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El año que supusimos La inteligencia del hombre pareciera tener dos niveles: uno metódico, que ha permitido todos los logros tecnológicos desde la invención del hacha hasta la ingeniería genética, y uno sucedáneo, florido, especulativo, que se encarga de suplir con suposiciones lo que la razón no llega a comprender. Éste suele ocupar el lugar de aquél cuando se carece de evidencias físicas que permitan obtener la explicación racional de las cosas. De ese segundo género de inteligencia se nutre el aliento milenarista que estamos transitando, y que ha puesto a media humanidad a celebrar la llegada del año 2000 como si se tratara de la entrada a una época demasiado diferente de las anteriores. Estar en un año redondo, en un año en el que confluyen tres ceros, realmente es una circunstancia derivada de la necesaria cuenta de los días, un efecto natural del establecimiento, hace cerca de mil quinientos años, de un sistema de medición del tiempo que, al ser creado por la autoridad eclesiástica cristiana, tomó como punto de partida la fecha en que se supone nació Jesucristo. Así que no debería ser el año 2000 un verdadero hito histórico. Ni siquiera ha terminado el siglo XX, y no por razones matemáticas, como supone mucha gente, sino por el hecho histórico de que cuando se creó nuestro calendario no se concebía la existencia de un número que, como el 0, indicara la carencia de cantidades. Los curiosos podrán averiguar más al respecto en http://teleline.terra.es/personal/rod.diaz/2001.htm, gracias a Rodrigo Díaz López —quien redactó el artículo— y a nuestro amigo Remo Fernández, quien nos alertó sobre tal URL. Pero algo sí es cierto, y es que quienes nacimos en el efervescente y estruendoso siglo XX, aún inconcluso, estuvimos bombardeados por la concepción de que en el año 2000 todo, desde los más enrevesados caprichos culinarios hasta los viajes en el tiempo, sería posible gracias a la tecnología. Así fuimos forjando un hito basados en algo que dimos en llamar ciencia ficción. Nos equivocamos en muchas cosas, pues ni el año próximo HAL será desconectada —ni siquiera será construida— ni sabemos lo suficiente acerca de aquel oscuro tema del genoma humano. Lo que sí pudimos hacer fue construir una sólida cultura alrededor de un género creativo que cada año se renovó a sí mismo, y que nos brindó brillantes ficciones como el 1984 de Orwell o el mundo feliz de Huxley. Hoy, Letralia presenta un pequeño homenaje a este año cuyas bondades estuvimos suponiendo durante tanto tiempo. El libro colectivo 2000: el futuro presente estará disponible para su lectura cuando usted pase sobre estas líneas, y podrá verlo, como habíamos anunciado en nuestras ediciones anteriores, en http://www.letralia.com/ed_let/2000. Por lo demás, permítannos desearles una vez más nuestros mejores parabienes. Desde esta Venezuela que se reconstruye sin descanso a través del dolor, la Tierra de Letras les invita a aprestarse con nuevos bríos a enfrentar el futuro, desde el presente.
Jorge Gómez Jiménez Letralia, Tierra de Letras, es una producción de JGJ Binaria. Todos los derechos reservados. ©1996, 1998. Cagua, estado Aragua, Venezuela
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