Los caídos
Nosotros vamos por los desfiladeros,
nos balanceamos con el vértigo,
ponemos en riesgo la conciencia,
cortando dolores de sangre,
este descarrío nos flagela,
ocurre un vacío fugaz,
llegamos al fondo del cañón,
aquí alcanzamos lo más frío,
nos revolcamos en el fango,
por la maldad yacemos en esto negro,
soportando la palidez de nuestras caras,
mientras hay en el ambiente hedores ácidos,
cuyos espesores tenebrosos,
trancan nuestra respiración,
ahorcados estamos en el desdén,
suenan gritos por todas partes y
nuestros cuerpos se asesinan.
En la pesadilla
La gente se confunde;
sus ojos se rayan, la demencia
los extravía en la borrasca,
el desaliento los envuelve.
Ellos van repletos de desidia;
sus soles se quiebran, la cólera
los empuja hacia el descontrol,
el vicio los comprime.
La muchedumbre se asfixia;
sus venas se dañan, la oquedad
los absorbe en la quietud,
el desespero los enfría.
Desunidos andan sin naturalidad;
sus halos se estallan, la apatía
los deja en la amargura,
el fracaso los consuma.
Como la gran debacle
Esta época de locuras es tétrica;
la muchedumbre deambula por el inframundo;
grande en su mayoría, se mueve con excentricidad,
perdurando por entre los espacios grotescos,
da mareos como una rareza errante.
Hay escándalos en su rutina estrafalaria.
Desgraciada con la viciedad,
vive esta gente bajo su alteración horrorosa,
llena de enfermedades,
se confunde entre torbellinos de ceniza,
donde grita en medio de estas tinieblas,
la ansiedad tan agobiante,
que experimenta hasta el furioso padecimiento.
Hay perdición en sus destinos anormales.
Esta actualidad es de espejismos;
la generación irreflexiva encauza su podredumbre;
manchada de químicos, se choca contra lo pesado y
descendiendo por entre ruinas abismales,
hundida queda bajo lo atroz.
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