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Letralia, Tierra de Letras Edición Nº 83
6 de diciembre
de 1999
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Parte octava, cuarta docena: de donde se habla de casos aislados
Del suyo, del mío, y de algún otro funcionario que solidariamente se sumó, para que no fuéramos tan aislados

Daniel Noseda

La luna se pasea con su reflejo desde mi caso aislado al suyo, va y viene pero nota que entre su caso y el mío, hay varios más casos que también son aislados, el país está lleno de casos aislados.

El adolescente que se entregó llorando a la justicia después de tener de rehén a todo un colectivo, es un caso aislado.

La muerte del gerente del supermercado en el portón de su casa, es un caso aislado.

La muerte del niño del rebote de una balacera, es un caso aislado.

La muerte del hijo del policía que trabajaba en un quiosco, es un caso aislado.

El posterior suicidio de su padre también, otro caso aislado.

La muerte del novio frente a su novia, para sacarle una campera, es otro caso aislado.

El asalto a la jueza y la toma de rehén a ella, su hija y su secretario, es otro caso aislado del reality show.

El asalto número 38 al remisero es otro caso aislado.

La balacera en villa Lugano, la muerte de un delincuente, la herida del otro, la gente que aplaude a la policía en la planta baja y la que la putea, apedrea y tira botellas en el primer piso, es otro caso aislado.

En fin, casi todo el mundo tiene su caso aislado. Si prefiere casos más sabrosos, con sexo, podría ser la violación de la amiga de mi prima en la puerta de su casa, allá en Santa Fe, o la del albañil que violó a la hija de su compañera y luego mató a todas y se suicidó. Pero son casos aislados de otros lugares.

Si usted está interesado en casos de aquí, porque es más localista; bueno, también hay aquí, en Puntania.

Si usted no tiene el suyo y no quiere quedar afuera, le presto alguno de los míos, eso sí, la denuncia no, tengo derecho de autor sobre los mismos.

Le puedo prestar alguno de los dos robos en mi auto, o el de la casa en que vivo, o si hablamos con alguno de mis vecinos, el de la izquierda, el de la derecha o el quiosquero de la vuelta también puede ser que se lo presten o tal vez se lo obsequien.

O el del caso del adolescente muerto por la patota en la plaza de los Halcones.

Otra vez los sexuales, como el de la violación de la abuela en Villa Mercedes.

Si no, puedo darle el robo que sufrí en Corrientes y Esmeralda, en plena peatonal, si es que quiere volver a Buenos Aires, porque los de aquí no le interesan.

Capaz que no necesite, ya tiene usted también el suyo y yo no lo sabía porque también era un caso aislado.

Pero bueno, para que no se sienta tan solo, lo invito a que sume su caso a los míos y el de los otros, venga, no se quede, aproveche, ahora que también los funcionarios también tienen sus casos aislados.

Donde aunque parezca mentira, los funcionarios en ejercicio a punto de dejar sus funciones, también se han sumado al conjunto de los que, como usted y yo, tenemos casos aislados.

La ministro Decibe, el juez Marquievic, el diputado y actor Luis Brandoni, la diputada Claudia Bello, el funcionario de la Universidad Católica de BsAs.

Todos ellos también han sido acreedores a su caso aislado.

¿Cómo? ¿Que le parece que estoy tomando en forma liviana esta realidad cruda donde la muerte, la humillación, el dolor, las miserias humanas han aflorado?

No, señor, no es así, la denominación de "caso aislado" no la puse yo, se le atribuye al ministro Corach o a los periodistas que según le inventan y magnifican todo.

Pero el caso es que el ministro acertó con el término de "aislado" porque entre otras acepciones, aparte de la que denomina a lo que puede tomarse como caso suelto, individual, solo y sin conexión con el resto, también se dice que algo es aislado es porque se es víctima de un aislamiento o equivalente a una incomunicación, a un desamparo.

Desamparo traducido en una falta de seguridad, de los mecanismos que aseguran el buen funcionamiento de una cosa, en este caso la justicia.

En una falta de seguridad individual y social.

Si usted no es Bruce Lee, el pequeño saltamontes, o el Dragón, o no está armado hasta los dientes como un Rambo, su seguridad queda reducida al tamaño de la bosta callejera de los perros o el orín de los gatos.

Tanto como si su seguridad individual depende del repertorio de chiches como alarmas electrónicas, videocámaras infrarrojas y todo el arsenal de sirenas en tonos y decibeles que se le ocurra.

Usted no se siente seguro porque no tiene seguridad en usted mismo ni en la sociedad, porque la moral está basada en un dogma económico, usted pensará que la justicia actúa porque la compañía de seguros se puso para cubrir todos los daños, pero usted no deja de ser una prima, un valor traducido en la convertibilidad que quiera.

Y si está pensando que estoy invocando a los demonios, a la represión, a que levanten a cien y palo y a la bolsa para que canten diez, no es así, la posible convocatoria e intervención de Patti para nada me agrada.

Estoy hablando de la seguridad que le podría brindar la sociedad toda si rescatara como valor político, jurídico y moral la solidaridad y no la individualidad del éxito económico que convierte a la seguridad en una mercancía con valor de mercado.

A esa solidaridad que, ante la inseguridad que se vive, se podría en traducir que entre usted y su vecino se unieran y defendieran mutuamente dejando aquello de "yo prefiero no meterme en la vida del otro", del otro que está tan aislado, incomunicado y desamparado como usted.

Que se juntaran y dejaran aparte los temas de fútbol, política de café o rezongos por las expensas o tasas, o que su perro me mea el árbol y su hijo vive con el equipo a toda bala, o lo que sea y se comunicaran y formaran una red, yo te cuido y tú me cuidas, dejando de lado el "para que mierda voy a hacer la denuncia si no va a pasar nada".

Y conociera a su vecino y dejara de ser el enemigo que vive al lado y entre los dos le rompiesen las bolas a la policía para que les muestren las fotos de todos los choros, violadores, traficantes y criminales que andan sueltos y que usted no conoce salvo que lo agarre infraganti la cámara como en el caso de la jueza, pero que por lo general permanece de incógnito porque el sistema jurídico lo exige así. Para que por lo menos cuando pasan los chicos malos y los que no son tan chicos y los dirigen, pasan enfrente suyo, se alerte y tome distancia. Pregunte, ya que estamos, quién es el comisario de su vecinal y el director de la escuela de policía, véale las caras, ya sé, uno de ellos está haciendo educación física, y el otro le dice que tiene nada más que 10 pesos para echarle nafta al patrullero y dos personas a cargo para cubrir sesenta kilómetros cuadrados, pero bueno, empecemos por eso.

Y ya que hablamos de romper las bolas, también hacerlo con los abogados y éstos dejen de pensar en usted en un posible cliente y por lo tanto un valor económico con juicio por cobrar y lo instruyan sobre lo que jurídicamente usted debe hacer según el caso y que se dejen de votar leyes entre gallos y medianoche que no le sirven de paliativo a la realidad que usted y yo vivimos y ahora les ha tocado a ellos.

Y la red se siga ampliando hacia otros puntos, educación, salud, trabajo, justicia jurídica y social y finalmente el candidato no sea otro miembro sirviente de la panacea económica que según el precio a convenir puede comprar todo.

La solidaridad es un camino hacia la seguridad individual y social, la compra de ambas es la otra, trate de que no se le termine el efectivo o el cierre del descubierto, usted elige.

Su caso aislado puede dejar de serlo.

Vote o venda su voto.

Usted elige, su caso puede dejar de ser aislado.

La seguridad tiene una imagen distinta a lo que se muestra hoy, la de la aislación, la separación, el cerrar una ventana, por ejemplo la de su casa y abarrotarla de rejas, celosías, trancas, alarmas de contacto, infrarrojas, etc., y que en esa situación a usted lo aísla del peligro exterior y por lo tanto también del contacto con el mundo y de todo aquél que favoreció esta situación de inseguridad.

La seguridad es todo lo contrario, sería que su ventana estuviera abierta y se hubiera ahorrado el gasto, porque usted tendría la seguridad de que nadie intentaría, ni le tocaría nada, porque habría restablecido la conexión con el mundo, añadido eslabones a la cadena de la solidaridad, la suya y la de su vecino, y extensivo al resto, que no tendría motivos para robar, violar, drogar, matar ni residuos de agujeros en sus cerebros que los impulsaran.

La seguridad nace con la actitud de abrir las ventanas, como cuando el conductor de este programa lo hace y permite que por los minutos que sean, este colaborador pueda a su vez abrir las palabras, sacarles las envolturas que la aíslan de la idea a expresar, y que como en caso del ministro, que la pegó por casualidad y no por intención, y porque el idioma es tan amplio como amplia es la abertura de su ventana, de su agujero en la seguridad.


       

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