunos hicieron ademán de vomitar, otros lo hicieron. Otros gritaron y los más débiles se desmayaron. Eso siempre fue lo que él nunca fue, débil. Desde que lo conozco nunca necesitó de nadie. Siempre podía hacer las cosas solo.
Mantuve en firme las reglas que la vida y la familia me habían enseñado. La familia es intocable.
Para cuando lo encontraron, había comenzado a utilizar esos dientes caníbales de los cuales estaba orgulloso. Esos que cuando reía asustaba desde pequeños hasta grandes, utilizados para destrozar la carne que llevaba consigo.
Dos días después fue juzgado. Le mostraron las fotos al juez de la escena que había armado detrás del telón. Para cuando los testigos terminaron de hablar el juez ya sabía el veredicto. O pues esa fue la impresión que me dio. Doña Gertrudis siempre fue muy buena con él. Por eso nadie entendió por qué también le hizo eso a ella. A Benjamín nadie lo extrañaría, eso era seguro, ni siquiera yo que era su hermano. Nos hizo un favor. María se encontraba llorando al extremo del tribunal. Al resto no los conocía.
Yo sólo conocía a María, Gertrudis y a Darío. Sólo que nunca imaginé que Darío utilizaría a Benjamín y a doña Gertrudis para adornar el escenario. Y luego huir con sus cabezas atadas a la cintura. Meses después Darío decidió cortarse la lengua frente a María cuando ésta le pidió una explicación.
Mantuve en firme las reglas que la vida y la familia me habían enseñado. La familia es intocable y aunque nunca me lleve bien con Benjamín, seguía siendo familia.
Seis meses después de su reclusión muere “El tarzán caníbal” en gresca entre reos
Periódico nacional, 5-08-2015.
Oídos sordos
Sueño no hay, aunque todos duermen en la casa. Hoy por alguna razón no puedo dormir, ya casi es media noche. El silencio es lo único que me acompaña, el sonido de un silencio zumbando en mis oídos.
Francisco me ayudó. Fue fácil hacerlo. Lo difícil fue deshacerme de su cuerpo.
Pronto llegará Francisco, siempre me visita a media noche, aunque nadie se da cuenta. Hace tres años lo mataron en su casa: su mujer lo ahogó mientras dormía o eso me ha contado. Nadie sospechó nada porque él sufría del corazón y a sus cincuenta y cinco años era probable que le diera un paro cardiaco y muriera. Para cuando lo declararon muerto, doña Isabel decidió viajar por el mundo con el dinero de la pensión.
Hace unos meses volvió. Cuando la miro recuerdo todo lo que me ha contado Francisco. Esa noche me visitó y me explicó que en su juventud había tenido una doble vida, él era un gran ladrón junto con Isabel, pero gran parte del dinero estaba escondido y sólo él conocía el lugar. Era por esa situación que Isabel había decidido deshacerse de él y buscar el dinero. Sin embargo, no lo había encontrado después de tres años. Esa noche me dijo su plan:
—Juana, si lo haces te diré dónde encontrar el dinero.
—No, Francisco, no puedo hacerlo.
—Hazlo, así podrás operarte y dejar de oír sólo el silencio.
Doña Isabel se iría a un crucero, por eso aproveché la oportunidad. Francisco me ayudó. Fue fácil hacerlo. Lo difícil fue deshacerme de su cuerpo. Aunque antes de enterrarla en el jardín Francisco me ha pedido que le cortara la lengua.
Han pasado dos meses, la operación fue todo un éxito, ese día mi madre estaba ahí y me di cuenta de que la voz de mi madre es muy dulce. Ahora lo sé. Después de operarme, decidí tomar un crucero; sí, el crucero que iba a tomar doña Isabel. A Francisco se le ve más feliz que nunca, aunque ya no escucho a Francisco. Sólo que ahora que siento los sonidos del mundo tengo que aguantarme los gemidos de la sin lengua.
- Dos relatos de Fredy Darío Jaimes Guerrero - martes 14 de febrero de 2017