Están aquí
Están aquí. Los oigo, en este claveteo de carpintero mudo. En este sonido, golpe arriba en mi cabeza, retumbar de las aldabas del trueno.
Siempre aquí. Me miro, me reconozco en ellos como en los espejos de una feria.
Caballeros armados hasta los dientes, pasan delante de mí con sus pupilas de calendario fijo. Traen la ferocidad del libro despojado de la última página, la lujuria de un combate de lirios, el alfanje del poema roto.
Visitantes nocturnos. Código secreto de invasores en una versión sin pergaminos, fondo oculto detrás del vacío.
Están aquí, barbilargos, barbigrises de sombras y misterios. Se sientan en todos mis espacios. Comparten conmigo mi ropa arrugada, mis zapatos, el cerco de luz sobre mi cama, mi cántaro de leche, mis cuadernos.
Siempre, siempre aquí. Formas impuestas del espanto, centinelas del miedo, invisibles criaturas de otro reino.
Para guiarme de nuevo hacia los remotos vientos del origen.
Alcanzo mi identidad
Alcanzo mi identidad en el relámpago. Búsqueda perenne
de lo que no se nombra.
Reniego de la antigua ruta, de la huella equivocada.
Descubro que soy mi propio fraude. Repetida en miedo,
en ardor hasta lo incierto
El águila empieza a abrir de nuevo sus alas
El águila empieza a abrir de nuevo sus alas. El balcón no tiene barrotes,
sólo hilos de luz para el asombro.
Los ojos otean el horizonte tratando de elegir el mejor camino para convencer al viento
A nadie pido perdón por el minuto exacto de la rebeldía
A nadie pido perdón por el minuto exacto de la rebeldía.
He sido amiga de la rosa abierta y en los andenes del aire
desnudé mi cuerpo para desafiar al asombro
A nadie pido perdón por el pulso acelerado, por el grito,
por el escalofrío
Descolgué las cortinas arrugadas de la lluvia para diluir
la víspera de entrega
Sublevé la fábula del tiempo y aproveché el latido sigiloso
de la oruga en el vientre
Un ángel protegió las horas de mi desafuero
A nadie pido perdón por mi atribulado traspié
Ahora busco la contingencia azul del mar y sus húmedos
metales de reposo
Poesía femenina
¿Qué es eso que llaman poesía femenina? ¿Se hornea, se come, corazón, verde espinaca, berenjena sensual, suspiros de tomate?
Intimismo: ¿acaso receta de cocina para sobrevivir a la soledad? “Una mujer debe ser soñadora, coqueta, ardiente y mucho más”.
A nadie le interesa estrujar un postre, masticar el poema que escribe una mujer para su amante mientras cocina hortalizas de fuego en la cazuela.
En realidad, todos quieren abrir la puerta, sexo, mujer, surco donde está encerrada la exacta sabiduría del Universo.
En la caravana del apremio llega
En la caravana del apremio llega. En la hora del colibrí se despoja de coronas y ritos.
Cubre la impúdica redondez del horizonte en el minuto exacto del desmayo de la luciérnaga.
Abraza fuerte, afinca. Con su furia arrastra el principio de lo organizado. Asoma el áspero destello, el leve parpadeo en los pastizales.
No puedo decir de dónde sale la arremetida de fuego ni el golpe dorado de la faca.
No sé tampoco dónde declina el sesgo repentino.
Viene. No se desvía jamás. Cambia la dirección de los cuerpos. Encuentra el gran hocico de la sombra. Apunta al silencio Y corta.
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- Del poemario inédito Donde la piel se hace silencio, de Gladys Ramos - sábado 29 de febrero de 2020