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Poemas de La inmolación de Berryman, de Javier Ayala Martínez

lunes 17 de julio de 2017
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Javier Ayala Martínez

Ahora se presenta una selección del poemario La inmolación de Berryman, de Javier Ayala Martínez. El libro en su totalidad es una epifanía a John Berryman y un homenaje a la poesía norteamericana. La construcción del verso corresponde al ritmo y la versatilidad de la tradición en lengua inglesa, el versículo que alcanza los aires de la prosa, también la prosa que versa sobre un icono: el poeta en el rito es un desarrollo metafórico; la inmolación, la entrega última del poema.

Fernando Salazar Torres
Responsable de la selección

De la serie Voces actuales de México

1

En 1914 bajo el soplo de escorpio di mi primer llanto
aturdido con los ojos sangrantes
Yo
John Berryman
fui abatido durante el trayecto a la vida
esto sucede ante la hora maniática
me inclino sobre el aura
anhelando quedar en el infinito
carcomido por los doce pasos de la parca
Vago entre el laurel incurable de la existencia
la pérfida agonía me consume
Callo sobre los estrechos de la manía
me impulso por el vértigo de la pesadilla
nada me importa
Resido con los gérmenes de la prosa maldita
el orfebre del pulso errático
Siento aguijones en las sienes
destrozado paria a su funeral
el estridente con la vida me ahorca
En un sin fin de llamaradas en las venas
la esquirla con la furia
las mismas heridas prófugas están conmigo
el crucifijo se inserta en el pecho
las perforadas ensoñaciones de vigilia perpetua
el agotamiento del todo
en la perdida aurora del adiós
el cónclave en la sedienta mañana
el declive con el corazón
el perpetuo extravío fuera del espíritu
las manecillas se inclinan casi al final del día
durante un largo trayecto
tenía 10 años mi padre se suicidó
yo sería el primero en encontrar el cadáver
A partir de ahí una rabia inaudita me persigue

 

5

Este día vas a dejar cenizas al río de los recuerdos
las flores que se doblegan en el fuego luctuoso
la lumbre con los años podridos
no era la historia trastornada ni la de feroces pupilas
los oscurecidos bajo el resplandor del polvo
la lujuria condenada a la vida
Venga el rayo con sus ganchos de odio
el enigma de la centella
una promesa jamás cumplida
Vengan también los demonios con sus estridentes
la locura es una forma de anhelar lo desconocido
en la fugacidad de la ánfora muerta

la vehemente tumba de los trastornados
con la oscuridad de los príncipes desollados
Brota el poder enigmático de los miserables relegados
la hoguera con el decálogo del maldito
los cementerios con sus esqueletos triturados
los sueños que van y vienen en un trivial sacrificio
y los sacrificios que elevan las
almas más derruidas del monasterio
en el resplandor de la tragedia
Llamo a los incinerados con letanías y profundas heridas en la memoria
también a los miserables que corrompidos sueñan con su mito
A lo lejos sólo se escucha un himno a los desamparados
Inaccesible es la profunda alegoría que se encalla en el hálito
otra soledad más profunda y coartada
nada se opone a esa mueca brutal que siega mi cosecha
nada es lo que debería ser
todo rencor se almacena en mis latidos

 

10

Pero de alguna manera el halo cercenó la soledad
quedaron las ilusiones en la herida añeja del degüello
quedó la bondad inconsciente del dipsómano
la manía con la voz del inmune desafío

No soy otro sólo aquél que renuncia al atardecer sacrificado por la ordalía
al que en lugar de dibujar la fugacidad del bullicio centellea la escafandra de la noche
El visitante que nombra la belleza de los incautos y repudia las lápidas de los maestros
Llámese palabra de desconsuelo a la discrepante oscuridad de los antepasados
la proximidad de un otoño en llamas y la figura reluciente de Minerva
el fugitivo resplandor en el concilio de las sombras
la tenebrosa comedia con el oscilante destello
Eso ha venido a contrastar el tumulto del desesperado con las antiguas
hogueras del pasado
la nostalgia del alma con una cruz de carbón en los altares de Noviembre
ya no hay otro nicho sólo aquel que se desliza sobre los cráneos de los agónicos
ya no hay otro lugar sólo el de la imaginación que aborrece un primer aliento
Hay un caducado espectro que no olvido
un furioso enigma que escala en la memoria
de vez en cuando repican las catedrales fúnebres
el ruido del apocalipsis cerca de la imaginación y expulsando las
tenebrosas apariciones de los enamorados
deseche todo lo que tenía
en realidad no importa si eres Poeta
yo siempre me aferré
a la idea de morir en las auras de la degollación
en las canteras putrefactas del delirio
sobre el silencio de la resaca
No soportamos envejecer pero envejecemos nuestras diferencias se suman.
Nuestra piel se endurece o se marchita se altera

 

14

La herida del fallecido sobre la nota póstuma
Los iluminados con sus amantes en la enajenación
No tengo otro céfiro que el vaho latente del odio
en el repiqueteo reblandece el furor del alba
uno tras otro se rompe el crisantemo del desprecio
la noche y el día abdican su tétrica sinfonía
ahora el vacío forma un antecedente de ansiedad
La misma historia ahora es dicha por los decapitados y por los asesinos
el mismo dicho de la tragedia con su inevitable rabia
He repartido los trozos de mi vida entre destrucción y salvación
he dicho 77 para escapar de la metamorfosis
lo que termina en el misterio reluce la indumentaria de lo no dicho
A lo lejos se escucha la canción de cripta
el mismo paraje de nostalgia y de fértiles corazones
la tumba que disipa el oleaje de transfigurados infiernos

el que alza el aliento en decrépitas fisuras de la inmortalidad
y que se eleva sobre la tempestad prevista por los catafalcos
Puedo de este modo ver girar los cosmos sobre su circunferencia láctea
Arderás con la vaga sustancia de la brevedad
los campos con piel de animales extraños
Abdicarás el trono por la destrucción
llorarás al pie de la figura traslúcida de la sangre
Dicen que el odio resbala en la memoria y aturde la existencia
el páramo donde se congregan sombras disipadas en manos mortuorias
Has regresado como forastero a la madrugada como llaga en la vehemente herida
has convocado a miles de páginas de historia marchita
has convivido con las misas de la resaca del dolor
como un grave rostro de mil años
fallaría en manchar el aún perfilado reproche de lo Horrible
con los ojos abiertos atiende ciego
Todas las campanas dicen demasiado tarde. Esto no es para lágrimas
una manera de pensar

 


 

A qué lugar van a parar las oraciones que escuchan los herejes
a qué lugar irás a llorar la pérdida de la utopía
No serán las horas que se acrecienten sobre la nublada nota póstuma del futuro
aquí la pesadilla se cubre de demonios con resplandores nocturnos
aquí las fantasías han sido relegadas por el cosmos de la putrefacción y la
enajenación de los muertos
esa necesidad de volver al oficio de inmolarse y desintegrarse
(…)
Verás entonces el indescifrable sueño que cae con sus alucinaciones
las constelaciones se llenan de arañas tejiendo un roído firmamento
Ahora sé con certeza que estoy loco
porque aquí un millón de personas rabia con el tráfago
Esta no es una doncella
Ni yo podría tañer un junco si lo tuviera
Aniquilado sobre miles de palabras
el tormento llama y cercenas un recuerdo incrustado en el eco
la vereda se quema a lo lejos suena el repudio y el desorden
No más lágrimas sobre el destierro de la pérfida mañana
no más juramentos ante la maquinaria del ocaso
no más repudio a los lores del crepúsculo
Fatigado acariciarás en desdén la carótida del maniático
surcarás una ilusión de abatida frontera
como la sustancia de un cuerpo insomne que reposa en el frío hastío retórico
como la ráfaga diurna del sediento que busca el espíritu nublado
Acá los sueños son estremecidos por la carátula del fantasma
por la designación del extraño que agoniza sobre sus oráculos
Su cadáver es pesado
Sus cenizas no eran pesadas
El resplandor irrefutable del trastornado que lleva una vejez ardida e intolerante
sobre la alquimia de lo obsesivo
En ti el sufrimiento se arroja sobre el péndulo inmundo de la existencia
sobre las caricias que se rompen en el tejado de la imaginación
ese encargo innegable del infierno pidiéndote saciar las oraciones y la médula de
sus escritos entona la lengua muerta de la claridad sepultada
cuando la vida se transforma en una herida prematuramente abierta por un universo desarbolado de todo sentido transfigurador
Arropas el epitafio escarchado de cenizas venideras
el ardimiento de los caídos bajo penumbra de noches amoratadas
el pensamiento inmune de la ausencia y la desangrada divinidad de lo no dicho
el órfico deseo de descender por tu amada a los riachuelos infectos de una oscura creencia
Es hora de llevarte al infierno
es hora de poner latidos en la cripta
es hora de decir adiós y caer en la eternidad
es tiempo de llorar antes de que Henry se apropie de tus canciones del sueño
es hora de maniatar tus vicios y mutilar el pensamiento
el acróbata más fúnebre de la poesía norteamericana
una acrobacia autodestructiva
confundidos el victimario y la víctima
allí donde la contundencia de la muerte golpea con más fuerza
en la pérdida de toda certidumbre respecto a la vida como ocasión de plenitud o celebración
Llegó el tiempo de quedarse en la inmortalidad
en el epitafio de los desesperados
y la fe no es más que la sotana del pecado
las enmudecidas lágrimas descienden sobre el fuego
el camino del alcoholismo es la llegada más dulce con la muerte
las sílabas que rodean al aliento son el epígrafe a lo inmortal
Duerme tranquilo bajo la seductora noche que te impuso la vida
La muerte como un premio al final de la existencia
Desterrado salto al río en 1972
Estás muerto pero no te has ido
Aquí yace John Berryman enemigo de la vida

Javier Ayala Martínez
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