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Dos poemas de Frank Herrera

lunes 10 de diciembre de 2018
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Montuno

A la sombra de un ron y el calor de un montuno
o viceversa
me pregunto once veces qué hace una chica como tú
en unos ojos como los míos.

Me miras con lagos de miel
que parpadean al son de las tumbadoras,
parpadean y se acercan,
parpadean y me engullen tus heridas,
con hambre parpadean y parecen sonreír.

También mi espalda parpadea,
y mis manos sonríen un poco.
Siento las manos que me ofreces
y acaricio la nieve que me toca de vuelta,
que también dejas asomar bajo el cuello y los tobillos,

Siento la nieve en tus nudillos
arada y fácil y propia y experimentada y verde y fértil,
como la hoja de yerbabuena que flota en tu mojito,
hoja de diosa, nudillos y piel madura de diosa.

Sé que si salgo contigo no volveré jamás,
y que si no tomo tu mano volveré siempre a buscarla,
pero no te volveré a encontrar,
y me pregunto ¿qué hace una chica como tú
en unas manos como las mías?

Los dedos en tus manos adormecen las noches de mis manos,
los que asoman al final de tus zapatos obedecen al montuno
y yo a punto de obedecerlos a ellos.

¿Y qué hace, me pregunto yo, una chica como tú
en un ron como el mío?

Te deshaces en el hielo último que bebo sin sabor,
como tu imagen que también se deshizo
al calor del ron y la sombra del montuno,
y pido un poco más y vuelves a sentarte
y me vuelvo a preguntar.

 

Los caminantes

Con apenas una mudada para el corazón
salen los caminantes huyendo del hoy,
y huyen hacia Tunja donde murieron cinco,
hacia el hielo de Pamplona donde ya murieron tres,
y no les importa nada, porque también huyen de la muerte.

Los verás guardando las ganas de sudar
para cuando puedan encontrar algo de agua,
y también guardan las ganas de llorar.

Verás su única mudada del corazón
haciéndose jirones con el frío y la niebla,
esa maldita niebla de Santander que no para
que no para
que no para nunca
que no parará esa maldita niebla helada de Santander,
y que hace pedazos la ropa, la piel y la mudadita del corazón.

Y allí van, hormiguitas cargando sus hojas secas de tristeza,
con las patitas cansadas, agarrotadas,
sin mirar atrás, y sin mirar arriba,
es decir, sin mirar a donde ya han mirado antes,
porque allí no hay respuestas.

Hoy morirá uno más, y los caminantes siguen,
no hay tiempo para más que para seguir,
y eso que no les han dicho que allá tampoco hay agua para ellos,
ni pan o techo para ellos,
no hay mudaditas para el corazón de ellos,
no hay familias allá, no hay hojitas verdes,
ni respuestas ni nada.

Hoy morirá uno más, y la maldita niebla no para,
ni el tiempo para,
ni los caminantes paran.

Frank Herrera
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