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El gaucho, personaje ficticio y persona histórica

lunes 1 de julio de 2019
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“Martín Fierro”, de José Hernández
Es José Hernández, con su Martín Fierro, quien fija al gaucho como símbolo de la identidad latinoamericana.

La figura del gaucho es una especie de arquetipo para los latinoamericanos. Si bien los gauchos se encuentran en el hemisferio sur de esta gran América, su imagen se ve reflejada en todos los pastores, granjeros, vaqueros y rancheros del continente. Ya lo dijo Jorge Luis Borges, el hecho de que encontremos a lo largo del mundo hombres similares al gaucho no quiere decir que éstos hayan encontrado o sido la materia prima de una literatura tan importante para todo un continente como lo es la gauchesca.

El comentario anterior no quiere decir que el gaucho haya tomado la pluma para escribir y entonar cantos; creer eso sería caer en una ilusión de la escuela verista. Contrario a lo que se cree, la literatura gauchesca no fue escrita por hombres iletrados o incultos, sino que fue escrita por hombres cultos que utilizaron la figura del gaucho para difundir sus ideas a los estratos sociales que sentían una simpatía o se identificaban con los habitantes de la pampa.

Al gaucho-persona se le conoce mayormente desde el personaje literario y este último fue cambiando según el contexto histórico y las necesidades que el gaucho tenía según que circunstancias históricas.

Valiéndose de los gauchos como vehículo ideológico, los poetas de la gauchesca lograron, más que difundir su ideología, crear una gran escuela literaria que, contraria a lo que imaginaron en su época, llegó a ser valorada como todo un momento dentro de la literatura hispanoamericana y llegan a convertir al gaucho en todo un personaje arquetípico para los latinoamericanos.

El gaucho como foco narrativo de la literatura gauchesca, como su materia, tendrá una importancia doble, pues más que un personaje literario (que existe solamente dentro del lenguaje) es también un personaje o mejor dicho una persona histórica. Estas dos existencias no podrían entenderse aisladas una de la otra, ya que al gaucho-persona se le conoce mayormente desde el personaje literario y este último fue cambiando según el contexto histórico y las necesidades que el gaucho tenía según que circunstancias históricas. Es por estas dos existencias del gaucho que su construcción se vuelve más rica y compleja; el autor de la gauchesca cambiaba su óptica según la posición que el gaucho tuviera en la sociedad, las ideas que buscaba transmitir variaban de uno a otro autor.

Los autores de la gauchesca coincidirán siempre en el hecho de que utilizarán al personaje del gaucho como el medio para transmitir una idea; la literatura gauchesca es didáctica e ideológica. También sus creaciones literarias coincidirán en los aspectos formales, pues todos recurrirán a la puesta en escena del hablante, del registro del habla gaucha, registro con el que el gaucho expondrá sus ideas sobre la situación política o social y el diálogo.

La forma se mantiene en la mayoría de las composiciones de esta literatura, pero el fondo varía dependiendo de la época y de la ideología de cada autor, ya que cada uno tiene su propia visión de mundo y buscará plasmarla dentro de sus creaciones. Por lo tanto, el gaucho experimentará diversos desplazamientos de significado con el paso del tiempo.

En el principio de la gauchesca, con los diálogos y relaciones de Bartolomé Hidalgo los gauchos acaban de vivir la guerra de independencia argentina; estos gauchos hablan sobre su pasado reciente y dialogan con algún estanciero u hombre letrado que complementa y elogia su idea de independencia. Los diálogos de Hidalgo transmiten esta ideología independentista mediante el registro del gaucho; el hecho de que el poema sea dialogado y con el estilo del gaucho ayuda a que el emisor del mensaje pueda acercarse a su destinatario: el lector o el oyente. De este modo el habla del gaucho se vuelve emblemática y el gaucho un símbolo simpático o más bien empático.

La figura del gaucho se vuelve la de un símbolo, la de un elemento con el cual se conquistó la independencia. Pero una vez conquistada la independencia el gaucho se encuentra frente a una nueva organización social y es necesario que se le integre dentro de ésta; es ahí donde aparecen los mazorqueros de Hilario Ascasubi. El gaucho en la época de Rosas se volverá vocero político de ambos proyectos gubernamentales. Ascasubi presentará a dos tipos de gauchos: el bueno y el malo. El primero será víctima de los mazorqueros, será el unitario salvajón. El segundo será el gaucho federal, el temible mazorquero. Ambos representarán a la sociedad de su época y estarán divididos como ésta.

Los dos autores mencionados anteriormente configuraban sus personajes para que éstos fueran asimilados, comprendidos y revalorizados por sus lectores, pero no todos los escritores de la gauchesca tuvieron el mismo objetivo. Un ejemplo de lo anterior será el Fausto de Estanislao del Campo. Lo que hace este autor es parodiar al gaucho; si bien el autor siguió utilizando el registro gauchesco, el referente del Fausto estuvo pensado para unos lectores más cultos, los cuales podrían entender la referencia y entenderían el azoramiento del gaucho que asistió a la representación de dicha obra.

Martín Fierro habla por sí mismo y también habla de modo impersonal, habla en plural, su habla abarca más que su historia.

La mayoría de la literatura gauchesca ha tratado de representar a un gaucho dignificado; en algunos casos hiperbolizan su figura, en otros casos se le satiriza. El autor que mejor logró sintetizar la existencia literaria y la histórica del gaucho es también el que escribió la obra cumbre de la gauchesca. Es José Hernández, con su Martín Fierro, quien fija al gaucho como símbolo de la identidad latinoamericana. Una tipología del gaucho de José Hernández podría ser la siguiente: Martín Fierro es el gaucho que es respetuoso de Dios, de los lazos familiares, un hombre estoico, manso, que valora la amistad, que es racista, impulsivo y venera el alcohol pues es éste el que le da la inspiración para cantar y el valor cuando se enfrenta al peligro. Martín Fierro es un dechado de virtudes y defectos.

José Hernández no recurre a la hipérbole ni a la idealización del gaucho. Lo que hace el autor es enriquecer el modo en el que habla su gaucho; Martín Fierro habla por sí mismo y también habla de modo impersonal, habla en plural, su habla abarca más que su historia: es la historia de todos los gauchos, es la voz de la comunidad, si se quiere, y es por eso que el gaucho Martín Fierro permite que todos los demás se puedan mirar en él como si fuera su espejo.

En el Martín Fierro, el gaucho por excelencia será insertado por su autor dentro de la vida oficial del Estado; esto es apreciable en la vuelta del Martín Fierro, la visión de mundo de José Hernández cambia y comprende que su gaucho ficticio aún tiene que encontrar su lugar dentro del devenir histórico, así que el gaucho tendrá que entrar a la modernidad, dejar la vida salvaje de la pampa, no superar la barbarie, pero sí integrarse a la civilización.

Lictor Sebastián Ramírez Covarrubias
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