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Las tres profesiones imposibles

lunes 7 de septiembre de 2020
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Las tres profesiones imposibles, por Salvador Montoya
Si alguien tiene la brújula con el horizonte claro estos proyectos le fortalecerán las ganas de cruzar mayores amplios mares.
Para Mathías y su flor celestial

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Hay tres proyectos deslumbrantes en el panorama literario venezolano actual que podrían ser de alguna manera los paliativos para tanta desazón y para tanta desorientación de las muchedumbres de nuestro país. Y si alguien tiene la brújula con el horizonte claro estos proyectos le fortalecerán las ganas de cruzar mayores amplios mares. Estos tres proyectos son caldera y cantera de lo mejor del espíritu venezolano. De acuerdo a Sigmund Freud hay tres profesiones imposibles; educar, curar y gobernar. Son imposibles porque nunca los resultados serán satisfactorios del todo. Quien accione en esos tres campos omitirá mucho, errará en abundancia y siempre tenderá a terminar con el famoso “he arado en el mar”. Sin embargo, la literatura tiene moral de buitres, como afirmaban los norteamericanos Truman Capote y William Faulkner. La literatura a secas se alimenta de aquello que podría parecer fangoso, infeccioso y carroñero.

 

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Tres nombres venezolanos proponen un menú volcánico para devorar miserias y éxitos. En primer lugar, tenemos al poeta y pensador venezolano Armando Rojas Guardia, quien comenzó a publicar fragmentos de un diario en el portal web Prodavinci durante los años 2015-2017. El poeta Rojas Guardia llamó a tal ejercicio de escritura: Pensario. Allí derrama con su usual desparpajo filosófico y cotidiano sus angustias existenciales, sexuales, estéticas. Rojas Guardia es el evangelista del Dios de la intemperie. Su diario puede durar para siempre. Está siempre naciendo porque tiene la llama del deseo y del infinito. Asimismo tituló el libro resultante de toda esa travesía del pensar y del sentir: El deseo y el infinito. Es la espiritualidad de la desnudez. Voy pensando con el alma sin máscaras, parece decirnos. Es un jugador de la totalidad. Y se quiebra como vasija y muere como el ave Fénix y resucita de sus propias cenizas. A veces no sabemos si peor o mejor pero su luz se queda en las venas, en los destinos que vivimos y que viviremos. Nos propone la osadía de la autenticidad a pesar de los huérfanos que somos.

 

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En segundo lugar, tenemos a la novelista y cuentista Sol Linares con su Verbolatría. Ha publicado esa serie de experimentos narrativos en su blog y en Letralia bajo ese título. Sol Linares, en los textos de Verbolatría, teje y desteje su tapiz de Penélope. Y les aseguro que no espera a ningún Ulises. No tiene esa búsqueda de fidelidad. Sol Linares realiza el difícil entramado de los verbos de la vida. Pura trama. Tejidos de alta complejidad. Lo dice todo en un verbo. El verbo se hace carne, se hace óvulos, se hace aborto, se hace arrechera, se hace domesticar, se hace eyacular, se hace el 69. Lo venezolano se le enreda en el alma para encontrarse con el mundo y su música y sus libros y sus historias. Sol Linares quiere besar a todos. Quiere pintar y con esa línea unirnos a los raros y a los disímiles. Y reímos con su ecosistema, con sus orgánicas mutaciones, y con ella decimos qué bueno ser hombre y qué bueno ser mujer aunque no sepamos del todo qué rayos significa.

 

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Y por último pero no menos importante, el poeta y sociólogo Miguel Antonio Guevara acierta con puntería titánica en su Índice hipertextual. Son fulminantes ensayos cultivados para pensar/vivir/sentir (no importa el orden) en la era del código binario, publicados en su WordPress personal. Podrían llamarse: “Crítica a la razón BigData”. Pero Guevara no se queda allí, entra a esos fractales con la mente del tarot y del collage cinetista. Es un curador del museo de los futuros. O mejor dicho, él mismo se denomina hacedor de postales distópicas. Ese Globalistán, su término para el universo que nos constriñe, es su uróboros íntimo y desde allí, desde su locus de control o (por qué no) de descontrol nos asedia con su sabiduría digital, con su lenguaje SEO para la conciencia, para lo lúdico, para ser los peces de la anfibología vital. Gracias, Guevara, los que navegamos en la deep web te saludamos.

 

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En la nota exuberante e inmortal de Coleridge está la potencial solución de los imposibles de Freud o de cualquier imposible: “Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?”. Pues nosotros en los proyectos literarios de Rojas Guardia, de Linares y de Guevara seguimos despertando y seguimos recibiendo a diario esas diversas flores celestiales. Así nos educamos, así nos curamos y así nos gobernamos. Sólo falta que la regalemos a quien amamos, a quien conocemos y a todo prójimo que se maraville con la gloria de los pétalos, con las corolas del soñar.

Salvador Montoya

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