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Seis poemas de Gladys Ramos

miércoles 25 de marzo de 2020
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La tristeza

La tristeza inventa
feroces mimetismos
para engañarnos

A veces llega
como serpiente

Se mueve rápido
nos amarra
con su piel
vieja de estaciones

Su lengua viperina
nos inyecta
veneno en el oído
y nutre
los malos pensamientos

Se convierte en león
y nos arropa
con su larga melena
de melancolía

Rasguña las entrañas

Su uña
no se desgasta nunca

 

De noche la casa no está silenciosa

De noche
las paredes de la casa
conversan

Entre murmullos de madera
y mimbre, puertas,
ventanas y muebles
comparten historias

Al amanecer la casa
calla y observa

 

Oración

Miro al sol. Le pido me guarde
de la ceguera de no encontrar luz
dentro de mi potro salvaje
diástoles y sístoles recorriendo
mis venas una a una

Que me guarde de la ineptitud
de los apremios
y me devuelva el secreto escondido
detrás del altar de mis ancestros

Que me abra la puerta
para echar la oscuridad de lo imposible

Y bendiga el patio abierto de la casa
donde esparzo mi grito

 

Cordero

Agazapada, inmóvil
esperando
el minuto oportuno
de allá arriba
donde los perros
ladran a la noche
que no escapa

Donde los gatos
renuevan
la séptima existencia
y el silencio es
exacta respuesta

Mansa, dócil
cordero dispuesto
en el altar del tiempo

Esperando
la decapitación
del sueño

 

Protocolo

La mesa está dispuesta
Los comensales se reúnen
consultan la hora

La señora de la casa
sirve platos, copas
cubiertos pulidos

Muy seria se sienta
a la mesa

Cuidadosamente
dobla la servilleta
sobre sus rodillas

La señora de la casa
espera su ración
de pájaros
en salsa de silencios

 

Este huracán que anda por ahí

Este huracán que anda por ahí
me sorprende

Trae piedras de lluvia en la solapa
y golpea el techo de mi casa

Viento y agua se conjugan
en las gotas en fuga
de las nubes y la humedad
amenaza las entrañas
como un cuerpo alargado
que me envuelve

Este huracán sin nombre
me arrastra, me da latigazos
amenaza mi descanso habitual
y me lleva al borde del presagio
de la caída en los acantilados

Echo cerrojos, pongo candado
en puertas y ventanas
invento un vidrio templado
para proteger el techo

No quiero que este huracán
sin nombre que anda por ahí
derrumbe la casa que ahora habito

Gladys Ramos
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