Editorial Venezuela negra. Tras la tragedia de diciembre, la tierra de la Tierra de Letras está de luto.
2000: el futuro presente Letralia lanza una convocatoria para su próximo libro colectivo. Esta vez nos enfocaremos en la ciencia ficción.
Noticias El último beat. Paul Bowles falleció en su amada y exótica ciudad de Tánger. Sábato postal. Ahora en una estampilla, el autor de El túnel, de 88 años de edad, dice que "queda Sábato para rato". Sergio Pitol recibe el Rulfo. El escritor mexicano dijo sentirse "nervioso, pero feliz", al recibir tan honrosa distinción. Los 75.000 libros de Guadalajara. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara sirvió para impulsar 75.000 nuevos títulos. Murió Arciniegas. El escritor colombiano murió a seis días de lograr su sueño íntimo: alcanzar el siglo. García Lorca robado. Un ejemplar de la primera edición de Canciones 1921-1924, de Federico García Lorca, fue hurtado de la Residencia de Estudiantes.
Paso de río
Brevísimos y rápidos del río que atraviesa la Tierra de Letras.
Literatura en Internet The Sor Juana Inés de la Cruz Project. Un invaluable recurso para quienes necesitan realizar trabajos de investigación sobre Sor Juana Inés de la Cruz.
Sala de ensayo Borges forever. El escritor venezolano Harry Almela analiza las razones de la inmortalidad borgiana. Lingua latina non mortua est in interneto. El escritor mexicano Pedro Martínez Figueroa esboza una defensa del latín y nos alcanza un peculiar vocabulario informático en esa lengua, nada muerta.
La moneda gira sobre nosotros. Se hace cada vez más pequeña, como si
acercarse al cielo significara reducir el ser. La moneda sobrevuela
nuestras cabezas, y la mirada que recorre el camino ojos-moneda la ata al
mundo y le exige como un elástico que vuelva. No hay fuerza de gravedad,
sólo hay una línea invisible pero tensa que va desde el ojo, desde un punto
negro ínfimo, la pupila, hasta otro punto, ínfimo, que apenas se distingue,
la moneda. El azar va con ella. El azar envuelve cada giro que la moneda da
por el aire, y al final de su recorrido hacia el cielo, hay una pequeña
mano invisible que la coge y detiene. La línea de nuestras miradas llega a
su máxima tensión, es aquella tensión la que transforma la línea en un
cable por unos segundos. Nuestras miradas son una gruesa soga y no se ve,
pero se escucha: el sordo murmullo, como el que produce una cuerda de
guitarra golpeada por el viento, escapa de aquella soga. Nuestras miradas
ya no permiten a la moneda seguir más allá, está atrapada, pertenece a este
mundo y a nuestro azar. La mano, que algunos creyentes llamarían divina, y
nosotros llamamos azar, parece mirarnos desde la altura, y gritarnos
designios secretos, gritarnos el futuro que la moneda nos depara. Está en
ella la vida de uno de nosotros dos, que por momentos no queremos que la
moneda baje desde aquella altura y nos muestre su inapelable verdad. Quién
controla el azar, es absolutamente extraño para nosotros, pero alguien lo
controla, alguien, quizás la mano que detiene la moneda en estos instantes
sobre nuestras cabezas, y será esa mano, tan sólo ella, carente de mandato
divino, solamente la mano, quien decidirá nuestras vidas. Uno de nosotros
quedará, el otro, deberá marcharse, quizás convertirse en otra mano que
sostendrá otra moneda que busca otro destino. El tiempo sigue detenido, y
detiene la moneda a años luz de nosotros, como la estela de la estrella
fugaz que ya ha muerto, esa estela de algo que no existe, y así la soga de
nuestras miradas hacia la moneda. La soga se quiebra, la mano cede, y la
moneda cae, comienza un desesperado regreso, extraña su origen, recorre el
mismo camino, que llevó en su huida, pero es distinto. Cada giro parece
jugar con el destino que ya nos tiene previsto, la moneda ya ha decidido, y
se revuelca graciosa en su determinación, se arroja en el peligro de la
caída con gozo y con burla, ella sabe quién es el elegido, nosotros, no.
Nosotros queremos volver a forjar el tenso hilo que sujetaba la moneda
desde lo alto, pero ya es tarde, ella se ha liberado de nuestra influencia
y goza su azarosa libertad. Cae. Se escucha en su caída, como un grito de
dicha, el golpe de la moneda contra cada espacio de aire invisible que nos
rodea. Ahora es ella quien parece empujar nuestras pupilas para que vayamos
a su encuentro. Se cruza frente a nuestras caras, y nos mira, como
ocultando algo que ya nos va a revelar, como retardando con goce la verdad
que el azar ha guardado en ella, y que ella tan bien esconde. Nuestra
respiración, entrecortada desde el comienzo del vuelo de la moneda, se ha
detenido, como sujeta por la misma mano que sostuvo la moneda en las
alturas del cielo, como si esa mano ahorcara nuestros cuellos sin
permitirles respirar. De pronto, un fuerte sonido escapa desde el suelo,
como mil campanadas de iglesia, la moneda grita por el mundo el veredicto
que el azar nos tenía deparado. Es el golpe del martillo del juez. La
moneda pronta a revelarnos el divino azar. Nuestras miradas se acercan a la
moneda como si leyéramos en ella la sentencia. En ella está escrito quién
de nosotros dejará de existir.