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Cuatro poemas de Cristina Gálvez Martos

miércoles 8 de mayo de 2019
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Cristina Gálvez Martos

Cinco de la tarde

Esta silla es una isla
roja….grande….cómoda
quepo toda en el verdor de la tarde

me gusta ver los gatos carey
merodear buscando lagartijas
extender las patas de algodón
alzar los bigotes

mi pensamiento se ha hecho uniforme
como las líneas del libro
alrededor las voces cascadean, gelatinan
en el café se concentra la maravilla del líquido

este lugar se le esconde a la ciudad
recuerda a un paisaje de porcelana:
seres delicados
sobre la curva de las cinco

(De Psicopompa)

 

Miedo

El miedo yacía negro en los riñones
era yo misma
llamando a la oscuridad
alto, por los puntos cardinales
alto, batiendo una campana
la noche se bebía mi garganta

Lo que no me gustaba era el laberinto
un lodo pegajoso en los tres dedos
……………………………de mis patas de ave

Cuando los recodos se hicieron vegetales
fui bailando por la cuadrícula
me inventé algunas fórmulas
dije: haré de esta negrura
perfectas obsidianas
para mi jardín de helechos.

(De Bicorne)

 

Árbol junto a mi ventana

Se ha hecho difícil creer en cualquier cosa.
No obstante, cuando me siento en silencio
junto a la ventana de la habitación
me descubro fiel a los sonidos del árbol:
el zumbido del picaflor
que irrumpe como una tempestad mínima
el golpeteo insistente del carpintero
sacudiendo su penacho color vino
las ramitas que se rompen bajo el peso de la tórtola
el crujir de la hojarasca cuando brinca el sapo.
Resolveré esta crisis de fe sin argumentos:
cierro los ojos
para ver más allá de mí misma.

(Inédito)

 

Adormidera

Yo puse esa canción violeta en tu cuerpo
a través de la finísima aguja,
viajó por vasos subcutáneos
murmuró por tus venas
llegó hasta tu lengua el habla de las estrellas.
Baltazar, María, Rafael, Antonio
todos tus hermanos fallecidos
surcaban como caballos voladores
entre fotografías blanco y negro
por el big bang de la guerra.
Paca abría una fuente traslúcida
y te daba de beber
mientras la morfina te iba llenando
más y más las cuencas de los ojos
de jazmines profundos y de otras flores muertas.
Yo puse esa neblina ese callado camposanto
y entre los pliegues de tu olvido
para cuando te fueras
escondí varios besos.

(Inédito)
Cristina Gálvez Martos
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