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Poemas de Eleazar Morín

miércoles 23 de enero de 2019
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Una vuelta en mi bicicleta

En la polvareda de la infancia dejé mi bicicleta.
Era azul y plata y le decían El Centella.
En su cuerpo de acero fueron kilómetros de libertad.
Aquel sol, aquel mar, aquel verdor.
Con los brazos colgados del horizonte.

Me recuerdo como un pasajero indómito.
Con los zapatos partidos.
Con aquel manubrio entre las manos.
Con la alegría de un niño que no existe.
Que vive entre las ruinas del hombre que pudo ser.

Los agitados vientos del destino me destrozaron
acabaron con mi ternura y dulzura.
Sin embargo en algunos sueños aún marcho en El Centella.
Raudo y veloz en la gran marcha de la vida.
Como el agua de los ríos que no marchan hacia atrás.

 

Un viaje hacia el abismo

I

No prendas velas en mi ausencia,
Deja de llorar lo que estaba escrito,
No grites ante viejas estatuas,
Busca tu camino, el fuego sagrado,
Aún existen para ti noches estrelladas del otoño.

Querida, el velo se ha rasgado,
Ese extraño ser que existió y te amo,
Ese marioneta vestido y perfumado,
Que devino del fondo de la noche,
Tuvo su tiempo de cantar, reír, llorar y escribir algunos poemas.

Amor, cabalga profundamente por los montes de tu vida
Toma la rienda, no supliques milagros,
abejita dulce, pequeña retama de mis sueños,
Corre con un puñal en tu boca entre la hierba mientras puedas,
Deja que tus ojos de luna se queden colgados en la noche como un espejo del mar en el vacío.

No esperes nada del destino
Al final todo torna en la nada
Sólo quedan naves quemadas
Un tibio y nostálgico recuerdo de lo que fuimos
Para luego indefectiblemente hundirte en el abismo.

 

II

En el desastre del día navega el capitán del timón a la torre
Con su alma coronada de espinas
En su cueva de lágrimas
Se hunde el capitán.

En la noche celeste tiemblan sus palabras
Se bifurcan sus fibras y nervios
Llora desde el fondo la tierra marina
Titán del viento y la marea.

Triste capitán
Aquel hombre que pudo ser
Son las ruinas de una historia triste
De una tormenta
Adiós, viejo capitán.

 

III

Todos estamos muertos
Dura verdad ante el abismo
Entre amor y fuego, furia y dolor
Acuden los viejos fantasmas.

Inmerso en la farsa
En la vieja comedia
De flores y miedo, huesos y sol
Florecen sus palabras.

Eterna tienda de muñecos
Sepulturera de la risa
Enmascarada y silente
Baja el telón.

Eleazar Morín
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