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Poemas de Alberto Blanco

lunes 23 de julio de 2018
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Alberto Blanco

Alberto Blanco combina las artes plásticas, el pensamiento del ensayo y la creatividad de la lírica para componer una poesía híbrida en su fondo estructural; es decir, el lenguaje se apropia de la imagen plástica y de la crítica del pensar. La poesía del autor que ahora se presenta aborda el largo aliento, la sentencia, la brevedad en muchas ocasiones, el diálogo, antes propio del poema dramático o de la épica, no obstante prevalece algo importante a mi consideración: la paradoja. Ésta es armada en el poema como la duda o el cuestionamiento, que muchas veces la poesía ha dejado de elaborar.

Fernando Salazar Torres
Responsable de la selección

De la serie Voces actuales de México

Sueño entre paréntesis

Aquel sueño
que (entre paréntesis)
se fue erigiendo poco a poco
de pronto estaba allí, completo
como una inmensa ola de piedra blanca
lista para devorar el mundo.

Digamos (entre paréntesis) que el pueblo
pudo haber estado perfectamente desierto
con sólo ventanas, corredores, pasillos
escaleras y puertas que conducen
de ninguna parte a ninguna parte.

Sin embargo había allí un hombre
—un silencioso testigo incómodo—
viendo directamente a la cámara
(viéndome a los ojos, a mí, a ti)
y más allá un niño con su perro negro
queriendo trasponer el umbral del sueño.

Digamos (otra vez entre paréntesis)
que el sueño pudo haber sido simétrico
con el reloj dando las doce en punto
en el centro de la fotografía.

Sin embargo el reloj
no se encontraba colocado
exactamente en el centro
y para colmo de males
marcaba las seis con 32 minutos.

Digamos, en fin (y entre paréntesis)
que en la construcción del orden de este sueño
el hombre, el reloj, el niño y el perro
no eran más que símbolos…
pero, ¿símbolos de qué?

¿De un país dormido en una fotografía?
¿De un mundo que ya no está para sutilezas?
¿De un universo detenido en la única hora de ninguno?

¡Cómo saberlo!
Sólo las campanas
flotando bajo la inmensa roca del cielo
podrían habernos ofrecido una respuesta…

Si es que tan sólo hubiéramos podido detenernos
a escuchar por un momento.

 

El tiempo del poema

Este poema sucedió en un instante.

Lo vi, tal cual, un día de otoño
conversando con un amiga.

Pero, claro, el poema se llevó
unos minutos en ser escrito.

Luego se llevó unos días en quedar
más o menos presentable;
y se llevó meses en llegar al punto
en que podía considerarse
como completamente terminado.

Después se llevó años en integrarse
a un libro de poemas con los que se llevaba bien;
pero pasaron más años aún para que fuera publicado.

Sin embargo, para escribir este poema,
tuvieron que pasar décadas
de ejercicio y aprendizaje del oficio de la poesía;
y toda una vida para llegar a afinar
la sensibilidad que me llevó a escribirlo.

Sólo que el poema está escrito en español,
y el español tiene mil años de existencia;
pero se llevó mucho más tiempo en formarse.

Y, por supuesto, para poder hablar el español
antes tuvimos que adquirir la capacidad del lenguaje,
cosa que se llevó no miles, sino cientos de miles de años…
tal vez un millón o dos millones de años.

Todo esto no sucedió sin que nuestro cerebro
se hubiese desarrollado admirable y suficientemente
a lo largo de millones y millones de años.

En pocas palabras
este poema se llevó millones y millones de años
en ser escrito.

Pero todo sucedió en un instante.

 

Las flores del desierto de Atacama

Tiene razón el Buda: hay sufrimiento. Es la pura verdad. Pero el sufrimiento no basta. Es necesario ir más lejos.

Ejemplo perfecto: el terrible temporal que azotó el norte de Chile, causando destrozos y víctimas, convirtió el desierto de Atacama —el más árido del mundo— en un mar de flores.

Más de 200 especies nativas surgieron de la noche a la mañana llenando el desierto con sus aromas y colores: nolanas celestes y lilas, coloridas patas de guanaco, las delicadas añañucas y las endémicas garras de león.

Lo mismo sucede con el amor, los poemas, los milagros, y las iluminaciones: las semillas de sus flores pueden esperar años y años dormidas bajo tierra a que llegue el diluvio. Pero de pronto sucede lo inesperado. Nada se compara a estar vivo.

 

Máscaras del lenguaje

¿Cómo decir que el lenguaje está mintiendo
si con sólo decirlo
el lenguaje está mintiendo?

¿Cómo decir que el lenguaje es una máscara
si con sólo decirlo
el lenguaje es una máscara?

¿Cómo decir que el lenguaje no es transparente
si con sólo decirlo
el lenguaje no es transparente?

¿Cómo decir que estas máscaras son el lenguaje
si con sólo decirlo
estas máscaras son el lenguaje?

¿Cómo decir?
¿Cómo no decir?
Si con sólo decirlo
es como decir y como no decir.

 

Teoría del arte

I

El arte
es la celebración
de estar despierto.

Despertar
es celebrar
con arte.

La celebración
es el arte
de despertar.

 

II

Sé lo que quiero representar
y cómo representarlo:
Arte Tradicional.

Sé lo que quiero representar
pero no cómo representarlo:
Arte romántico.

No sé lo que quiero representar
pero sé cómo representarlo:
Arte moderno.

No sé lo que quiero representar
ni cómo representarlo:
arte postmoderno.

 

III

Traducir a la forma
lo que uno piensa
es un trabajo de ilustración.

Plasmar en una forma
lo que uno intuye
es una obra de arte.

Cifrar la forma
de lo que uno ve
es una obra maestra.

Ver más allá de la forma,
del nombre y la intuición,
es volver al principio.

 

Levadura

a César Vallejo

Al fin de la mesa redonda
y muerta la literatura, vino hacia ella un crítico
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero la literatura ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos profesores y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero la literatura ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a ella veinte, cien, mil, quinientos mil,
estudiantes: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
Pero la literatura ¡ay! siguió muriendo.

La rodearon millones de lectores,
con un ruego común: “¡Quédate, hermana!”
Pero la literatura ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los poetas de la tierra vinieron,
la rodearon; los vio la literatura triste, emocionada;
¡qué más da! Emocionada…

Incorporóse lentamente.
abrazó al primer poeta; echóse a andar…

 

Declaración de amor a la orilla del mundo

Todo lo que no alcanzamos a decirnos
lo dijeron los árboles temblando por nosotros:
las espigas rosadas al borde del camino,
los pájaros hundidos en su canto invisible
y un rumor que venía de todas partes y de ninguna.

Recuerdo que me detuve a recoger una piedra
y la levanté con gran cuidado —amorosamente—
como si hubiera sido un pajarillo
que acabara de caerse de su nido.

La puse junto a tu oído y te dije:
—Cierra los ojos… ¿la escuchas?

—Sí, ¿qué es?
—Es la niebla.

 

Los búhos

Detrás de cada nube, de cada monte
de cada copa, de cada rama
hay búhos en la noche.

Se esconden en el humo de las pipas.
Se alimentan de malentendidos
y estrellas de neón.

En la oscuridad se pueden confundir
lo mismo con esas cenizas
que con sus sombras.

Con los faros gemelos de sus ojos
recorren parsimoniosamente
las aguas de la noche.

Y conversan con el viento.
Sollozan con la lluvia.
Se callan con el sol.

 

Nostalgia

Allí está el cielo: ahora veo.
Allí está el cielo abierto
esperando por lo mejor de mí.
Atrás quedan los padres
los amigos, los consejos…
Los juguetes soñados en la infancia,
el árbol de los deseos,
la noche al fondo de la alberca,
el parque del primer beso.
Lo veo todo a la distancia
como un cuerpo que se despierta
al fondo de un paisaje.
Lo veo como si no fuera cierto.
Hemos venido a la vida
a despedirnos de todo lo que amamos,
de aquello que nos fue dado,
de todos los que queremos.
Pero justamente allí está el cielo.

Alberto Blanco
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