Van estos escritos en memoria de un soriano ilustre.
I
De pronto nos sorprende así esta vida,
tan áspera y tan dada a hacer mil daños,
pues hace que, volviéndonos extraños,
huyamos por la puerta de salida:
Me cuentan tu partida y tu partida
me llena de recuerdos de esos años
de vino y amistades sin engaños,
de magia y de poesía decidida.
La charla se hace larga en un casino
del lujo de otros siglos, donde, puro,
se advierte un raro sueño machadiano.
El vino en Herradores era el vino
de la amistad bebida sin apuro,
tejiendo el rancio verso castellano.
II
Supongo que eres sombra en la derrota
del sol crepuscular que, moribundo,
se supo hacer ocaso en un segundo,
al ver cómo el momento se le agota.
Te sé como la nave, cuando flota,
surcando el alterado mar profundo,
dejado de la vida, en ese mundo
de dura tempestad, si el viento azota.
Te digo como el aire transparente,
con la grandeza propia de ese verso
que escribes en un aire de poesía.
Sospecho tu recuerdo entre tu gente
y el beso de la muerte más perverso
que el Duero empaña con la luz del día.
III
Y a un verso le pregunto donde espero,
buscando, entre la lluvia y el granizo,
por ese verso tuyo en el hechizo
del arte de la capa y del torero.
La noche se hizo larga y su lucero
se quiso sobre el agua en raro rizo,
si luego sobre el Duero se deshizo
el rizo de su brillo sobre el Duero.
Y viste aquella luz, siempre lejana
que trajo, con su aviso, la tristeza
del sino lamentable de la suerte.
Y libre voló al aire, sin torpeza,
su voz, aquella voz, alma soriana
que halló la madrugada de la muerte.
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