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Cinco poemas de Alexander Pascual Estrada

miércoles 30 de septiembre de 2020
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Inmutación del silencio

Imagino al Dios de los hebreos sentado en este parque,
Atado a la miseria como a la amplitud de sus desiertos,
Con la bondad esculpida en el rostro indefinido,
Sin anaqueles donde esconder las verdades.
Lo imagino y me parece hablar con sus seguidores.
Sentir la humedad de sus discursos,
Pensar el optimismo en cada verbo conjugado.
El Dios de los escépticos,
De los legisladores,
De los cobradores de impuestos
Y de las putas.
Sentado en este parque,
Arrullando los insectos y parásitos
Que transgreden el silencio.
Así de veras.
Con el rostro enardecido porque ha encontrado
A quién servirle la palabra,
A quién salvar con sus misterios.
El Dios justo
Visita el hogar de los vasallos.
Encuentra desaliento y marginación
Y yo me encuentro ante la imagen del divino.
Este parque,
Ilusión atiborrada de generaciones,
Confluencia de historias,
Arquitectura populista en un espacio abierto,
Orgía de quienes se posan en el éter.
Imagino al Dios de los hebreos sentado en este parque
Mientras admiro el canto de una cigarra.

 

(Des)origen

Negamos todos los orígenes,
Los presentes y los antiguos,
Así somos los hombres,
Tenues despechados por la vida,
Engendradores de razas,
Mártires del firmamento.
Del alma de un árbol nacimos,
Estática voluntad de los dioses.
Somos piezas de otras edades.
Habitamos allí, donde se escuda la ira,
En la fuerza del pez,
En la esencia de la raíz,
Moléculas inscritas en la soledad de una burbuja,
Estampa celestial en la era informática.
Nacimos así,
Con el rostro destrozado
En la cumbre de una colina.
Tomamos el arco del cielo como morada de dioses y hombres.
Habitamos allí.
Nacimiento y muerte.
Negación de la negación,
Ínfima apología de la esperanza,
Ungüento aborigen del destino,
Hombres y razas signados por el mito de la concordia.
Vivimos allí
En el ocaso de la materia,
En la roca burda,
En el estruendo de las movilizaciones.
Negamos todos los orígenes
Porque cerramos los ojos a las luces de la vida.

 

Partida

Parto desde la niebla
Sin rencores azuzados
Ni tormentas, ni alegorías religiosas,
Con ese infantil acento de las despedidas,
Imbricado en la secuencia amorfa de otras palabras.
Me quedo mudo al borde de los abismos
Y la mudez ayuda a desestimar el tiempo,
A la fluidez de nuevas compañías.
Sólo el enjambre de las luces entrecortadas de los senderos
Aúpa la torpeza de los odios,
Aprisa, sin miramientos,
Con la lucidez de los rencores,
Así transita la duda de los que quedan por venir.
Parto de la ausencia,
De los inviernos tardíos,
De las escuelas narcisistas,
De los abedules y las madreselvas
Para desembarcar en los ojos seculares
De los dinosaurios que se tragaron
La petulancia de la desidia.

 

El discurso del rey

Infecta el deseo de muerte.
Aparta de mí las caricias sagradas.
No mientas por la hiel de la bestia.
Saca la espina de las entrañas del silencio.
Adora el vejamen.
Pulveriza el abdomen del caudillo.
Llora la libertad.
Humedece con lágrimas las arenas del desierto.
Ahoga las simplezas humanas.
Créete Dios.
Pulula sonidos infinitos.
Engendra, en el vientre de un pez, alguna descendencia extraña.
Sé sexo.
Danza un baile erótico a las puertas de los muros.
Clona tu enjambre con pitonisas histéricas.
Vuelve del desierto inoculando las venas de las sombras.
Créete hombre.
Corta el cordón umbilical del semen de los castrados.
Aborrece la orgía ausente de colores.
Despierta hoy.
Alcanza el tópico de las consignas.
Decanta ilusorios espejismos.
Regresa de la síncopa con una piel escamosa.
Carga la anuente estampida.
Ruge el verbo.
Escupe la edad del fin del mundo.
No mientas.
Sangra la escara.
Alude al misterio de la cruz.
Anuncia el evangelio tras el silbido de la muerte.

 

Réquiem a la locura

Quiero esparcir esta locura
Amotinando los desaires del p.
Gustoso entrecortar las quejas
De aquellos infieles partidarios de Sodoma,
Austera visión del diablo a orillas del desierto,
Tentación de espíritus amenazantes.
Dios, salva a tu ungido de la praxis del rencor,
Del odio salvaje, del fuego.
Déjame atado a este vientre infértil,
A esta demencia insana,
A los tormentos del llanto,
Lo ambiciono.
Necesito otro carácter para hinchar los pulmones
Con oxígeno azul.
Quiero esparcir esta ignición con la gravedad del sigilo,
Amamantar a los otros hijos del fauno.
Sobre la nieve disipar los rencores de los monarcas
Martirizados por la mujer de Lot.
¡Ingratos, desmedidos, prosaicos!
¡Muerte a la ley de los hombres!
¡Viva esta locura de inmortal desafío!
Blasón icónico de gestas pacifistas.
Oh Dios, escarba la epidemia por los siglos de los siglos.
Quiero esparcir esta locura
En el retén de los amotinamientos.

Alexander Pascual Estrada
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