Cuando me nombras
Nada dice ser palabra.
No importa ser palabra.
…………..¡Sólo si es olvido!
Extraño su presencia;
evoco el vuelo libre del ave encantada;
el temblor de su aliento cuando susurra
………………………………………………..mi nombre.
Remontan vuelo
Tus palabras me transforman:
son hilos que envuelven mi alma,
ropajes nuevos que satisfacen mis ansias.
Las tejen tus manos,
me otorgan nuevo brillo,
despejan mis cielos
y orientan mi destino.
Vana esperanza
A las jóvenes mujeres de mi patria
La joven mujer yace en su
lecho de paja tejida, cubierta
de sábanas empapadas de frío.
Gime de hambre y desconsuelo;
su techo gotea dolor cuando
la sal de mis lágrimas consume el
pañuelo que cubre su pelo.
Se tiñe de negro su rostro moreno,
durante las noches sin luna,
en el cuarto pequeño.
Todavía parece una niña, pobre y
sedienta de amor y deseo.
Sus ojos de terror triste miran los míos
como buscando respuestas que yo
no poseo.
Su casa roja sangre ya no la protege,
no le presta cobijo. Se mece inclemente
cuando la tormenta arrecia y la bate el viento.
Arriba en el cerro nadie la cuida,
todos quieren sacarle provecho:
comer su tajada de pan tierno.
Desvalida, gime mirando hacia arriba,
a través del zinc roto del techo, bañado
por el resplandor glauco del cielo.
Vana esperanza, susurra un lucero,
fijo en ella su único ojo de tembloroso
destello, carente de explicaciones o
alivio, para su honda y vieja pena.
Al final también fue la palabra
a Miguel Marcotrigiano
Los caminos que creemos recorrer
no conducen a lugar alguno.
Son como esos laberintos que siempre
terminan en el mismo sitio.
No hay manera de eludir la única salida
que existe, aquella preestablecida por
el mundo de la vigilia engañada;
la que define la palabra que nunca ha
sido dicha: la palabra desdeñada.
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