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¿Qué problemas entraña el idioma español? En Europa, los distintos pueblos que la conforman juegan a unir intereses particulares en un proyecto común teórico, imprevisible y quimérico: la Unión Europea. Los créditos que se barajan son de importancia capital; algunas naciones pobres con análogos calibres potenciales al de España, no saben en el túnel ruinoso y sin retorno en el que van a sumergirse. No se había acordado aún por el triunvirato formado por Francia, Alemania e Inglaterra quiénes serían los países "cenicientas" que les servirían de sucursales mantenedores de sus respectivas economías, cuando vino a caerse el Muro de Berlín en 1989. Para contener la riada de posturas secesionistas que brotaban alarmantemente entre las naciones de la antigua esfera del "Telón de Acero", se favorece la guerra de los Balcanes. Desde Berlín, Londres y París pasando por Bruselas se da a entender a sus futuros nuevos socios, que la economía de mercado que pudieran anexarles exigía costosos tributos. El escenario, la Yugoslavia de Tito, era idóneo para la representación de la maniobra estratégica del ente tripartito. Evidentemente la confrontación civil yugoslava de 1992 condicionaba a los restantes pueblos del entorno a ajustarse al devenir reseñado por Bruselas como nueva capital de la Confederación Europea. El experimento de los Balcanes sirvió para hacer pasar por el aro a la bestia comunista y a lo que restaba en los miembros situados más al este. El proyecto es ambicioso, tan ambicioso como los Tres Grandes promotores europeos. Sus economías reposan descaradamente sobre los cadáveres de sus socios de limosna. Y las víctimas han salido a la carrera, buscando el suicidio; e incluso vendiendo y prostituyendo sus propias tradiciones, costumbres y orígenes. Muchas ventajas podrían engordar a la Comandita Europea en un común intento de aunar esfuerzos; primero para acordar cómo repartirse el botín y los despojos de la Europa pobre e inculta, luego, para hacer lo mismo con los antiguos comunistas, dándoles una de cal y ciento de arena. Resulta que el gran problema inicial objeto de estudio y reformas ordenado por alemanes, franceses y británicos para hacer realidad el proyecto universal, pasaba por una tarea de fundamental importancia: "Rectificación de la lengua española". La letra "ñ" tenía que desaparecer. España, representada por débiles autoridades, en vez de burlarse de sus nuevos amos y mandarlos a paseo, tiemblan, se comen las uñas angustiados y esperan venir acontecimientos. El reto está en el presente y en el futuro inmediato. La cuestión, planteada desde el punto de vista de la fonética y sus vertientes, nos dice que estos tres pueblos tienen una dificultad y defecto orgánico para pronunciar las palabras que contengan la letra "ñ". Observemos, por ejemplo, a un francés en un intento de pronunciación como la citada: pone los hocicos de forma parecida a la vulva de una anciana y parece atragantarse. Los alemanes, por su parte, en el intento ladran en vez de hablar con ese idioma apto para amaestrar perros de combate. En cuanto a los ingleses, ven cómo su lengua se ha abastardado gramaticalmente para utilizarlo en claves de técnica. Efectivamente, el inglés es el lenguaje de la técnica, la sintaxis se menosprecia y volverán a las fuentes de su renacimiento cultural para depurarlo por necesidad. Suprimir la letra "ñ" es un alivio para su defecto de conformación física. España tiene una solución muy fácil para combatir a los desgañitados socios del Mercado Común... Pedir la cuenta, despedirse y alejarse de esta gente rara, tradicionalmente retorcida e intentar volver sus ojos hacia donde siempre debió mirar: Sudamérica. La vocalización pausada del idioma español exige la utilización de la "ñ". No podemos ver llegar a los que hablan a galope tendido. A aquellos que parece que tienen en la boca "goma de mascar" a corregirnos la plana. Ya pueden dedicarse los franceses a no imitar a los alemanes; procurar adquirir una personalidad propia. A los alemanes para que no vuelvan a arruinar a Europa y al mundo como han hecho dos veces en este siglo. Y, en lo que respecta a Inglaterra, que se encierre en su isla y se dedique a educar a sus ciudadanos en los buenos modales. Los que pertenecemos a la esfera hispanoamericana reivindiquemos a franceses, ingleses y alemanes que se alejen de nosotros. Que pongan su punto de mira en la China y que les exijan a los asiáticos un cambio en su fonética.
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