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Ahora que es tarde, de José Luis Morante
(extractos)

viernes 29 de enero de 2021
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Nota del editor

José Luis Morante
José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956).

Ahora que es tarde reúne treinta años de la obra poética del español José Luis Morante (1956), transcurridos entre 1990 y 2020 y a través de ocho libros. Incluye también algunos textos inéditos del autor y un prólogo a cargo de Antonio Jiménez Millán, quien destaca como características de la poesía de Morante “la evolución del sujeto poético y la presencia de la otredad, los enlaces con la tradición literaria (y cultural, se podría decir) y, finalmente, la importancia de la metáfora del viaje”. Publicado en una hermosa edición por La Garúa Poesía, el libro tuvo un comienzo difícil, pues apareció justo en el momento en que la vida nos cambió como consecuencia de la pandemia. Hoy ofrecemos a nuestros lectores una selección de este volumen en el que es posible apreciar la evolución de un autor que no ha dejado de escarbar en la belleza y la profundidad de la palabra.

 

“Ahora que es tarde”, de José Luis Morante
Ahora que es tarde, de José Luis Morante (La Garúa Poesía, 2020). Disponible en la web de la editorial

Ahora que es tarde
José Luis Morante
Poesía
La Garúa Poesía
Santa Coloma de Gramanet (España), 2020
ISBN: 978-84-121603-6-9
160 páginas

Tienes prisa por escribir,
como si fueras con retraso respecto a la vida
René Char

Heterónomos

Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos”.
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que enterrara el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de una tristeza áspera,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que fuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente:
“hallé la puerta abierta
y me aburría…”
me despido gozoso y luego marcho
—el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero—
a ver sin más el mundo por mis ojos.

(de Rotonda con estatuas, 1990)

 

Tipología

Aun generalizando, todos cabemos dentro
de la especie enemigo.
Unos, con buena estrella,
certifican sus actos como enemigos públicos.
Son el tótem sagrado de tribus marginales,
una pared escrita,
una fuga de cine,
una sentencia, un grito,
y el blanco de las iras de honestos ciudadanos
por razones más bien inconfesables.
El perfil de su rostro
habita las pantallas
y los editoriales de la prensa.
Su búsqueda y captura constituye
una razón de estado.
Otros son meritorios
enemigos vulgares
y apuntan vocación a una infame existencia.
Sabiamente acogidos al murmullo,
se hacen protagonistas secundarios
de alguna gesta ilusa.
Y se les reconoce
por su tenacidad cuando socavan
la fe que nos cimenta
y por el impudor al descubrir
nuestras contradicciones.

(de Enemigo leal, 1992)

 

Una calle vacía

Hoy recorren mis pasos esa calle
que no esconde ningún itinerario.
Todas las calles fluyen dócilmente
al mar de cualquier sitio,
cierran con parsimonia una distancia;
pero ésta alarga al infinito su trazado,
pretendiendo ignorar dónde concluye.
Amo el cuello sumiso de sus verdes farolas,
los reflejos chillones de sus autos a plazos,
la cal que habitan líquenes y musgos;
y amo sus papeleras —cielos para despojos—,
singulares regazos donde nada perturba
el aliento feliz de lo caduco.

(de Población activa, 1994)

 

Autobiografía

También soy yo
por la fidelidad a mis contradicciones,
por permitir gozoso,
cuando las plazoletas solitarias
reivindican el silencio y la sombra,
que un recuerdo me asalte en el espejo
como un rastro de luz
e inicie una liturgia
de nombres, fechas, gestos
y túmulos de sueños
nadando el mar oscuro
de una cronología sospechosa.

Tanta dulce mentira
advierte que soy otro.

(de Causas y efectos, 1997)

 

Teoría del sueño

Todo sueño cumplido es prematuro.
Su tácita presencia pone en duda
que hasta ayer mismo fuera
objeto de un afán cuyo rescoldo
no se apagara nunca.
La posesión no acalla
esa voz inquietante
que aspirara a lograrlo
ni da paso a la tregua que permite el sosiego.
Intangible y fugaz
como el surco del ángel,
los perfiles del sueño no conocen
la hondura hospitalaria del espejo
ni el peso de la luz.

(de Un país lejano, 1998)

 

Paseo

La parda mansedumbre del otoño
duerme el reloj, despierta las palabras.
A su reclamo acuden pensamientos
que rompen la angostura de la boca
y visten los canchales de granito
con ropajes de musgo confidente.
Como cantos rodados damos vueltas
por la cristalería del pasado.
Mezcla el camino bayas y recuerdos,
excrementos, ideas y amanitas,
concesiones y rosales silvestres.
Con ánimo apacible descubrimos
naipes ocultos que el azar baraja,
emparentamos pasos y raíces.
Troncos huecos se bañan en la inquieta
trasparencia glacial de los arroyos.
Una hilera de nubes acaricia
las boscosas laderas y el entorno
se disfraza de noche, se hace cueva
para que resguardemos nuestros sueños.
En el viaje de vuelta imaginamos
maléficos hechizos de gorgona.
Un tiempo indefinido nos espera,
mas la amistad es fuerza, pone en pie.
El futuro no existe. Lo inventamos.

(de Largo recorrido, 2001)

 

Presencia

Llegas a la memoria
y un temblor me describe.
Vienes a campo abierto,
despertando el verdín de un castro celta;
permaneces en la puesta de sol,
pones a salvo ese rumor de voces
adiestrado en hablar consigo mismo.
Con el cierzo de cara
dispones el tablero
para dar jaque mate
a sombras ateridas.
Reclamas la ternura
de mis dedos de niebla.
Vacila tu perfil tras propaganda
del centro comercial,
en una ventanilla funcionaria,
en la ovación que premia
modélicos conciertos.
Estás cuando me faltas. Eres fruto
maduro entre las ramas del vacío.

(de La noche en blanco, 2005)

 

Vista cansada

A Luis García Montero

Cuando miro, mis ojos
desfiguran el margen.
Lo dice el oculista
en un informe extenso
que subraya presbicia.
Tengo vista cansada;
necesito cristales convergentes
que agranden lo minúsculo
y muestren su eficacia si prolongo
la tinta entumecida.

No dejan de brotar
en armonía
esos rostros distintos
del paisaje.
La aurora se renueva
pero yo la percibo
crepúsculo gastado.

Mis ojos envejecen.

(de Ninguna parte, 2013)

 

Nadar en seco

El tiempo que no tuve nada en seco.
En él, cada brazada recolecta
el secreto de la profundidad.
De cuando en cuando,
rasga la superficie un hueco húmedo
cuyo fondo merece
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud
e impulsa otra brazada
hacia el perfil exacto del trascielo.

No dejo que el cansancio
se carcoma en reflejos.
Sacudo el agua ausente.
En los brazos maltrechos
hay jirones de mí.

(de Nadar en seco, inédito)

José Luis Morante
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