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Sobre Al calor de la lectura V, de Ricardo Martínez-Conde
El cálido y sutil arte de leer

jueves 28 de abril de 2022
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“Al calor de la lectura”, de Ricardo Martínez
Al calor de la lectura, de Ricardo Martínez (Ortigia, Madrid, 2020).

Al calor de la lectura V. Reseñas literarias
Ricardo Martínez-Conde
Editorial Ortigia
España, 2020
248 páginas

Por algún tiempo fui director de dos bibliotecas públicas. Entraba bastante temprano y antes que llegaran los otros bibliotecarios. En soledad, y con el silencio mordiéndose las uñas, paseaba por los estantes y me detenía, a cada tanto, para leer las solapas, o las contratapas, de los libros. A pesar de haber leído el libro admiraba de esos textos la inigualable capacidad de sintetizar en pocos párrafos el argumento del libro, sus intríngulis más destacables para así despertar la curiosidad y el interés en el lector.

El libro Al calor de la lectura V. Reseñas literarias (Editorial Ortigia, 2020), de Ricardo Martínez-Conde, me hizo recordar esa extraña afición de leer solapas en una biblioteca pública, amparado por la soledad y el silencio frío de la mañana. Como carezco de esa capacidad de síntesis a la hora de escribir, y sin ser diestro en ese malabarismo de precisión que se percibe en las reseñas de Martínez-Conde, daré algunos paseos/circunloquios antes de entrar de lleno en el libro.

Intento ser un lector hedonista en el sentido de Jorge Luis Borges: “Personalmente, soy un lector hedonista; nunca he leído un libro simplemente porque era antiguo. Leo libros por las emociones que me ofrecen e ignoro los comentarios y las críticas”. No sin razón Alberto Manguel ha escrito: “El placer de la lectura, que es fundamento de toda nuestra historia literaria, se muestra variado y múltiple. Quienes descubrimos que somos lectores, descubrimos que lo somos cada uno de manera individual y distinta. No hay una unánime historia de lectura sino tantas historias como lectores”.

La reseña posee un sentido de precisa relojería bastante distinto a una crítica profesoral, arbitrada y en profundo.

Gracias a un texto de Enrique Vila-Matas descubro que la inventora de la reseña fue la escritora francesa Madeleine de Souvré, marquesa de Sablé. La Internet aporta algunos datos de esta adelantada escritora. Que con una de sus amigas, la condesa de Saint Maur, se estableció en la Place Royale de París. Abrió un salón literario en el que nacerá el género literario de las máximas. Al parecer, las máximas de la marquesa de Sablé, publicadas mucho después de su muerte, fueron redactadas mucho antes que las escritas por La Rochefoucauld.

En esta cadena de lecturas Vila-Matas remite a Roberto Calasso y acota que para este autor italiano la reseña “nació el 9 de marzo de 1665 en París cuando la revista científica Journal des Sçavans (más tarde rebautizada como Journal des Savants) publicó una breve nota literaria —modelo de todas las reseñas que siguieron— escrita por Madame de Sablé sobre un libro que todavía hoy goza de indudable prestigio, las Máximas de La Rochefoucauld”.

La reseña posee un sentido de precisa relojería bastante distinto a una crítica profesoral, arbitrada y en profundo. Y es válido lo escrito por Vila-Matas, que afirma que “las reseñas, con menos ínfulas, se limitan a presentar, a ras de suelo, obras simplemente nuevas al público lector”.

En lo particular tengo las reseñas de libros como una pieza singular en ese museo de anomalías que tienen determinados lectores. En el caso de Ricardo Martínez-Conde y de su libro Al calor de la lectura V, las reseñas condensan más la pasión y el placer de leer que cualquier otro subterfugio crítico. Martínez-Conde deja al descubierto su entusiasmo de lector que no discrimina nada; de ese lector que va al encuentro de los libros sin prejuicio alguno, con la meta clara del disfrute de los textos e intentando descubrir para los lectores lo atrayente de los libros reseñados, ese sentido de seducción que todo libro posee. Y lo hace sin alardes de ninguna naturaleza. Sus reseñas son un recorrido, un viaje heterogéneo y heterodoxo por la literatura o por todos aquellos libros que lo han enriquecido durante su travesía lectora.

Cuando el libro Al calor de la lectura V llegó, lo primero fue darle un vistazo al índice. Compruebo dos cosas. La primera es que un buen número de los libros reseñados ya los he leído. Lo segundo es el número de páginas: doscientas cuarenta. Menudo libraco, pienso.

No obstante, mi curiosidad por conocer qué perspectivas distintas pueden aportarme estas reseñas era más fuerte que mi propensión a no encarar libros de tantas páginas. El tiempo pasa sus respectivas facturas y debido a ello mi ritmo de lectura es menos vertiginoso. En fin, que el libro vino a probar mi paciencia y mi desencuadernada visión de lector.

Martínez-Conde realiza una lectura emocionante de los libros e intenta trasmitirla al lector con un estilo fluido, diáfano y de gran exactitud.

En el prólogo, Alfredo Ovilo escribe: “La voz de Ricardo Martínez-Conde en cada crítica es la reverberación de la literatura misma; acompaña al lector en su viaje y se aleja del mero reseñador de libros para convertirse en un cicerone que comparte aquellos que, de algún modo, lo han conmovido”. En realidad el autor se convierte en una brújula para indicar al lector el mejor camino hacia el libro reseñado. Martínez-Conde realiza una lectura emocionante de los libros e intenta trasmitirla al lector con un estilo fluido, diáfano y de gran exactitud.

Otro aspecto a destacar de este libro de reseñas es que le deparará a cualquier lector buenos momentos debido a la variedad de bazar de los libros reseñados. Hay para todos los gustos. Las reseñas de Martínez-Conde nos enfrentan (como lectores, claro) a esa riqueza intangible que tienen determinados libros pertenecientes a un grupo diverso de autores en los que se mezclan clásicos imprescindibles (Chesterton, Baudelaire, Pío Baroja, Rubén Darío, Unamuno, Oscar Wilde, Samuel Johnson, etc.) con autores de actualidad (Margaret Atwood, Roberto Calasso, Sándor Márai, Vladimir Nabokov, Amos Oz, Claudio Magris, W. G. Sebald o J. M. Coetzee, entre otros) y la reseña de algunas obras de filósofos (María Zambrano, Jean-Jacques Rousseau, Friedrich Nietzsche y algunos otros). Es una galería de autores múltiples para lectores con gustos tradicionales o eclécticos.

Las reseñas de Martínez-Conde tienen características puntuales como claridad, innegable emotividad lectora y sobre todo brevedad, lo cual permite una lectura continua sin llegar a cansar.

En frases precisas el escritor va proporcionando indicios de las obras, como de sus respectivos autores, con tacto y precisión. Así, del libro El señor Henri de Gonzalo M. Tavares extrae esta joya: “El señor Henri dijo: ‘Si un hombre mezcla absenta y realidad obtiene una mejor realidad (…) pero no es menos cierto que si un hombre mezcla absenta y realidad obtiene un absenta peor’, de cuya enseñanza concluye: ‘…otro vaso de absenta, estimado comendador. Y sin una sola gota de realidad, por favor’”. Sobre James Boswell y su libro Vida de Samuel Johnson escribe: “Bienaventurado el que aquí leyere: para entender la condición humana, para discernir acerca de los grados del humor, para acercarse con rara fidelidad a la descripción de la vida de un hombre…”. De igual modo, Martínez-Conde escribe citas de otros autores para enriquecer sus argumentos. Como esa frase de Handke, que no tengo registrada en mi disco duro, sobre la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez: “Lo que me llama la atención de ese libro es que, en tantas páginas, no haya ni una sola idea”. Con respecto al libro de Oscar Wilde El arte de conversar, Martínez-Conde anota: “El privilegio para el lector que acceda a este texto reside, sobre todo, en que Wilde es uno de los representantes más genuinos de la inteligencia dialéctica, del reclamo ingenioso y sutil a través de esa arma indeleble y eterna que es (y ha de ser) la palabra”.

Uno como lector quiere compartir el deslumbramiento que deparan determinados libros, quiere comunicar esa extraña impronta que algunas lecturas van dejando en esa improvisada estantería del espíritu. En su corta presentación, Ricardo Martínez-Conde acota que su libro es “una incitación a la lectura”, apenas una sugerencia “en favor del libro como un bien, pues él propicia, cuando menos, esa compañía que todo solitario aprecia…”. Y eso es en verdad este libro de reseñas: una sincera invitación a leer sin otro trámite que la disposición desprejuiciada de abrir el libro y constatar de propia mano la magia de la palabra escrita.

 

Estas reseñas de Martínez-Conde están lejos de ser una seducción fraudulenta.

El afán de la lectura también crea monstruos. Recuerdo a Stanislaw Lem y su grupo de reseñas, prólogos y críticas a libros inexistentes recopiladas en cuatro libros. También está la reseña de Jorge Luis Borges a la novela El acercamiento a Almotásim. En Venezuela tenemos a Santiago Key-Ayala, cuyas reseñas fueron compiladas en un pequeño folleto titulado Cateos de bibliografía, en el que se ocupa de libros que jamás fueron escritos, o que se quedaron condenados en ese purgatorio de inconclusos proyectos e intenciones vaporosas. Con esto quiero señalar que las reseñas de libros también pueden formar parte de la más pura ficción literaria. Por suerte las reseñas escritas por Ricardo Martínez-Conde se encuentran de este lado del espejo para el disfrute real de los lectores.

La reseña además comparte muchos puntos de contacto con las solapas; por eso Calasso escribe: “La solapa es una forma literaria humilde y difícil, que espera todavía quien escriba su teoría y su historia. Para el editor suele ser la única ocasión de señalar explícitamente los motivos que lo han impulsado a escoger un libro determinado. Para el lector, es un texto que se lee con sospecha, temiendo ser víctima de una seducción fraudulenta…”. Estas reseñas de Martínez-Conde están lejos de ser una seducción fraudulenta, ya que los libros descritos fueron leídos no con el corazón ni con el cerebro sino, como escribió Nabokov, “con la columna vertebral, pues allí es donde se produce el cosquilleo que revela la presencia de la gran literatura”.

 

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Carlos Yusti
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