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Cuatro poemas de Carlota Figuerola

viernes 20 de enero de 2023
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El vacío

Aquí estoy.
El trayecto se complica. Todo es duro
cuando la noche ya no es cordial.
Los elementos, hostiles,
me aterran y la gente
que estuvo a mi alrededor guiándome,
de repente, no están más.
Cuando no puedo volver atrás
porque ya no hay amparo
y el camino
sólo tiene un sentido.
Cuando nada parece tenerlo…

Ya no tengo dónde regresar,
ni unos brazos entrañables
me esperan con tristeza, para curar heridas
que dejaron las zarzas.
Cuando el camino
va fundiéndose al paso,
constantemente devorado por monstruos.
E iré conociendo la implacable
conformidad pasiva,
la aventura
hacia la noche terrible, inaplazable,
hasta el confín del mundo
donde todo desaparece en la profunda sima.

La tierra no es amable.

Seguiré, qué remedio, hacia el abismo,
qué más podría hacer…
¿Inventarme planetas?

Hasta que encuentre belleza
y una paz blanca, triste,
en saltar al vacío

 

Equilibrio

Perdidos
en el viento
como alados espíritus,
sin espacio
ni techo.
A medio camino,
entre el cielo y los infiernos,
el bien y el mal,
entre el lodo y las aguas.
Desamparados
a punto de caer.
Deslizándonos al paso
de un rayo de luz.
Así somos
los Lázaros de la tierra
oscura. Débiles
niños de ayer.

Hoy ángeles
a punto de perder el vuelo,
heridos,
sangrientos pero infinitos.
Luchando por el equilibrio.

 

Cuando quiero ser yo, ya ni me acuerdo

Tengo a decir lo mismo que hace veinte años:
el mismo duelo, la fe, el miedo mismo,
pero he hablado tanto y tanto para no ahogarme
entre silencios, por no perder los sentidos, la razón.
He hablado y hablado
sin necesidad alguna, a veces
para no morirme de angustia y frialdad,
para no hundirme en el hoyo de la quimera,
y hoy no sé si soy, o sólo persisto.

Tengo las mismas cosas que decir, quizás
la voz más enclaustrada, anquilosadas
telarañas de polvo en la palabra
y un tapón de cera angosto, sólido
me destruye la dulzura, la ternura
y me entristece.

He hablado tanto y tanto sin pararme a pensar.
He gritado con razón o no, bramado de furia,
ahogando el sentido de mi primera esencia,
que ahora, cuando quiero ser yo, ya ni me acuerdo.

 

Los días

Los días no son fáciles.
Tienen sabor a sal
bajando por el rostro. Los vidrios
que deja la vejez
sobre la piel. Y debajo,
trazas de nieve y escarcha.

La memoria, toda ella de arcilla,
que un día fue tan vívida,
se convierte en tierra yerma
en un desierto sin agua,
esteparia y opaca.

Las horas son de luna
con eclipses constantes
y una aridez terrible.
Los días,
que, más que pasar, duelen,
se llevan con los surcos
un Sol tibio de brumas.
Y hojas resilientes
van volando hacia el río
con las ventoleras últimas
de los meses fríos de invierno.
De los días.

Carlota Figuerola
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